Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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García Márquez también dejó su marca en el cine

Muchos se ocuparon de la vida y la obra literaria del colombiano, pero pocos de su paso por el 7º arte.
García Márquez también dejó su marca en el cine. Domingo. La Nueva. Bahía Blanca

 Por Agustín Neifert / Especial para La Nueva.

Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1927 y falleció el 17 de abril de 2014. Entre 1929 y 1936 quedó al cuidado de sus abuelos paternos. El abuelo, Nicolás Márquez Mejía, fue un coronel que durante la Guerra de los Mil Días protagonizó 32 levantamientos armados, escapó a 14 atentados y 73 emboscadas. García Márquez lo describió como “su cordón umbilical con la historia y la realidad”.

En 1947, por presión de sus padres, se inscribió en la carrera de abogacía, pero el “Bogotazo” lo dejó sin universidad. Su primera novela, editada en 1955, fue La hojarasca. Luego publicó El coronel no tiene quien le escriba (1958) y Cien años de soledad (1967), su obra cumbre y un exponente del realismo mágico. El autor solía decir que escribió Cien años de soledad el día que se dio cuenta de que todos los colombianos viven en una “suprarrealidad”. Y para graficarla, comentó que en cierta ocasión encontró a un hombre que vendía pequeños cocodrilos. “¿Son de verdad o son de plástico?”, preguntó. “Las dos cosas”, respondió muy serio.

El periodista

Entre 1950 y 1952, García Márquez trabajó en El Heraldo de Barranquilla, donde publicó una columna, titulada La Jirafa, con el seudónimo de Séptimus. En 1954 se integró al diario El Espectador, como reportero, corresponsal y crítico de cine, el primero en ejercer ese oficio en Colombia.

En 1955 publicó, a modo de folletín, Relato de un náufrago, que fue censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla. Para preservar su integridad, los directivos del diario lo enviaron como corresponsal a Europa. En 1959 trabajó en la agencia de noticias cubana Prensa Latina, que acompañó a la revolución castrista.

La obra periodística de García Márquez fue recopilada en cinco tomos, titulados: Textos costeños (1948-1952), Entre cachacos (1954-1955), De Europa a América (1955-1960), Notas de prensa (1961-1974) y Por la libre (1975-1995). En 2013 se editó Gabo periodista, una selección de artículos de “no ficción” escritos por García Márquez, compilados por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, que él fundó.

“Matrimonio mal avenido”

En un texto titulado "El estupor renovado", García Márquez alude a su relación con el cine: “Una pregunta que se ha repetido sin tregua es sobre mis relaciones con el cine. Mi única respuesta ha sido la misma de siempre: son las de un matrimonio mal avenido. Es decir, no puedo vivir sin el cine, ni con el cine, y a juzgar por la cantidad de propuestas que recibo de los productores, también al cine le ocurre lo mismo conmigo”.

Deslumbrado por el neorrealismo italiano, García Márquez aprovechó su permanencia en Europa para estudiar en el Centro Experimental de Cine de Roma, donde tuvo como profesor a Cesare Zavattini, guionista de filmes de Vittorio De Sica, y como condiscípulos al argentino Fernando Birri y al cubano Julio García Espinosa.

En México, donde se radicó tras su experiencia cubana y vivió hasta su muerte, comenzó una activa participación con el cine en calidad autor y/o guionista. De esos años son los filmes El gallo rojo (1964), de Roberto Gavaldón, adaptación del libro de Juan Rulfo; En este pueblo no hay ladrones (1965), de Alberto Isaac, que incluyó como actores a los cineastas Luis Buñuel, Arturo Ripstein y Alfonso Grau; Patsy, mi amor (1968), de Manuel Michel; y Juego peligroso (1966), de Luis Alcoriza y Arturo Ripstein. En los tres últimos también intervino como actor.

En la década de 1970 participó, también como autor y/o guionista, en las películas Presagio (1974), de Luis Alcoriza; La viuda de Montiel (1979), sobre los avatares de una mujer tras la muerte de su esposo, cacique de un pueblo; El año de la peste (1979), de Felipe Cazals, versión de Diario del año de la peste, de Daniel Dafoe; María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo; y El mar del tiempo perdido (1979), de Solveig Hoogestejin.

