Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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El Gobierno y las estrategias de doble filo

Hay un dato que valdría la pena reiterar antes de avanzar en el conteo de otra semana complicada: en el Gobierno no todos se postran ante la biblia de Durán Barba, ese decálogo de estrategias, posturas y discursos que, por lo general, Mauricio Macri aprueba. Y ejecutan con precisión de orfebres el séquito más poderoso de la administración que componen Peña, Quintana y Lopetegui. Al pasar, conviene recordar que el trío ya se cargó a Prat Gay, Melconian, Costantini, Regazzoni y Conte Grand, el segundo del ministro Garavano.

En tales disidencias se escuchan críticas, que no son nuevas, sobre esos preceptos que el ecuatoriano supone infalibles. Es en esos sectores donde por estos días cunde la presunción de que el Gobierno está utilizando armas de doble filo para salir del marasmo político y económico en el que está metido. No es distinta de la que ya han expresado periodistas, analistas y consultores.

Podrían enumerarse tres de esas estrategias en las que al Gobierno le puede salir todo bien como le puede salir todo mal. No descubren la pólvora quienes dicen que con un peronismo que ya sufre clara abstinencia de poder -algunos más que otros, como el cristinismo duro- una derrota en octubre sería directamente catastrófica.

Para empezar, y no de ahora, hay quejas por la persistencia en entronizar a Cristina Fernández como la única contrincante de Macri sobre el ring. Aquel "ella o yo" que pronunció Mauricio en una reunión de mesa chica cuando despuntaba la campaña. Si la doctora es candidata en octubre lo será en la provincia de Buenos Aires, de eso nadie tiene dudas.

Cultores del “antiduranbarbismo” han alertado sobre una posibilidad que hoy ninguna encuesta puede descartar seriamente: que Cristina se presente y gane. Ella tiene una intención de voto muy afianzada, el núcleo duro del kirchnerismo y sus aliados de la izquierda, que ronda el 25 % de piso. Ningún otro posible candidato, ni siquiera el Frente Renovador y la eventual dupla Massa-Stolbizer, tiene esa intención de voto.

Y Cambiemos, en tanto, figura tercero con cualquier alquimia que se ensaye. Carrió y alguien más en la fórmula (Facundo Manes, Gladys González, Esteban Bullrich) ha sido la más monitoreada, siempre con el mismo resultado. Ya se ha dicho que Lilita mide muy bien en la Capital y en algún punto del interior de la provincia. Pero en el conurbano perdería por paliza.

¿Y si Cristina gana en octubre?

Consultores dicen con razón que en las elecciones de medio tiempo no hay un "resultado nacional", sino que importa quién gana en Buenos Aires. El ejemplo más concreto fue la derrota de Néstor Kirchner a manos de De Narváez en 2009. El FpV ganó ese día a nivel país, pero lo que resaltó fue la caída del expresidente. Peor todavía: si Cristina gana, al día siguiente de su triunfo se instala como candidata para 2019. La pregunta que se hacen en aquellos despachos y entre analistas: ¿quién gobierna en medio de ese previsible calvario?

La siguiente crítica es al hecho de que, desde el mismo Gobierno, se advierta que existe un plan para desestabilizar a Macri para que se vaya antes. Uno a uno los funcionarios han ido escalando en esa estrategia y ahora acusan directamente a la expresidenta de dirigir ese plan desde Santa Cruz.

Pregunta que los puristas del macrismo no podrían responder, pero que se cae de madura. ¿Por qué el Gobierno le da letra a esa supuesta intentona golpista? ¿Por qué, si tiene datos concretos, no hace la denuncia a la Justicia en vez de menear la información por los medios todos los días?

Siguiente interrogante, más grave: ¿Quién va a invertir en el país si el propio Gobierno anda diciendo que lo quieren voltear? Inexplicable, cuando se sabe que esas amenazas provienen de un pasado al que la sociedad no quiere volver: el cristinismo recalcitrante, La Cámpora, la runfla de impresentables que los acompaña y la izquierda siempre lista para subirse al colectivo de turno.

No hay prédica de confianza que valga si un Gobierno se engancha, o alimenta, el supuesto de que el peronismo lo quiere empujar a no terminar su mandato. Más cuando los inversores, actuales y futuros, piensan en el largo plazo. Es curioso que lo recite el propio Macri, en una clara contradicción de ese mal juego que están jugando.

El Gobierno, finalmente, se queja todos los días de la ola de piquetes que se ha desatado, pero siempre termina en lo mismo: sentando a los piquetetos a la mesa de Carolina Stanley para negociar nuevos planes o prebendas. Conclusión: al día siguiente hay mil piquetes nuevos o los mismos de antes, pero que ahora piden otra cosa.

Macri rechazó esta semana un pedido de Patricia Bullrich para aplicar el protocolo antipiquetes en la Panamericana y el Puente Pueyrredón. Y reclamó "nuevos métodos". No hay otra manera de poner límites o desalojar sin aplicar cierto rigor, aunque sea mínimo.

No hay por cierto un mensaje a la sociedad absolutamente mayoritaria que sufre este despropósito y ve cercenada su propia libertad. Eso también puede pesar en octubre y volverse un pelotazo en contra...