Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Buceo en el poblado El Salto, cubierto por las aguas del dique Piedras Moras

No existen dudas de que este embalse trajo una vida mejor para la gente que vive en Almafuerte, provincia de Córdoba. De todas formas, también incorporó la tristeza por el terruño y los recuerdos que el agua sepultó.
Buceo en el poblado El Salto, cubierto por las aguas del dique Piedras Moras. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

Por Corina Canale / corinacanale@yahoo.com.ar

Corría el año 1979 cuando el agua cubrió el paraje El Salto, aledaño a Almafuerte, y con él los cascos de tres estancias, un largo puente de cemento, el caserío y la antigua usina La Cascada.

Aquel paraje se convirtió en un sitio ideal para los buceadores que exploran esta "Atlántida" cordobesa y que llegan hasta el Puente Blanco, a la Casa del Correo y el Boliche Pinoto, con su famosa pista de baile.

También llegan al matadero de faena, a las tumbas y cruces del cementerio y a la iglesia de San José, que construyó don Zenón Páez de la Torre, y se meten por los pilotes del puente para alcanzar el casi intacto campanario del lugar santo.

La usina, un edificio estilo inglés de tres pisos, cuyo techo asoma sobre las aguas del lago, es el lugar preferido de los instructores de la Agrupación Buzos Deportivos Córdoba (ABDEC), primera escuela nacional de buceo de la provincia reconocida por la Prefectura Naval Argentina.

La usina semeja un enorme laberinto poblado de peces donde los buzos recorren lo que fue la sala de salidas de alta tensión, la de máquinas y la de tableros.

La historia comenzó el 12 de septiembre de 1912, el día en que el doctor Pedro Molina fundó la ciudad cordobesa de Almafuerte, cerca del paraje El Salto, donde su familia había levantado la estancia del mismo nombre, en la mitad del siglo XVII.

Lo llamaron El Salto por la cascada que caía entre las moradas rocas volcánicas del río Calamuchita, o río Tercero, y de ella surgieron otras estancias, La Ventura y La Pirincha, y junto a ellas un caserío, una iglesia y en 1916 la usina hidroeléctrica, obra de los ingleses.

La escuela de buceo ofrece cursos en tres divisiones: capacitación, turismo y trabajos especiales, esta última orientada a buceo recreativo, policial y militar.

Los instructores ya han realizado con sus alumnos entrenamientos en mares de Egipto, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda, el Caribe y la región Amazónica.

La filosofía con la que trabajan es la de "aprendizaje basado en el rendimiento". Proporcionan el equipo de máscara, snorkel, aletas, chaleco, tanques y lastre y realizan las inmersiones que cada alumno necesita.

El buzo Diego Carinci reveló estas ruinas durante dos años, cuando era bombero voluntario de Río Tercero, y lo sigue haciendo desde su cargo en Defensa Civil.

Comenzó las inmersiones con un pequeño mapa, un croquis antiguo, una brújula y un sonar y con linternas de buceo, necesarias para la poca visibilidad del lago cuando se superan lo diez metros de profundidad.

Y dice que mucho lo ayudaron las fotos y los relatos de los lugareños que aún recuerdan aquel doloroso éxodo. Carinci relata la historia de "la casa embrujada", que pertenecía a dos mujeres que sólo venían a El Salto en vacaciones.

Cuenta que fueron ellas las que comenzaron a hablar de "aparecidos" para alejar a posibles intrusos.

Esa casa, con sus columnas, su escalera y el cerco de pircas, es otro de los sitios al que llegan los buzos.

Aún bajo el agua, la casa guarda el misterio de los tiempos en que los mitos eran creíbles y temidos.

Según la historia, el paraje El Salto acampó en 1829 el general José María Paz con sus tropas, donde aguardó la llegada de Facundo Quiroga.

Pero el enfrentamiento que anhelaba Paz no se dio, porque el caudillo riojano tomó otro camino, tal vez alertado de esta emboscada. La muerte lo esperó seis años, en 1835 en Barranca Yaco.