Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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“Es difícil en estos lugares hacer ver el deporte como una manera de educar”

Cumple seis años el proyecto que encabeza el bahiense Bruno Cerella en África, donde alienta la actividad del básquetbol y colabora con actos solidarios. Hoy se encuentra en Zambia.
Afectuosos. Dos brazos le bastan a Bruno Cerella para alzar a tres de las niñas zambianas. Dar amor para recibir.

Por Luciano Mutti / lmutti@lanueva.com

Hace seis años, Bruno Cerella se envalentonó por una historia que caló hondo en su interior, tras devorarse las páginas del libro “El despertar del líder”.

Con ese disparador, el bahiense inició el camino de su sueño: sentar las bases para crear una academia conjuntamente con su amigo italiano, también jugador, Tommaso Marino.

Así nació Slum (villas) Dunks (volcadas) y comenzó a visitar asiduamente África. Allí, su único fin fue colaborar con la difusión del básquetbol, “menguar” la pobre realidad con una actividad deportiva y apostar al proyecto solidario.

La primera parada fue en Kenia (año 2011). Luego, le tocó a Zambia. Hoy, Bruno y su comitiva se encuentran en Monze (Zambia), transitando el mes del sexto aniversario de su cruzada. Continúa progresando, siendo solidario y, por sobre todo, feliz.

“Con nuestra idea, tratamos de llevar el deporte (en este caso el basquet) a estos lugares tan marginados y degradados. Nuestro proyecto cumple 6 años de trabajo y con grandes resultados. La gente nos sostiene mucho y, más que nada, las personas que son parte del proyecto cada día se sienten más seguras y convencidas de que el deporte es una herramienta muy fuerte para sacar los niños de la calle y poder educarlos”, indicó Cerella desde tierra africana.

“Dando nuestros primeros pasos en Monze nos encontramos con una realidad completamente distinta a lo que es Nairobi (capital de Kenia), ya que hablamos de una ciudad de 60 mil habitantes y en el corazón de África. Era lo que buscábamos: un lugar completamente distinto a lo que es Mathare, la villa de Nairobi donde tenemos nuestra Basketball Academy, pero con el mismo amor por el deporte y la poca posibilidad para los niños de poder hacer un deporte fuera del horario escolar”, afirmó.

“Es difícil en estos lugares hacer ver el deporte como una manera de educar, de encontrar nuevas oportunidades y de mejorar la calidad de vida. Para las personas es más importante la salud y la educación escolar, como debe ser. Son lugares donde el mañana parece muy lejos, entonces viven el día a día como si fuese el último y no tienen proyección a futuro”, sentenció Bruno.

A Slum Dunk no lo financia nadie. Se las ingenia con sus iniciativas, como la donación de parte de la recaudación de un partido de Euroliga, cenas a beneficio y la realización de 18-20 torneos amateurs donde lo juntado se vuelca al proyecto. Así, dispone de 50-60 mil euros al año.

“Nunca tuvimos ayuda del gobierno”, afirmó.

Debieron dividir el grupo organizativo en dos. Tuvieron éxito en ese continente.

“Nuestra primera experiencia en Monze fue super positiva. Durante dos semanas tuvimos, por la mañana, cursos para entrenadores de primer nivel, con lo básico del básquetbol y qué es importante para ser un entrenador, un educador. Por la tarde, encontrábamos cada día más o menos grupos de 15-20 jugadores con los cuales hicimos entrenamientos liderados por jóvenes entrenadores y nosotros acompañábamos haciendo correcciones”, graficó Cerella.

“En este momento los entrenadores siguen involucrando a jóvenes de distintas escuelas y aldeas de las cercanía. Ya comenzamos a movernos para poder encontrar el lugar donde construir nuestra cancha y comenzar las actividades como una academia", dijo el alero.

La intención es continuar uniendo sitios inhóspitos profesando la pasión por el básquetbol y tratando de que los niños, al menos por algunos momentos del día, se olviden del entorno que los rodea.

“Fuimos visitando aldeas de los alrededores con dos aros que construimos. En el futuro la idea es involucrarlas, darles transportes... Las primeras charlas fueron positivas y nos abrieron las puertas, aún sin estructuras. La primera experiencia la hicimos en una parroquia y veremos cómo se sigue todo el año”, proyectó Cerella.