Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Carpas, payasos y realidad

¡De regreso! ¡Sí! ¡La carpa itinerante! Para los quechuas es un toldo de gran tamaño y en América Latina el concepto se asocia a una “tienda” en la que se lleva a cabo una fiesta popular. Itinerante es un adjetivo que significa “que va de un lugar a otro sin permanecer mucho tiempo fijo en un mismo lugar”. ¿Tal vez por ello lo de itinerante implica que una vez resuelto el conflicto la carpa vuelva a su lugar de origen?

¡Carpas itinerantes! ¡Dos carpas itinerantes en mi ciudad! Carpas itinerantes fieles a la esencia del concepto: los circos. ¿Tal vez hay más?

Hablar de circo es evocar a Gaby, Fofó y Miliki, tres legendarios payasos, y traer a la memoria el cántico “había una vez un circo que alegraba siempre el corazón…”.

¡Payasos! Se desconoce quién fue el primer payaso de la historia, aunque la existencia se remonta a la antigüedad. La literatura explica que quien fuera el encargado de la construcción de la Muralla China tuvo el privilegio de burlarse del rey, hacerle sugerencias y hasta influir en decisiones importantes. Presentes en Grecia y posteriormente en Roma, gozando de patrocinio económico y dotados de máscaras, maquillajes y vestimentas coloridas eran los encargados de improvisar diálogos humorísticos y burlescos. En la actualidad la gama de bufones es diversa, distintas versiones inspiradas tal vez en Arlequín, Pierrot, Grock, Nablett, Dan Rice, entre otros.

Mi querido lector: ¿usted les teme a los payasos? Pues dichos personajes provocan emociones y situaciones diversas. Si bien desde su concepción están asociados a la diversión y a recuerdos entrañables de la infancia, hay un porcentaje de la población que le teme a los payasos.

Es tema de la Psicología la coulrofobia, miedo a payasos y mimos que afecta principalmente a niños, y deriva en una fobia que se prolonga durante la adolescencia o la vida adulta. Las causas de tal aversión se relacionan con malas experiencias o sustos en el pasado, el maquillaje extraño y extravagante, guantes o zapatos muy grandes que distorsionan el cuerpo.

El miedo suele originarse entre los dieciocho meses y los dos años, ya que durante esa etapa se experimenta temor ante presencias en las que el rostro no puede ser percibido. Freud describe el concepto de “valle inquietante” que se da cuando una imagen presenta distorsiones, pero aún es reconocible, tal como sucede con el rostro del payaso, provocando ansiedad, inquietud o miedo.

Quien no le teme a mimos, payasos o Papá Noel suele considerar dicho cuadro ridículo y hasta gracioso, quien experimenta coulrofobia vive un verdadero tormento: severos ataques de ansiedad, temblores, taquicardia, dificultades para respirar, síntomas que pueden ser revertidos con la terapia adecuada para los casos de fobia.

A partir de los años 80 los payasos irrumpen en el cine en películas de terror con el objetivo de causar miedo en el espectador; el efecto se logra por la disonancia cognitiva en la que se emplea una figura ligada a la diversión, el entretenimiento, propias del mundo infantil con un sádico, psicópata o perverso, logrando sorprender al público.

¡Payasos! ¿Con o sin oficio? Personajes cotidianos que en más de una ocasión cruzamos en la calle, en el trabajo, en el club, hasta en la familia; vidas itinerantes que provocan risa y hasta psicópatas, perversos o bufones berretas que, cual payasos, también generan desconfianza; desprovistos del típico maquillaje histriónico y sin ropas extravagantes expresan actitudes distorsionadas que no permiten vislumbrar su verdadera identidad. ¡Son de terror! No les temo.