Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Primeros reclamos para "recalcular"

Hay al menos un par de vías de análisis, de nueva hoja de ruta que va ganando adeptos dentro de las segundas y terceras líneas de gestión del gobierno, y aún en algunos despachos del gabinete. Primero, que el presidente ha acusado el golpe de los últimos cimbronazos y errores forzados o producto de impericia pura.

Se refieren a los que venían de antes, como el caso del Correo, los tropiezos judiciales de Gustavo Arribas, el fallido descuento a los jubilados, y también a males nuevos como la obligada marcha atrás con Avianca, el paro docente y su impactante marcha del lunes, la no menos multitudinaria concentración de la CGT del martes, el reclamo de los movimientos sociales y el plan de lucha que iniciarán esta semana, más los dolorosos datos del aumento de la pobreza en el último año y medio, y una inflación de febrero que sorprendió hasta los propios funcionarios por lo elevada. Un 2,5 % que presagia al menos un 2 % para marzo y casi un 8 % acumulado en el primer trimestre. Lo que torna casi imposible cumplir con la meta del 17 % proclamada para todo 2017

De manera que el rumbo absolutamente errático del gobierno en febrero y en lo que va de marzo no ha sido inocuo para sus máximas autoridades. En segundo lugar, o justamente como consecuencia de ese estado de cosas, se sostiene en aquellos análisis que el presidente estaría dispuesto a hacer correcciones, más allá de mantener en alto sus consignas públicas acerca de no aflojar, ir todos juntos, no darle lugar a aquellos que quieren que al gobierno le vaya mal, que son los mismos que le dejaron la pesada herencia.

En algunos despachos se entendía por "correcciones" cambios en el gabinete lisos y llanos. No de políticas sino de ejecutores. Hay funcionarios que o no cumplieron las expectativas o están desgastados y no generan confianza. Justo cuando el gobierno necesita que la sociedad confíe en que pese a todas las penurias, el camino es el correcto y las mejores se verán probablemente antes de fin de año. Si es posible, rogará un secretario mientras repasa números, antes de las PASO de agosto. Hay nombres y apellidos en esa lista que ha comenzado a circular, a la par de la consabida desmentida de Peña y Frigerio.

En paralelo a esa toma de conciencia y disposición a meter mano del presidente, hay otra línea de acción que pareciera profundizarse mientras se suceden las malas noticias. El presidente, dicen, ha comenzado a poner el oído como nunca antes a otros actores de su entorno, o del círculo más alejado de gestión. Extiende ese radio más allá de la "mesa chica", o de lo que discute con Vidal y Rodríguez Larreta en sus almuerzos a solas. "Tiene que dejar de escuchar tanto a (Jaime) Durán Barba y terminar con el perfil del presidente zen", sería uno de los mensajes.

Otro: no debería olvidar que el kirchnerismo puro y duro ha reforzado su plan para que se vaya antes del poder, pero también para emparentarlo con De la Rúa o con alguien que sólo gobierna para los ricos.

Parafraseando a Pablo Moyano, que dijo que el escándalo del martes al término de la concentración de la CGT con su padre "no pasaba", en un ministerio dicen que otro hubiese sido el escenario actual con un presidente menos atado a las consignas de sus gurúes y más cercano al político que se mostró en la Asamblea Legislativa. Podría haber evitado, dicen, todo lo que le pasó este año con un febrero malo y un arranque de marzo decididamente para el olvido. Puede ser, pero no siempre es una verdad irrefutable aquello de que el partido desde afuera se ve mejor. Si existe tal cambio, debería entenderse entonces la decisión de dejar para más adelante el aumento del transporte, desdoblar el pago de la tarifa de agua en el conurbano o el del gas, que se terminara de pagar en 2018.

El ala dura del gabinete o el ala política (Frigerio, Monzó y los radicales Sanz y Negri) es cada vez más crítica de Durán Barba y por extensión de Marcos Peña, su principal sostén y mentor. Lo que los coloca de aliados con Elisa Carrió, que ya le pidió a Macri -y no de ahora- que se lo saque de encima. Ellos creen que hay que salir del "estado zen" porque del otro lado el sindicalismo está metido en una disputa de poder en la que también intervienen la izquierda y la tropa de Cristina. Y la pelea es por el control de la calle, que claramente el macrismo va perdiendo.

El crédito con la sociedad se agota más rápido de lo aconsejado en especial porque los datos sobre la pobreza lastiman a sectores de menores recursos que en 2015 votaron esperanzados al gobierno y hoy o siguen en la pobreza o cayeron en la indigencia, según los datos de la UCA. Ya no alcanzaría con recitar "Se puede", "Juntos podemos", y "No aflojen", entre otros eslogánes que empezarían a sonar vacios.

El dato más serio para todos por igual, conformistas y quejosos, son las encuestas que muestran que en dos meses Macri perdió 10 puntos de imagen y su gobierno otros 10. No son sondeos del kirchnerismo ni destituyentes: los mostró Durán Barba a los postres de aquel almuerzo con Vidal y Larreta y fueron encargados por el gobierno.