Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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"No bajen los brazos, porque a veces las cosas no salen como uno quiere"

Karina Fassi nadó en el río Hudson y sumó otro desafío en aguas abiertas. La voluntad, a pesar de las limitaciones.
Dos escenas del viaje de Karina a EE.UU. A la izquierda, nadando en el Hudson (inferior) y frente a la famosa estatua.

Ricardo Sbrana

rsbrana@lanueva.com

En cada participación Karina Fassi no sólo le gana metros al agua y acumula kilómetros a su historial. Luego de esas brazadas, esta nadadora deportiva de aguas abiertas deja para siempre una estela de admiración y amistades.

Fassi repasó con “La Nueva.” la vivencia de completar la prueba de 3.200 metros alrededor de la Isla Governnors, en Estados Unidos, sobre el Río Hudson. A donde llegó por el dato de una pareja de amigos mexicanos.

“Salí primera en mi categoría. Fue una sorpresa. Pensar que cuando fui por primera vez a una pileta, en 2009, fue para hacer rehabilitación... Ahora ya no lo llamo más así. Desde hace un tiempo lo llamo `entrenamiento´”, contó Karina. Porque lo que comenzó como trabajos de kinesiología en la pileta de Uno Bahía Club como parte del tratamiento de rehabilitación de espina bífida, hoy es el norte. Es la pasión y los sueños. Cumplidos y por cumplir.

“Mis sueños tal vez se vean inalcanzables. Pero son inalcanzables si no los intentara cristalizar. Después, terminan saliendo bien y es maravilloso”, expresó Fassi.

“Cuando me contaron que esta prueba sobre el Hudson era frente a la estatua de la Libertad, en Nueva York, ahí lo empecé a soñar. Lo vi como un desafío tranquilo y muy cuidado, porque las inscripciones se cerraron en 100 anotados. No era algo multitudinario. De hecho fui la única argentina”, afirmó.

Tirarse al agua

Menciona que previo a la competición el organizador de la prueba le preguntó qué requerimientos tendría. ¿Una lancha desde donde arrojarse al agua? ¿Seguimiento permanente con equipo médico?

“Le respondí que no, que podía con todo. Siempre aclaro, cuando llego a cada prueba, que no uso las piernas para nadar, porque lo hago sobre todo con los brazos. Las piernas se me hunden. Bueno, ahora no tanto, la patada me sale un poco mejor. Mando la fuerza por la cadera, pero lo que pasa es que los pies no me responden y por ahí me golpeo pie con pie”, explicó.

“Para nadar me saco las valvas (ortopedia). Las uso un poquito, pero no me sirven para impulsarme en el agua. Lo que estoy tratando de hacer es que las piernas no se hundan tanto, porque antes nadaba como parada y se hundían. Pero esta mejoría lo atribuyo al ejercicio, mi remedio diario”, agregó.

Completó el recorrido en 1 hora y 10 minutos, a un promedio de 2 kilómetros por hora, según calculó.

“El ritmo que llevé fue excelente. Tuve un tramo que nadé contra la corriente. Ahí me di cuenta que el agua del Hudson es salada. Me pasó que en un momento, miré hacia la orilla y vi un barco amarrado. Seguí nadando, seguí nadando y volví a mirar y ¡El barco en el mismo lugar jaja! Como que estaba en una cinta caminadora”, recordó.

“Para evitar la corriente me acerqué un poco más a la isla. Pero los que me supervisaban me hicieron señas para que me alejara porque había mucha piedra. Me abrí un poquito y resolví haciendo brazadas más continuas”, sostuvo.

Nadar y sentir

¿Cuál es la receta de Karina para hacerle frente a los desafíos? ¿Cómo disimula la falta de movilidad de las rodillas hacia los pies como para, por ejemplo, haber estado en las ruinas de Machu Pichu o haberle entregado en mano su libro al Papa Francisco?

“Siempre el foco lo pongo en todo lo que aprenderé de la nueva experiencia. Ya desde el momento en que empiezo a armar la mochila y pongo el pasaporte. Es armar la mochila y sentir esa libertad de decir que no dependo de nadie, que no necesito ayuda o que me acompañen”, dijo.

“Esa libertad que siento me impulsa y me motiva. Aparte, soy súper responsable, no es que me meto en cualquier lugar. Siempre me asesoro y hago cosas seguras. Participo de eventos organizados y cuidados. Acá -cuando nadó en el Hudson- parecía Hollywood... Veía hasta helicópteros sobrevolando”, agregó.

“Mis familiares confían porque saben que lo que más quiero es la vida. No me voy a meter sola, a jugármela... No busco hacer hazañas. Primero porque no le tengo que demostrar nada a nadie. Esto lo hago por disfrute, nadie me obliga. Porque siento emoción, como cuando ví la estatua de la Libertad mientras iba nadando”, dijo.

“Lo mío no es con espíritu competitivo. No voy con la idea de ganar. El otro día me sorprendió porque terminé el desafío y me vinieron a felicitar. Yo agradecía, pensando que era porque había completado el desafío. Pero fue porque había terminado primera en mi categoría. No lo esperaba”, afirmó.

“¡Y no me canso de nadar! Ni siquiera termino agitada. Es un disfrute completo. La natación es mi deporte. Ahí encontré lo que yo puedo hacer... Antes pensaba que el deporte no era para mí y terminé así, ¿No?”, se emocionó.

-Karina, ¿el del Río Hudson fue el desafío deportivo más importante?

-Qué sé yo... El desafío más importate para mí fue caminar. Y lo quiero mantener lo más que pueda. Por eso entreno y paso de la bicicleta a la gimnasia y me exijo y esfuerzo para estar cada día mejor. Y es lo que quiero transmitir al resto: no bajen lo brazos, porque a veces las cosas no salen como uno quiere. Bueno, si pasara que a futuro tuviera que estar en una silla de ruedas, veremos. Pero tal vez en ese momento me diga `ahora sí, me quedo en la silla de ruedas para mirar todas las fotos de todos los lugares que anduve recorriendo y conociendo´. La idea es esa, disfrutar plenamente de la vida, de la libertad y de la salud que tengo. Que no es fácil, porque tengo que remarla todos los días por secuelas, pero ya está. Hay que buscarle la vuelta para ser feliz y llevar una buena calidad de vida más allá de lo que te toque enfrentar.