Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El poderoso llamado de la sangre y las raíces

Misión. Tras desandar el sendero de sus abuelos maternos, ayudó a restablecer vínculos entre libaneses que emigraron y familiares que se quedaron en una castigada tierra que renace.
Foto: Juan Corral-La Nueva.

Por Ricardo Aure / haure@lanueva.com

Corría 1924 cuando a Khalil Massud Tanios el destino lo alejó definitivamente de su casa en Fouara, una aldea de la montañosa región libanesa del Chouf. Con una valija llena de esperanzas llegó hasta Jacinto Aráuz, ya como Jalil Tanos, según el documento argentino, y en pocos días empezó a recorrer la zona rural vendiendo un poco de todo, como el típico mercachifle árabe de la época.

Ghanem, que cuando se registró en Buenos Aires fue renombrada Soledad, era de Ain Zhalta, poblado que está a muy pocos kilómetros de Fouara.

Ella, casi una niña, sabía por comentarios de Khalil, y él también de ella, pero recién se conocieron en la pampa argentina. Entre una cultura muy diferente y serios problemas económicos se enamoraron y no tardaron en casarse en un viaje a Buenos Aires. Lidia, cuyo parto fue asistido por el doctor René Favaloro, es la menor de sus 5 hijos. Todos nacieron en Aráuz.

Aunque las emociones estén regidas por la luna, la tierra también ejerce su parte, sobre todo si de raíces se trata. Por eso Guillermo Schwerdt Tanos, el hijo de Lidia, desandando el sendero de sus abuelos maternos, regresó al Líbano en junio de 2013.

--¿Cómo fue posible?

--Gracias a una beca de RJLiban, una organización apolítica de la Unión Libanesa Cultural Mundial. Me fui por 20 días pero como surgió la posibilidad de trabajar en la búsqueda de familiares que están en el exterior (una de cada tres familias tiene a alguien en otro país), me quedé hasta septiembre de este año.

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Con unos 4.200.000 habitantes, según el censo de 2008, y una superficie de 10.452 kilómetros cuadrados (la provincia de Tucumán tiene 22.524), la República del Líbano limita al sur con Israel, al norte y al este con Siria, y con el Mar Mediterráneo al oeste. Las sucesivas guerras desatadas determinaron una constante emigración. Guillermo estima que en la Argentina viven dos millones de descendientes pero que en Bahía Blanca es posible que los sirios sean mayoría. La Fundación Maronita de nuestro país tiene valiosos datos. Brasil y México han recibido a las corrientes más numerosas.

--¿Pese al tiempo transcurrido, aún se pueden reconstruir vínculos?

--Restablecimos vínculos interrumpidos por décadas. Por ejemplo, recibimos datos por escrito, fuimos a los pueblos, hablamos con el moukhtar (el intendente, que a su vez es juez de paz), y llegamos a preguntar casa en casa. Jamás olvidaré a esa señora “corriendo” por las escalares de su casa en Kousba, ciudad próxima a Beirut, para abrazarse con Dimas Chantiri, un descendiente que vive en Rosario.

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“¡Ahla! tfadal” (¡bienvenido!, adelante, en árabe libanés), simboliza un ritual en el Líbano, donde Guillermo afirma que cada día se le rinde culto a la hospitalidad. Por eso es muy común ser invitado a cualquier casa extraña, entrar, compartir un café y seguir el camino.

--Pero esa, al menos en Occidente, no es la imagen más difundida de ese pueblo.

--Expreso lo que vivencié. Hoy se trata de un pueblo de enorme cultura, de paz y de celebraciones. Siempre se encuentran motivos para festejar.

--¿Quedan secuelas de la guerra civil que, entre 1975 y 1990, enfrentó a cristianos y árabes?

--Varias, como pueblos que se abandonaron y que recién ahora se están reconstruyendo. En la capital, Beirut, donde estaba la Línea Verde que separaba a las facciones, perduran marcas para no repetir el drama del pasado. He visto familias mixtas pero también resentimientos, sobre todo en la gente grande. En los jóvenes se nota una sana convivencia. Los musulmanes dicen que son mayoría y los cristianos lo mismo, aunque creo que deben ser el 44 por ciento.

--¿Qué sentimiento prevalece frente a Israel?

--Desde el odio de muchos de los que están en el país a la neutralidad de los que están en el exterior. En 2006, Israel atacó el sur, que fue defendido por el grupo Hezbollah, que cuenta con gran apoyo popular. En el Líbano también hay judíos, pero muy pocos, y disponen de una sinagoga en los suburbios de Beirut.

--¿Cómo incide el conflicto en Siria?

--Intensamente. Tanto que de pronto llegaron unos dos millones de refugiados, en su gran mayoría niños. He visto a muchos de ellos mendigando por las calles.

--¿Y los palestinos?

--Ya están muy integrados a la sociedad. Los campos de refugiados del sur, que ni siquiera están con los alambrados de púas, parecen un barrio más.

--¿Qué despierta la irrupción y expansión del Estado Islámico?

--Rechazo. Un grupo de ISIS intentó tomar un poblado del norte pero fue vencido por el ejército, y hace poco insistió atacando Trípoli.

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En Fouara, entre montañas y olivos de 800 años, viven 500 libaneses de tres apellidos: Elías, Abu Habib y Tanios. Allí, con fuegos artificiales fue recibido Guillermo, 90 años después de la despedida de Jalil.

El abuelo, que nunca pudo volver a su aldea, murió en Bahía Blanca, en 1994.