Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El Super Bowl XLIX, un partido contra los récords de consumo

El megaevento organizado por la NFL proyecta ventas superiores a los 14 mil millones de dólares. Conceptos sobre lo que rodea al, quizás, mayor ícono del consumismo.
Foto: populous.com

Mariano Arribas / Especial para "La Nueva."

Desde Phoenix, Arizona

Una absoluta revolución vive Phoenix y sus ciudades cercanas a partir del desembarco del Super Bowl, el gran monstruo deportivo cuya generación de ingresos supera los límites de lo imaginable.

Hoy me toca ser testigo in situ de este submundo cuasi fantástico y de lo que irradia esta gigante criatura propiedad de la NFL. Describirlo no es tan sencillo porque, para todo extranjero, se trata de un contexto que excede lo racional. Es tan exuberante que parece insano. Y hasta, probablemente, exagerado.

Ves a los billetes verdes circular como vehículos por autopistas. O al plástico pasar de mano en mano cual mate entre ronda de amigos. Ves al país “dueño del mundo” movilizarse hacia el partido en el que todos quieren figurar: jugadores, sponsors, artistas y fanáticos. Sí así es lo evidente, imaginen lo oculto…

Hasta que hacés una pausa. Y pensás. Y te parece increíble que esto lo genere un partido de fútbol americano.

El tema es que lo simple dejó de serlo cuando en 1967 los estadounidenses, auténticos dioses del marketing, vieron potencial en ese simple partido. Se creó un show que sobrepasó lo deportivo. Así, ese simple partido representa hoy poco menos que una excusa para desatar esta ira consumista.

La 49º edición del Súper Tazón generará ventas por 14,3 mil millones de dólares (sí, casi la totalidad de la deuda con los fondos buitres).

Por esta razón, quien resulte ganador entre Seattle Seahawks y New England Patriots --desde las 20.30 de Argentina-- pasará a un segundo plano, por lo menos para los que no son fanáticos.

Batalla vs. la tentación

Phoenix está superpoblada. La capacidad hotelera, casi desbordada. Las estimaciones indican que cerca de un millón de personas llegaron a la ciudad.

Los aires de Super Bowl comenzaron a respirarse el lunes pasado, cuando la NFL y sus máximos patrocinadores acapararon unas diez manzanas del centro, zona que fue demarcada con vallas y una estricta vigilancia.

Allí se montaron las más espectaculares estructuras, ofreciendo ser partícipe de todo tipo actividades, juegos y promociones. Incluso se levantó un escenario con pantallas LED donde tocaron importantes bandas.

Un detalle que llamó la atención fue que, dentro de ese territorio, se permitió la ingesta sin restricciones de bebidas alcohólicas en la vía pública (algo únicamente avalado en un puñado de ciudades). El motivo tiene nombre: Budweiser, sponsor de mucho peso (como ocurrió en el Mundial de Brasil).

Bajo estas circunstancias, las chances de que un paseo inocente se transforme en una pesadilla para nuestras billeteras son altísimas. No cualquiera puede lidiar con el aroma a “hot dog” (5 dólares) o con la imagen de una cerveza fresca (6 la lata). De hecho, me rendí ante ésta última…

Sí funcionó el autocontrol en el imponente Centro de Convenciones donde se improvisó un shopping oficial de la NFL. Lo que se buscara, allí estaba. Camisetas originales (desde 150 dólares), remeras de cualquier estilo (incluso para mascotas), balones, accesorios… Todo, con un sobreprecio considerable. ¿Lo insólito? Un muñequito Lego de Tom Brady, mariscal de campo estrella de los Patriots, a ¡15 dólares!

En el mismo edificio se ofrecía la promocionada “Experiencia NFL”, pero ese ya era otro cantar (35 dólares la admisión). Básicamente, proponía desafíos de situaciones de juego y exhibía uniformes emblemáticos.

Y como despedida, esta singular aventura me regaló un mimo para con mi argentinidad: “Tickets, tickets”, me susurró un hombre en plena calle. La reventa de entradas, a pleno...Llega el tren y emprendo el regreso a casa. Me bajo, reviso la billetera y me enorgullezco: le gané la batalla al consumismo. Al menos hoy.