Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Palacio, Ginóbili y Pella, tres padres que, como hoy, día a día celebran el éxito de sus hijos

José Ramón, Jorge y Carlos se alegran con cada acontecimiento deportivo de Rodrigo, Manu y Guido. Cómo acompañaron su crecimiento y qué les aportaron para que pudieran triunfar en su carreras.
Fotos: Archivo-La Nueva.

Sección Deportes / deportes@lanueva.com

   Ellos los vieron nacer. Ellos los vieron crecer. Ellos los vieron triunfar.

   Básquetbol, fútbol y tenis, tres caminos diferentes transitados por los hijos de Jorge Ginóbili, José Ramón Palacio y Carlos Pella.

   La vida les regaló descendientes con cualidades suficientes para hoy estar considerados entre los deportistas más reconocidos de la historia de la ciudad. Todos, a esta altura, con recorrido internacional.

   Ginóbili tuvo tres hijos. Eligieron ser basquetbolistas. Y, curiosamente, cada vez que surgió uno salió en versión mejorada respecto del anterior.

   Al punto que, en la intimidad de Bahiense del Norte, cuando veían a “Yuyo” y Raquel (su esposa) por el club les sugerían que aprovecharan el tiempo para buscar el cuarto.

   “No me extrañó que los tres llegaran a jugar profesionalmente. Estaban todo el día con la pelota. Les enloquecía el básquetbol”, contó “Yuyo”.

   Los tres mostraron diferentes características.

   “Empezó Leandro siendo goleador; después apareció Sepo, que podía jugar de base y Manu, más tarde, siendo un todo terreno”, enumeró.

   El caso de Palacio, con paso por Boca Juniors, la Selección y, hasta la temporada anterior, en Inter (Italia), tuvo más relación con lo que fue su padre como jugador.

   “Sinceramente, y a decir verdad, no pensaba que Rodrigo iba a llegar tan lejos. Sí quería que hiciera un deporte y, en lo posible, que sea fútbol. Y si bien Rodrigo practicó muchos deportes, de chico ya era la mascota de Olimpo en el fútbol, estaba identificado”, recordó el Gallego, quien lleva la aurinegra grabada en la piel.

   El tenis, un deporte más selectivo en la ciudad, cobró mayor trascendencia a partir del crecimiento y desarrollo de Guido.

   “Siempre pensé que iba a llegar lejos. Por lo menos que iba a traspasar la frontera de la ciudad y el país, en función de lo que venía jugando. Después, si iba a participar de un Grand Slam, de un torneo ATP o iba a ser campeón de Copa Davis, eso ya era futurología. Pero sí se veía que era una persona que jugaba al tenis de manera distinta al resto”, aseguró Carlos.

Lo llevaba adentro

   El aspecto intelectual y las condiciones físicas naturales favorecieron el desarrollo del mejor tenista bahiense de la historia, quien llegó a ser número 39 del mundo tenístico profesional y fue pieza importantísima de la consagración albiceleste en la Copa Davis, a fines de noviembre del año pasado.

   “Siempre le costó, desde chico, tener fortaleza anímica. Pero, a la vez, tuvo un talento innato bastante importante y cualidades físicas muy buenas. Más que todo, al momento de interpretar el juego, de saber jugar, de analizar los rivales. Tenía facilidad para aprender los golpes y practicarlos”, destacó Carlos, quien hace décadas se desempeña como profesor de tenis.

El salto en alto

   De la trilogía Ginóbili se desprendió un “satélite” que, por su capacidad técnica, su fortaleza mental y su inteligencia logró transcender el planeta “tierra”, hasta llegar al mundo NBA.

   “Cuando Manu tenía 15 o 16 años, recuerdo que alguno me decía que estaba para la NBA, pero en ese momento no había ni cerca un argentino. Por eso que llegue fue una sorpresa. No así lo de Europa”, apuntó “Yuyo”, en referencia al escalón intermedio que pisó entre su experiencia en la LigaNacional y la NBA.

   Manu estuvo acompañado de su padre durante el primer mes en Reggio Calabria.

   El equipo participaba en la segunda división de Italia y el bahiense fue decisivo para lograr el ascenso.

   Antes de llegar a los Spurs, Manu ganó dos MVP en las finales de la Euroliga y los campeonatos de Liga y de Copa Italia.

