Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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RUMANIA

En Rumania está el monumento funerario más visitado de Europa. Tiene epitafios irónicos y brillantes cruces azules, como el cielo al que partieron muchos difuntos.
RUMANIA. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

Desde muy niño, Stan sabía que sería un artesano de la madera como su padre. Igual que otros aldeanos de los pueblos del valle de Maramures, en el norte del país, casi en la frontera con Ucrania.

El joven vagaba por las calles de Sapanta saludando a algunos, hablando con otros e imaginando cómo era o cómo le parecía a él que era, la vida de sus vecinos.

Un día de 1935, al pasar frente al cementerio de la aldea, una idea sobrevoló su cabeza. La idea se instaló, creció, y él la fue alimentando. Imaginó cómo cambiarían esas tumbas grises si él tallaba, sobre ellas, lápidas azules.

Ya desenfrenada, su mente creó sobre las altas lápidas un gran espacio para la figura del difunto; si eran hombres llevando en su cabeza los típicos gorros “clops”.

Fue así que Stan Ioan Patras comenzó a trabajar en el taller de su casa, donde decoró las brillantes lápidas azules con imágenes de santos y guardas de flores. Logró un arte propio que mezcla lo satírico con lo religioso.

En esos días de trabajo, cayó en la cuenta, ante la muerte de vecinos cercanos, que él conocía divertidos episodios de ellos, además de sus hábitos y vicios. Decidió que también escribiría irónicos epitafios en rima.

Para un adicto a la bebida, escribió: “tú que vienes de visita, a mi lugar de descanso, de vino deja una botellita”, frase que pierde su perfecta rima al ser traducida.

Como los epitafios están escritos en rumano, en el cementerio ofrecen los servicios de traductores.

Stan trabajó tallando lápidas durante cuatro décadas, hasta su muerte, en 1977, cuando pasó a ocupar la tumba que le correspondía en el “cementerio alegre”.

Muchos dicen que tal vez lo influyó la cultura dacia, que cree en la inmortalidad del alma y ven a la muerte como el alegre tránsito hacia una vida mejor.

Para mostrar quienes habían sido, los vistió como carpinteros, pastores, costureras o sacerdotes, y destacó cómo los había encontrado la muerte.

El que murió al caer de un tractor está junto a esa maquinaria, y al que lo mató un tren aparece al lado de un convoy. Para las conservadoras culturas europeas sería “humor negro”. Para los rumanos significa desdramatizar la partida.

La región de Maramures no es muy conocida por los turistas. Como si Rumania sólo tuviera el atractivo de Transilvania y la sangrienta historia del Conde Drácula.

Pero allí están las ocho iglesias de madera, Patrimonio de la Humanidad, joyas de la arquitectura religiosa, levantadas sobre cimientos de bloques de piedras.

También esta Leud, la ciudad romana fundada por los dacios, con su famosa Iglesia de la Natividad de la Virgen, y Satu Mare, que en la Edad Media fue punto estratégico en las rutas comerciales hacia el interior de Europa.

La capital de Maramures es Baia Mare, cuyas casas tienen magníficos portales tallados en madera, recoletas iglesias e históricos monasterios. La ciudad ha conservado los platos típicos de la cocina rumana, y en los bares sirven el palinka, un fuerte y delicioso licor de ciruelas.

Cerca del espléndido valle, al pie del Monte Pietrosul, el más alto de la cordillera de Los Cárpatos, está el Resort de Borsa, un centro deportivo de invierno que convoca a esquiadores del mundo.