Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Los márgenes son cada vez más angostos

Acento en lo social, políticas de infraestructura y consolidación de un escenario de reglas claras para atraer inversiones. Son tres de las áreas que visualiza Mauricio Macri y su equipo para encarar un año electoral como 2017, donde los márgenes para encontrar la salida al parate económico, retener el favor del ciudadano de a pie en las encuestas y obtener encima, y todavía, un poco más de paciencia, son cada vez más estrechos. Por si faltase algo, para desesperación de algunos confidentes, con un presidente que sigue en modo zen, como si eso solo bastara para salir adelante en medio del sinfín de contratiempos que tiene por delante después de un primer año decididamente complicado.

El retiro de Chapadmalal es un ejemplo acabado de ese proceder. Macri no vería razones para cambiar el rumbo ni para reemplazar ministros. Cree que está bien así como va, que el año que viene aquellas y otras políticas se van a notar. Nadie lo objeta a su alrededor.

Mientras esto sucede la oposición se endurece y convierte en un terreno áspero otro casi asfaltado como fue el Congreso tal y como funcionó en estos doce meses.

Claro, todos están en campaña. Y para Macri y su entorno, Sergio Massa más que ningún otro. "Es el rival a vencer" dicen ahora en aquellas confidencias después de comprobar la orfandad que cada vez mas rodea a Cristina Fernández. O de aceptar que no podría descartarse hoy mismo, como nada se descarta en política, que finalmente para las elecciones del año que viene y urgidos a retomar el poder como cuadra a todo buen peronista que padece el mal de oposición, el justicialismo de todo pelaje y color termine cerrando filas en torno a una sola figura.

Massa no tendría por ahora esa chapa de líder, pero ha sabido pararse como primer opositor en el Congreso y hasta le hizo una trapisonda a Macri cuando lo primerió con el proyecto de Ganancias en un lanzamiento hotelero que se pareció bastante a un acto de campaña presidencial.

Esa, la del proyecto de Ganancias, es en el corto plazo una batalla que Macri casi ha ordenado no perder. No le va a entregar esa cucarda al tigrense. "Oportunista", suele decir del líder de FR en las charlas privadas de Olivos.

De vuelta al futuro, el gobierno no desconoce el terreno que pisa. Mira hacia atrás y ve un año que para algunos ha sido para el olvido, mientras que los más benévolos sostienen que desde lo institucional fue más que aceptable. Nadie imaginaba que así seria cuando en medio de aquel clima irrespirable Cristina no fue a entregar el bastón de mando y sus tropas se preparaban para aguarle la fiesta al nuevo presidente y buscar por todos los flancos que se fuese antes de tiempo. Hoy el dialogo maduro que muestran en público Nicolás Massot y Axel Kicillof, o el acompañamiento del FpV que lidera Máximo Kirchner en la sanción del Presupuesto, son apenas dos nuestras de ese cambio de clima institucional.

Cabria redondear sólo con recordar que ese Congreso donde Cambiemos es minoría en ambas cámaras sancionó este año 105 leyes, casi todas por consenso entre todos los bloques. Macri no pierde las esperanzas de que los gobernadores peronistas vuelvan por sus fueros y le apoyen el proyecto de ley de reforma electoral. El presidente culpa de aquel fracaso de hace dos semanas a cuatro senadores, encabezados por el ultracristinista Marcelo Fuentes, y otro lote igual de gobernadores a los que comanda el eterno formoseño Gildo Insfran.

Ese terreno en el que se mueve está ahora mismo plagado de contratiempos. La caída de los niveles de producción industrial y de la construcción en noviembre fue un dato que amargó a muchos y sorprendió a otros en el gobierno, que se había quedado atado a algunos "brotes verdes" en agosto y septiembre y a la leve baja de la inflación.

El presidente sabe que tendrá que repechar la cuesta: hay urgencias sociales para socorrer a los millones de necesitados, de obra pública para contener a las provincias y operar sobre los gobernadores, y de infraestructura para atraer inversiones privadas, que serán la base de lanzamiento para la campaña 2017. Claro que lo que no le sobra es tiempo. Para las primarias de agosto faltan apenas ocho meses largos. Será por eso que el presidente dijo por primera vez esta semana que "es crucial" ganar las elecciones que vienen. Un apuro que no había mostrado semanas atrás Marcos Peña, cuando consideró que el resultado de 2017 "no cambia nada" porque no visualizan un cambio drástico en la relación de fuerzas.

Con aquella frase Macri plantó en el escenario un razonamiento que es general entre analistas y consultores: el oficialismo debe necesariamente ganar en octubre no solo para llegar sin sobresaltos a 2019 sino para aspirar a la reelección. El propio presidente ha dicho esta semana que necesita "ocho años" para alcanzar las metas que se ha propuesto.

Macri, tras el paso por Chapadmalal y pese a algunas disidencias públicas, como la de Monzó, y otras tantas que se hacen en privado, ha tomado una decisión para enfrentar el desafío. Fortalecer, y de ningún modo romper, la coalición que lo llevó al poder.