“Amores difíciles”

García Márquez es autor de los textos de seis películas filmadas en 1988 para la televisión y el cine, encuadradas bajo el título de Amores difíciles. El autor añadió esta reflexión: “Las seis películas, unidas pero distintas como los seis dedos de la mano, están pensadas para ambos medios, condenadas a compartir la casa y el pan, y dispuestas para siempre a hervir el fuego lento en el caldo de los propios antagonismos”. Estos son los títulos: Fábula de la bella palomera, de brasileño Ruy Guerra, sobre un empresario dominado por su madre que lo trata como a un niño; Milagro en Roma, del colombiano Lisandro Duque, sobre una niña que después de 12 años de su muerte mantiene intacto el cadáver y comienza a ser adorada por la gente; y Un domingo feliz, del venezolano Olegario Becerra, sobre un niño que se autosecuestra para cobrar a sus padres millonarios un rescate.

También quedó El verano de la señora Forbes, del mexicano Jaime Hermosillo, con la actriz alemana Hanna Schygulla en el papel de una institutriz perversa; Cartas del parque, del cubano Tomás Gutiérrez Alea, ambientada en 1913 en un pueblo cercano a La Habana; y Yo soy el que tú buscas, del español Jaime Chavarri, cuya protagonista es una modelo que, después de violada, comienza a buscar obsesivamente al violador.

El argentino Birri

En octubre de 1982, la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de Literatura, “por sus novelas, donde lo fantástico y lo real se funden en la compleja riqueza de un universo poético, que reflejan la vida y los conflictos de un continente”.

Con una parte del dinero que recibió compró la revista colombiana Cambio, y otra parte la destinó a la creación de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Se inauguró el 15 de diciembre de 1986 y se aplicó la metodología instrumentada por Fernando Birri en la Escuela Documental de Santa Fe. Birri fue su primer director.

Desde esa fecha y por varios años, García Márquez dictó un taller de guión. Como derivación de uno de los talleres, Ruy Guerra realizó con el escritor, en 1992, una miniserie televisiva de seis episodios filmados en Cuba, titulada Me alquilo para soñar.

Otro fruto de la entrañable amistad entre Birri y García Márquez es la película Un señor muy viejo con unas alas enormes, dirigida por el primero y basada en un cuento del segundo, que según el cineasta santafesino es “una de las obras más hermosas del realismo mágico puro”.

Otros filmes

La creatividad de García Márquez como autor, adaptador y guionista también aparece en Eréndira (1983), de Ruy Guerra, sobre La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada; Edipo Alcalde (1996), de Jorge Alí Triana, curiosa adaptación de Edipo Rey, de Sófocles; Los niños invisibles (2001), de Lisandro Duque, sobre un grupo de niños que siguen las instrucciones de un libro de magia para convertirse en invisibles y poder ver a una mujer desnuda; El amor en los tiempos del cólera (2007), del inglés Mike Newell, que recrea la novela homónima de García Márquez, filmada en Cartagena, Colombia; y Del amor y otros demonios (2010), de la costarricense Hilda Hidalgo. En 1984, los cineastas argentinos Adolfo García Videla y Humberto Ríos realizaron Del viento y del fuego, un documental que narra la filmación de Eréndira.

Pocas de las películas mencionadas fueron estrenadas en la Argentina. Algunas llegaron en formato DVD y otras se pudieron ver en el BAFICI o en el Festival de Cine de Mar del Plata.

A modo de cierre

García Márquez expresó que su literatura es muy engañosa. La gente cree que es muy cinematográfica, aunque no es así. “Es verdad -–afirma Birri-- que posee un universo muy visual, pero esa visualidad es literaria. Lo que es cinematográfico en su obra es la justeza de los diálogos, porque poseen una medida exacta del tiempo”.

“Aun después de haber escrito guiones que luego no reconocía en la pantalla -–comentó García Márquez--, seguía convencido de que el cine sería la válvula de liberación de mis fantasmas. Tardé mucho tiempo en convencerme de que no. Una mañana de octubre de 1965, cansado de verme y no encontrarme, me senté a la máquina de escribir como todos los días. Pero esta vez no volví a levantarme sino al cabo de 18 meses, con los originales terminados de Cien años de soledad. En aquella travesía del desierto comprendí que no había un acto más espléndido de libertad individual que sentarme a inventar el mundo frente a una máquina de escribir”.