Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Por las antiguas capillas coloniales de Chilecito

Algunos parecidos y otros distintos, estos templos, de muchos años, representan un atractivo turístico.
Por las antiguas capillas coloniales de Chilecito. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

En los alrededores de la ciudad de Chilecito, a casi 200 kilómetros de La Rioja, las "Antiguas Capillas Coloniales" que forman parte del itinerario de las "Huellas del Peregrino", son uno de los tantos legados auténticos de la provincia en la proclamación de la fe, con un marcado y particular acento en la arquitectura, calidad artística y estética.

La mística de cada tramo fusiona la imaginaria paisajística, la hospitalidad de su gente, una gastronomía que va adquiriendo el condimento de cada lugar.

Además, el interés provincial puede disfrutarse a través del trekking, caminatas o cabalgatas que proponen llegar a descubrir increíbles postales naturales.

Vestigios de pueblos originarios y paisajes sorprendentes se levantan protagonistas de valles colmados de vides que se distinguen en el mundo por sus vinos, siendo además custodio de riquezas mineras y agrícolas del corredor del Bermejo.

Algunas de las capillas se construyeron para el culto familiar, otras para adoctrinar a los pueblos originarios insertos en las encomiendas y otras como sede de las autoridades eclesiásticas.

Esta Huella comienza por la ruta 74, en Vichigasta, al norte de Patquia, donde se halla un templo construido en el siglo XVIII y consagrado a San Buenaventura.

Desde Nonogasta hacia el oeste se llega, de a poco, a Sañogasta.

En 1640 se comenzó a construir la hacienda de San Sebastián, como así la capilla en una loma, que desde entonces se llamó "Alto de la Iglesia", donde se halla la Virgen de la Candelaria.

Por su parte, San Vicente Ferrer es venerado por el pueblo de Nonogasta, al que se llega desde Vichigasta.

Se trata de un antiguo pueblo originado en asentamientos hispánicos desde principios del siglo XVII, cuya propiedad pasó a manos de los jesuitas que establecieron allí estancia y capilla, hasta su expulsión en 1766.

El templo está consagrado a San Vicente Ferrer. De nave única y coro a los pies, conserva características constructivas originales, gruesos muros de adobe con nichos y un altar cuyas hornacinas guardan preciosas imágenes entre las que se destaca el Cristo de la Paciencia.

Más aquí o más allá, muchísimas capillas valen la pena visitar.