Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Safaris de lujo, un viaje por la legendaria tierra de los boababs africanos

Paisajes alucinantes, el encuentro con los “cinco grandes”. Lodges suntuosos y cálidas tiendas de campaña. Camino hacia la salvaje naturaleza.
Safaris de lujo, un viaje por la legendaria tierra de los boababs africanos. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

Cuando el avión aterriza en Ciudad del Cabo, el viajero percibe la cercanía de la inmensa selva sudafricana.

Es que está llegando al destino turístico más visitado de Africa.

A este lugar (primer asentamiento europeo en el Africa Subsahariana) arribó, en 1652, el holandés Jan van Riebeech.

Y allí levantó una fortaleza y una muralla y plantó almendros silvestres para detener los vientos.

El próximo destino es la Reserva Privada de Animales Singita, aledaña al Parque Kruger, donde un ceremonioso gerente da la bienvenida en correcto inglés, mientras imparte órdenes en lenguas tribales.

Un grupo de robustas mujeres se encarga del equipaje.

Algunas llevan los bolsos sobre sus cabezas.

A su vez, hombres de blanco ofrecen jugos de frutas y el anfitrión repite un discurso que sabe de memoria: por qué lugares se puede transitar solos y por cuáles hay que ir acompañados de un guía armado.

Ante todo, las cosas bien claras.

También dice que Singita significa "el milagro", en lengua shangaan, y que fue James Fawcett Bailes quien compró, en 1925, tierras vírgenes para proteger flora y fauna y ayudar a las comunidades cercanas construyendo escuelas y apoyando tareas rurales.

Lo cierto es que el tiempo pasó.

En 1990 su nieto proyectó lodges para un turismo de lujo y, tres años después, inauguró Ebony y otros cuatro albergues similares, también en Sudáfrica.

Pero el proyecto era más ambicioso.

Y el joven Bailes instaló en Tanzania el Singita Grumeti y luego dos más, y en Zimbabue el Pamushana Lodge, donde trabajan en la reubicación del amenazado rinoceronte negro.

La filosofía de los nueve lodges Singita es: "menos camas en áreas más grandes", con lo que están logrando el justo equilibrio entre hospitalidad y conservación.

Los safaris comienzan muy temprano, a las 5.30 de la mañana, con la guía de un "ranger" y de un nativo armado, el "buscahuellas", que viaja en el guardabarros delantero del vehículo.

Ambos enseñan a escuchar el profundo silencio de la selva.

Con las primeras luces se ven manadas de ágiles impalas y algunas hienas. Y, también, el lento y pesado andar de los elefantes, indiferentes ante la presencia humana.

A veces, en un claro del bosque, cuando el rocío aún moja los árboles, se ve una pareja de leones apareándose y con el sol alto aparecen los chitas, simil del leopardo americano y los animales más rápidos del mundo. Sólo el cóndor, cuando cae en picada, supera su velocidad.

Durante la expedición el "buscahuellas" se detiene a mostrar pisadas y explica por qué sabe qué animales son, por dónde fueron y cuánto hace que pasaron. Y estira la cabeza, buscando sonidos que sólo él escucha.

Cerca de los riachos, entre los matorrales, los cocodrilos duermen al sol y merodean búfalos y cebras. Estas escapan cuando aparece el primitivo rinoceronte.

La mayoría de los animales cazan a la tarde, antes del descanso, y los chita, de noche, en la oscuridad.

"Estos animales son hijos de otros que habitaron la reserva", dice el guía, y agrega: "no se asustan de los hombres, porque no les transmitieron ese miedo, pero es mejor no acercarse".

Después, cenar en la terraza o en la "boma", un sitio cerrado por cañas altas, con faroles en las mesas y el crepitante fuego de las parrillas.

Algunos miran el cielo y sus alrededores con un telescopio.

Otros van hacia las suaves caricias del jabón de canela.