Bahía Blanca | Martes, 19 de marzo

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Factores que empiezan a influir de cara a octubre

Esta semana había un optimismo apenas disimulable entre estrategas del gobierno que se quedaron en Buenos Aires mientras Macri buscaba en Madrid los oropeles que tanto se le niegan tierra adentro. Como solía pontificar Raúl Alfonsín, “es fácil ser toro en rodeo ajeno”. Esos rostros encendidos tenían que ver con un dato puntual: la decisión de Cristina Fernández de convocar a la marcha del 7 de marzo que realizará la CGT y a la que también adhiere el Partido Justicialista. Que para más, no pudo evitar que un grupo de ignotos diputados con el veterano José Luis Gioja a la cabeza pidiese el juicio político del presidente. Un paso que para gusto y paladar de la santísima trinidad de la Jefatura de Gabinete huele a golpista y destituyente. Entienden esos coroneles en jefe la llamada de la doctora a sus fieles como lo que parece ser: una jugada para adueñase de la concentración que impulsan sus odiados compañeros sindicalistas, y si resulta exitosa, como todo parece indicar que así ocurrirá, ella buscará erigirse como la “gran convocadora”. De paso busca meter en segundo plano y relegar a las páginas interiores su paso de ese día por los tribunales de Comodoro Py y más precisamente por el despacho de su también odiado Claudio Bonadio. El único juez, dicen en los pasillos de tribunales, que está verdaderamente en condiciones de mandarla presa en algún momento de acá a fin de año.

Ese tuit de Cristina supuso música para los oídos de los apóstoles de Durán Barba, y un palazo detrás de la oreja para el peronismo que no quiere saber nada con su antigua jefa, a la que le adjudican alguna chance, si se presenta, en la interna partidaria de agosto, pero ninguna si llega a la contienda de octubre. Lo decía tras aquella convocatoria a marchar un peronista que sirvió a los Kirchner pero que ahora cree que son otros los tiempos y que reconoce en especial como cierto el hartazgo de la ciudadanía y su rechazo a cualquier vuelta al pasado. “Con la poca oferta que tenemos y ella con un 20 o 25 por ciento de voto duro te puede ganar la interna, pero jamás la elección”.

 Este último parece ser un dato que se acerca bastante a la realidad que están marcando las encuestas y los análisis de consultoras, algunos de los cuales llegaron esta semana en sobre cerrado a despachos del primer piso de la Casa Rosada. La gente está enojada, ansiosa y desesperanzada en buena medida con Macri por la demora de la reactivación, por la pérdida de empleos o simplemente por una política económica que pese a los conceptos grandilocuentes de los funcionarios no deja de dolerles en los bolsillos. Pero si algo ha demostrado es que no quiere volver atrás. Rechaza un nuevo gobierno kirchnerista a la vieja usanza. Eso alcanza y sobra para entender el entusiasmo de algunos funcionarios por descorchar champán, habría que ver si no están pecando de apresurados, o por banda contraria el visible enojo de la CGT con Juan Carlos Schmid a la cabeza, que reclamaron que nadie pretenda politizar la marcha de rechazo a las políticas económicas del 7 de marzo. O sea Cristina, más claro echarle agua.

Entusiasmos reales o ficticios al margen, lo cierto es que Macri en el mientras tanto deberá moverse con pie de plomo. Todos coinciden en que la luna de miel, si es que quedaba algún tímido resplandor, se terminó a fin de año. Ya no hay más margen para errores, forzados o simples errores de cálculo que es todavía más preocupante. La zaga del Correo que cada vez pareciera oscurecer más antes que aclarar, el fallido con los jubilados o el decreto de las ART que debió ser corregido con una ley (el gobierno debería probar alguna vez con intentar entrar por la puerta y no por la ventana) le propinaron al presidente y a su gobierno la peor semana de todas las que lleva en el poder. Para colmo todos los indicadores de las consultoras dicen que en ese penoso trance perdió varios puntos de imagen, aunque sigue siendo alta para los tiempos que corren. Nada para desesperarse, pero ahora y de pronto todos están con un ojo en la gestión y el otro en la calle. “Menos redes sociales y más contacto con la gente”, se quejó un peronista que trabaja para el ministerio del Interior.

Los datos duros de la economía, salvo alguno con cuentagotas, dan a la baja. Y si algo se ha reactivado en el primer trimestre es la venta de autos 0 kilómetro, el campo, y ¡el empleo público! El gobierno le suma un foco de conflicto que todos veían venir en la medida en que se acelera la campaña, que es el avance de los gremios sobre la calle, el viejo y esperado reclamo de los docentes kirchneristas que lo único que quieren es complicarlo a Macri, y una pretendida pátina de unidad, que se verá con el tiempo si es real o pura hojarasca, del peronismo de la provincia de Buenos Aires con un llamado a la unidad de todos los sectores y a encolumnarse detrás de la figura de Cristina.

Macri se trae de España un conjunto de buenas intenciones, de promesas, y elogios para su plan de reforma y la "nueva cara" de la Argentina (Rajoy, Felipe, empresarios), pero nada de esto se verá ahora. La desconfianza sigue y costara levantarla. Previsibilidad y reglas de juego clara no se consiguen de un día para otro, fue el mensaje de los españoles tanto desde el gobierno como de los empresarios.