   “Viéndolo de cerca enseguida pensé: 'este acá no va a tener problema'. Y así fue. Ahora, cuando dijo que iba a la NBA le aclaré: 'cambia el juego ¡eh!' Pero bueno...”, contó, a esta altura, tan resignando como orgulloso de su hijo menor, que ya ganó cuatro anillos.

   De todos modos, eran generalizados los interrogantes respecto de las posibilidades reales de Manu en la NBA.

   “Al principio tenía dudas, porque el juego FIBA es totalmente diferente al NBA. Sobresalen las individualidades. Y él debutó defendiendo nada menos que a Kobe Bryant (Los Angeles Lakers). Ese día pensé que le hacía un nudo, je, pero le fue bastante bien”, ironizó “Yuyo”.

Un Palacio real

   La visión de Palacio padre respecto de la proyección de Rodrigo era más optimista que la del propio hijo.

   “A medida que fue creciendo, cambié la mirada. Incluso, cuando ya era adolescente, lo veía progresar constantemente. Me acuerdo que una vez fuimos a ver a Olimpo cuando estaba en la B Nacional, mientras él jugaba en Bella Vista, y le dije que podía jugar en ese nivel. Pero él enseguida me dijo con su perfil bajo característico: 'Y... No sé papá'. Después, superó todos los peldaños desde Bella Vista a Inter”, recordó José Ramón.

   Tal fue esa evolución que, en su camino, Rodrigo se transformó en el único bahiense en participar de dos Mundiales: Alemania 2006 y Brasil 2014, cita en la que incluso ingresó en la final frente a los teutones (0-1), cuando restaban 12 minutos para el cierre de los 90 minutos (se definió en el alargue).

   La figura del padre deportivo es fundamental en cuanto al rol que cumple en la iniciación y constitución de la imagen deportiva de cualquier chico. Sobre todo en el acompañamiento, en el respaldo. Más que nada en cuanto a la identificación.

   Eso sí, también existen algunos padres que a veces se van de los carriles lógicos y presionan un poco más. Depende de la personalidad de cada uno.

   En los extremos de este análisis, en uno podemos ver esos papás que son indiferentes al chico, que realmente no se involucran.

   En el otro tenemos los padres que son muy críticos, entrenadores de sus hijos. Eso tampoco es saludable para el normal desarrollo.

   El joven está formando su identidad de deportista y lo que quiere es aprender.

   No hay que buscar rendimiento en las edades formativas. Sino más bien acompañar, darle apoyo y soporte para que pueda desarrollar cualquier tipo de deporte. En sí, que entienda que esto es un juego.

   Por ello, el seguimiento, el acompañamiento es importante.

   Acompañarlo no sólo desde ir a llevarlo a una cancha de fútbol o básquetbol, o de cualquier deporte, sino también desde las palabras; poder tramitar esas emociones que viven los chicos dentro de la cancha y que después se les trasmite afuera.

   ¿Existe el papá ideal? No, creo que no. No hay libros que hablen sobre cómo serlo.

   Cada padre se va formando mediante las enseñanzas que les va dejando cada uno de sus hijos, teniendo como referente, justamente, a su propio papá.

   Entonces, en esos casos, muchas veces trata de repetir lo que su padre hizo con él, o hacer lo contrario.

Experiencias
El deporte considerado como un proyecto de vida

   Es en vano enumerar las cualidades que brinda la práctica deportiva. Son conocidas.

   Sea cuál sea y en cualquier nivel, amateur, semiprofesional o profesional, el deporte genera beneficios.

   "El deporte, como dice el eslogan fácil, es salud. Y si lo hacés medianamente bien, con un método, te tiene ocupado el cerebro gran parte del día. Cualquier clase de deporte, el más amateur que haya y en el que esa persona pueda estar una o dos horas del día practicando, ayuda a desviar todo el 'bombardeo' cotidiano", aseguró Carlos Pella.

   "Siempre es importante que al chico le guste practicar un deporte. En el caso de Rodrigo siempre estuvo involucrado en el fútbol desde muy chiquito; de eso no me puedo quejar", contó José Ramón Palacio, quien alimenta día a día su experiencia deportiva con los más jóvenes.

