Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Entre el entusiasmo y la realidad

Entre el entusiasmo y la realidad. Crónicas de la república La Nueva. Bahía Blanca

El Gobierno avanza hacia las elecciones de octubre en medio de un camino que -pese a los entusiasmos oficiales y a apuestas fuertes como llenar el país de obra pública para que la vea cada vecino desde la puerta de su casa- persiste en mostrarle baches a la vuelta de cada curva. Con luces y con sombras.

Se perfila, ya se ha dicho, la idea duranbarbista según la cual el ciudadano no votará con el bolsillo sino en función de factores que tienen que ver con la política más que con la economía. Ejemplos: la reencarnación del viejo "yo o el caos" que utilizaron otros gobiernos y que en este caso encajaría en seguir hacia un futuro mejor pese a los tumbos del presente, que volver al pasado populista, autoritario y corrupto de la larga década kirchnerista-cristinista.

O mostrarse como el paladín de la lucha contra la corrupción mientras algunos trapos familiares de antaño no terminan de lavarse. Más allá de que esa alquimia deberá probarse en los hechos, hay por un lado alguna contradicción que encima proviene del propio consultor ecuatoriano. Ha dicho y escrito que sólo el 30 % de los argentinos está interesado en la política, y dentro de ese grupo encima convive lo que él mismo y Mauricio Macri bautizaron como el "Círculo Rojo". ¿Entonces?

Además el Gobierno y el propio presidente encuentran ahora mismo algunos frentes abiertos y un par de dudas. Según aquel credo no debería preocupar, pero en la Casa Rosada revelan que hay ceños fruncidos por la falta de noticias sobre la llegada de las inversiones tantas veces prometidas.

Macri dijo días atrás que con su gira por China y Japón daba por clausurada la etapa de promover el regreso de la Argentina al mundo. Y que ahora debería recogerse el fruto de esos y otros varios destinos. Pero la realidad indica que a 18 meses de gestión, el Gobierno no pudo anunciar el asentamiento formal de ninguna nueva inversión, más allá de promesas y firmas de cartas de intención. Por allí se entendería además la obsesión por inundar la geografía de obra pública, pero financiada con fondos del Estado, no con privados.

Esto se engancha con otro dilema en torno a la marcha de la economía: la inflación, un punto que, mal que le pese a Durán Barba, seguramente pesará a la hora de entrar al cuarto oscuro. Está bien el entusiasmo pero, a priori, resulta bastante dificultoso acepar que el malhumor social no influya en las urnas, en especial porque se trata de elecciones donde no se vota gestión, lo cual también genera prevenciones.

Los estrategas oficiales han convencido a sus jefes que esta vez será distinto porque el ciudadano desea mostrar que no quiere retrocesos. Es el mismo sentimiento, aunque con costos sideralmente opuestos, que expresan aquí y en el exterior los empresarios y eventuales inversores que cada vez que se enfrentan a los reproches del Gobierno por "no jugarse" en este tiempo crucial del país los frenan con la misma pregunta: "¿Y si ella gana en octubre y queda bien parada para 2019?"

La otra mirada crítica por estas horas gira en torno al caso Odebrecht. Más allá de los evidentes impulsos que por orden presidencial pilotea el ministro de Justicia para que la investigación en torno al pago de coimas de ese gigante brasileño de la construcción avance y permita saber quiénes cobraron de este lado de la frontera, al mismo tiempo el macrismo no pudo desactivar del todo la suposición generalizada entre observadores y analistas sobre la existencia de una gigantesca malla de protección que integrarían jueces, políticos, legisladores, lobistas, hombres de negocios y funcionarios, aunque la lista es más larga.

En esa trifulca se han trenzado cristinistas y macristas que se acusan por igual de ser beneficiarios de aquellos pagos ilegales. El Gobierno dice que si todo sale a la luz, -algo harto difícil, al menos en el camino hacia octubre,según el magro resultado que se traen los fiscales que fueron a Brasilia- se sabrá quiénes fueron los funcionarios del anterior gobierno que están involucrados. Desde la otra vereda machacan con los pecados familiares de la familia Macri, tanto de Franco Macri como del primo Ángelo Calcaterra, que contrataron obra pública durante la larga década pasada.

“Ni le soltamos ni le agarramos la mano a nadie, no nos van a correr por ese lado", dicen fuentes de la Jefatura de Gabinete, a tono con Marcos Peña, que esta semana se trenzó en duelo con el bloque del Frente para la Victoria durante su paso por el Congreso.

"Nos quieren colgar el sayo del primo, pero la orden del presidente es no defender a nadie, sea quien sea, que se sepa toda la verdad", abundan los confidentes. El propio Macri completó la jugada al hablar en la Bolsa de Comercio, al asegurar que ni él ni su Gobierno tienen nada que ocultar. Cabría recordar, para no ser tomados por desprevenidos, que por indicaciones de Macri, Calcaterra se desprendió oportunamente de su negocio con Odebrecht en la obra del soterramiento del ferrocarril Sarmiento y lo pasó a manos del Grupo Mindlin.

Para decirlo en pocas palabras, el presidente prefirió curarse en salud, aunque le haya dado letra a sus enemigos kirchneristas.