Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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El regreso de Macri, "el duro"

Los analistas del Gobierno hacen hincapié en ese escenario en el que el presidente sale a enfrentarse directamente con el aparato sindical en pleno.
El regreso de Macri, "el duro". Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

En el gobierno dicen con euforia que Macri sigue dando señales de que está dispuesto a marcarle la cancha a sus enemigos, a los que no quieren que el país tenga éxito, y en general a todo el que se le cruce en el camino. No es un nuevo Macri, advierten. No apareció de pronto endurecido porque sacó chapa de amplio ganador en las PASO. Es aquel joven empresario que espoleado por su padre se modeló en la brava pelea con los sindicalistas de entonces, en tiempos de SOCMA, la empresa familiar.

Aquel “duro”, en todo caso, está de vuelta, nadie ha inventado nada. La decisión de echar a un histórico de Pro como Ezequiel Sabor es toda una señal en esa dirección, dicen las fuentes. Reiteran que Macri buscó dar una primera señal post PASO de ese renovado ejercicio de dureza cuando en una clara jugarreta política mandó al camarista Freiler al juicio político. Y ahora la completó con el desafío en la cara a los dirigentes sindicales que protagonizaron la marcha a la Plaza de Mayo.

Los analistas del Gobierno hacen hincapié en ese escenario en el que el presidente sale a enfrentarse directamente con el aparato sindical en pleno. Además de dar una fuerte señal hacia las elecciones de octubre, donde el oficialismo cree que reafirmará su triunfo de agosto, Macri no se priva de gestos que tienen un desafío mayor: mostrarle a todos los actores que no es Raúl Alfonsín ni Fernando de la Rúa.

A Mauricio no lo van a correr con la Ley Mucci ni se lo tomarán para la chacota, sería el menaje. Y que ningún cacique sindical, por más poderoso que sea, le torcerá el brazo. Todo un signo de esos nuevos vientos es la decisión de soltarle la mano nada menos que a Moyano padre y sus problemas con OCA, a la que, se cuchichea en los pasillos, ya ayudó en una oportunidad con fondos para pagar sueldos.

Es asimismo, dicen los confidentes, una fortísima señal hacia los inversores locales y externos que estaban esperando ver hacía dónde salía disparado el presidente. Su próxima jugada, prometen, será un duro proyecto de reforma laboral que irá mimetizado en la reforma tributaria que entrará al Congreso en noviembre.

Ese “nuevo clima” que se observa, decían en despachos del peñismo, se pudo comprobar en las reuniones reservadas que rodearon la cumbre del Consejo de las Américas. “Allí se respira otro clima, muy distinto del de encuentros anteriores o del que esperaba siempre al presidente cada vez que salía al exterior”, reflejan.

Para el presidente y su mesa chica está quedando claro que los empresarios se mostraron temerosos porque “sobredimensionaron” el poder de fuego de Cristina y minimizaron las promesas del presidente respecto de que “esta vez el cambio va en serio”. “Decididamente ahora confían o exageraron la desconfianza”, dijo el propio Peña en su paso por la cumbre.

A la par, en las reuniones de la mesa chica de Olivos pero también en las que encabeza casi a diario en sus despachos el ministro Rogelio Frigerio se terminó de redondear un dato central de la campaña hacia octubre. El “discurso” ya no será tanto mirar hacia atrás, oponer ante los votantes el pasado kirchnerista con el futuro que ofrece el macrismo. Aunque Cristina y los dirigentes sindicales y sociales se la dejan picando a cada rato y así es imposible abstraerse de esa ayudita.

En concreto de aquí a octubre se hablará casi sin respiro del plan de obras públicas, y eso servirá tanto para Buenos Aires como para el resto del país. María Eugenia Vidal dio el primer paso el miércoles al inaugurar obras en el conurbano. “Vamos a ir directamente a los bifes, a lo que le interesa a la gente que es contarles las obras que estamos haciendo en su cuadra, en su barrio, en su territorio,”, dicen cerca de Frigerio, que es uno de los armadores de la estrategia.

La decisión de no hacer tanto foco en la corruptela de la larga década ganada se remite a la lectura de las encuestas que aterrizan en Olivos y la Rosada: la preocupación ciudadana por la corrupción figura en cuarto lugar detrás de otras asignaturas pendientes como el desempleo, la inflación o la inseguridad.

De todos modos la tentación siempre está a la mano. Por eso no debió extrañar que durante la semana el Gobierno pareció más apurado que la Cámara Electoral en anticipar que Cristina ganó las elecciones bonaerenses. Resultado que se conocería mañana y que le permitiría a la doctora organizar un gran festejo y mostrarse, tal vez, menos “Heidi” que en la campaña pasada. Y más concentrada en culpar a Macri por los pobres, el hambre, el desempleo y de tener “escondido” al militante de izquierda Santiago Maldonado, que de escuchar en escenario 360º supuestos desamparados del modelo neoliberal que después aparecían como candidatos en las boletas de UC. A Macri “le conviene” que gane Cristina.

Sería el estreno de la película “Recuerdos del Pasado II”, después de la primera parte que protagonizaron el martes en la Plaza los muchachos camioneros agarrándose a palos y destrozando cruces de Malvinas.