   "Yo hablo mucho con los chicos y los papás de la escuelita donde estoy y siempre les digo que practiquen un deporte, sea fútbol, básquetbol o lo que sea. Más allá de que hace bien a la salud, adquieren un compromiso y una responsabilidad que también le va a servir para la vida en el día de mañana. Esto lo saben todos, pero está bueno remarcarlo. También es muy lindo cuando el padre puede seguir al chico y lo disfruta sin pensar que tiene que ser 'un Messi'”, afirmó José Ramón Palacio.

   Algo similar puede sostener con firmeza Jorge Ginóbili: “Aparte de deportistas, se me cae la baba, je, (Manu, Sepo y Leandro) son muy buena gente. Y creo que influye mucho haber crecido en el club. Hay deportes, como el básquetbol, que crea buena gente. Nunca tuvimos problemas con nuestros hijos. Aparte de padre, tenemos una relación muy firme como familia, y eso, con los años, es un regalo de la vida”.

   Sociabilidad, entretenimiento, salud, valores que se originan desde el deporte.

   “Todo el mundo debe hacer deporte porque, seguramente, va a redituar bien en la sociedad. Hoy los más chicos son tremendamente sedentarios. Hay personas que no tienen acceso a la tan instalada tecnología para entretenerse; en definitiva a casi nada. Y esas personas están involucradas en temas difíciles a nivel social y familiar. Si ellas pueden insertarse en el deporte, es una gran ventaja”, analizó Pella.

   Eso es deporte. Integración y un escape al día a día, un significado que, con el paso de los años, Yuyo valora.

   “Para mí significa muchísimo que (mis hijos) hayan salido deportistas. Adoré el básquetbol desde chico, mi padre me trajo acá al club (Bahiense del Norte) cuando era un purretín (sic) y jugué siempre en Bahiense. Jugué ¡30 años en Bahiense! El hecho de que mis hijos continuaran, vivieran acá adentro, llegaran donde llegaron, es un orgullo enorme”, señaló.Hace más de una década que la genética tiene pocos secretos. Hoy por hoy, la biología puede describir casi con exactitud (99%) un genoma humano.

   Algunos heredan cabello liso, otros rizado; algunos tienen ojos oscuros, otros claros. Y así una infinidad de combinaciones que nos hacen a todos diferentes.

   Y Ginóbili, Pella y Palacio también son distintos. Con su esfuerzo y pasión, lograron superar fronteras y transformarse en destacados deportistas de nuestra ciudad.

   Pero...¿qué heredaron de sus padres? El talento, ¿se transfiere?

   “Gracias a Dios del juego, Manu, Sepo y Leandro (Ginóbili) no heredaron nada de mí, je. Hablando en serio, Manu tiene el carácter muy parecido al que tengo yo. Tiene mucho temperamento, toma decisiones, es firme. Yo siempre fui así, de convicciones. No era vulnerable. También tiene algo del carácter de la madre (Raquel), no sé en lo deportivo, aunque ella jugó a pelota al cesto ¡eh!, jejeje”, comentó Yuyo Ginóbili.

   Con ejemplos cotidianos, los padres trasladan valores necesarios para transitar por la vida, como sucedió con José Ramón Palacio y Carlos Pella para con sus hijos.

“¿Qué heredó mío? El colegio es lo primero que me acuerdo, porque yo era medio vago y él también, ja. Pensábamos más en jugar a la pelota que en estudiar. De cualquier manera, terminé el colegio Industrial en Tres Arroyos y Rodrigo el secundario. Y, seguramente, él se portaría mejor. Fui muy responsable en el sentido de no faltar a los entrenamientos, aunque era otra época porque yo era gráfico y trabajaba de noche. Y a él también le gusta entrenar y, sobre todo, cuidarse mucho. A su vez, también tiene un perfil muy bajo y estoy contento porque así le ha ido muy bien. Y eso es una gran satisfacción”, agradeció el Gallego.

   “¿De mí? No sé, bastante poco, la verdad. Creo que la parte de inteligencia emocional y percepción, la debe haber heredado de mi señora (María del Rosario, “Charo”), seguro. De mí, la parte del laburo y el tesón. Porque yo me pongo la orejera (sic) y voy para adelante. Algo de eso ha sacado”, aseguró Carlos.

   De algunos más, de otros menos. De todos se hereda.