Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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López, CFK y el resto, los mejores estrategas de Macri

José López, exsecretario de Obras Públicas K, fue detenido por la policía cuando intentaba ocultar u$s 8.982.000.

Después de tiempos duros en los que el gobierno pareció no encontrarle la vuelta a una situación económica difícil que además se aletargaba a la espera del famoso “segundo semestre”, Macri se encontró con su mejor semana desde que llegó al poder. Paradojas de la política argentina: ese estado de bienestar vino de modo central por el aporte invalorable de sus enemigos. Aquellos que en las sombras planean desestabilizarlo para que se vaya cuanto antes.

Llegó de la mano del excéntrico José López revoleando bolsas con millones de dólares de la corrupción en un convento de General Rodríguez; de la mano de Cristina Fernández, que ante la evidencia obscena y no sólo la sospecha de que durante su gestión se enterraba plata mal habida, reaccionó como si hubiese vivido los últimos 12 años en el Uruguay y no al frente de una organización que antes había comandado su marido, dedicada a enriquecerse ilícitamente mediante los asombrosos sobreprecios que se obtenían en la construcción de la obra pública.

Llegó también a través del estrambótico Luis D´Elía, que acusó al exsecretario de Obras Publicas de ser “operador de Macri”, o de la deslenguada Hebe de Bonafini, que no encontró mejor argumento para zafar que acusar a López de ser un infiltrado del periodismo dentro del movimiento nac&pop. Ignoró deliberadamente un antecedente que la expone aún más groseramente: cuando ella se acercó a Kirchner en 2003 y lo amenazó con que le harían la vida imposible si no agarraba la bandera de los derechos humanos, con Oscar Parrilli de testigo, Lopecito (como lo llamaba Néstor) ya hacía 20 años que se encargaba de corromper empresarios de la construcción y recaudar para el matrimonio.

La algarabía que reinaba en algunos despachos de la Casa Rosada durante esta semana no será fácilmente olvidada, pero además ofrecerá más capítulos durante bastante tiempo a partir del apuro que muestran ahora los jueces por investigar la matriz corrupta del gobierno anterior.

López mató al kirchnerismo, o lo que quedaba de él, de un balazo en el pecho. El peronismo tradicional ya traza planes para consumar en los hechos la maniobra que venía urdiendo a la sombra de sus despachos: hacer desaparecer hasta el sello del Frente para la Victoria de la vida política argentina.

“Olvídense de las elecciones del año que viene y de las presidenciales también, de esto no volvemos”, decía el jueves un exfuncionario kirchnerista que bancó el modelo pero sin el añadido de la corrupción como sello indeleble de una larga década.

Ganancia pura para Sergio Massa, pronosticaban en otros despachos del PJ en el Congreso, ahora que el tigrense, y a la luz de lo ocurrido, intentaría ser el referente de todo el peronismo que anda a la búsqueda de un líder y necesita reponerse de semejante paliza. Un terremoto que, como consecuencia o como prueba del impacto, dicen que demorará por ahora sin fecha la salida al ruedo de Florencio Randazzo, que ya tenía motor en marcha con la mira en la carrera hacia 2017.

Volvamos a Macri. El presidente logró reafirmar su capacidad para negociar sin mayorías parlamentarias. Se asienta en la confianza de negociadores natos como se ha probado que son Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y Federico Pinedo. Claro que del otro lado hay ahora peronistas que no comen vidrio como Miguel Pichetto o el gobernador Urtubey, y hasta el propio Massa en busca de su propio rol. El Congreso fue testigo privilegiado de todo eso.

El gobierno logró un contundente apoyo opositor a la ley que beneficia a los jubilados y promueve el blanqueo de capitales. También consiguió, con el aporte de una mayoría significativa, el acuerdo para que Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz se conviertan en nuevos miembros de la Corte.

Por si fuese poco, el mismo día que el enajenado rostro de López protagonizaba una auténtica cadena nacional, el ahora ágil juez Casanello dictaba el sobreseimiento definitivo de Macri en la causa de las escuchas telefónicas. La frutilla del postre vino por el lado de Francisco. La documentación oficial demostró sin segundas lecturas que no fue Macri el que intentó hacerle un favor al Papa cuando le otorgó el subsidio a Scholas, rechazado por Su Santidad, sino que fue la propia institución pontificia de beneficencia la que había pedido fondos para mantener su delegación en Buenos Aires. Ya se vio: Francisco tuvo que recular y casi sin eufemismos acusó a sus delegados de Scholas de “estar cayendo en los caminos de la corrupción”.

Hubo indicios además de que la salida de la malaria patentizada en aquel “mayo horrible” que definió Federico Pinedo no estaría finalmente tan lejos. Se produjo la tan anunciaba baja de la inflación, y se reafirma una tendencia que se haría más visible hacia fines del último trimestre. En el medio, el gobierno anunció la llegada de inversiones concretas por u$s 4.000 millones, y aprestos empresarios de aquí y del exterior por otros u$s 22.000 millones para los próximos cuatro años.

Un reduccionismo que campea entre no pocos funcionarios oficiales sostiene que todo lo ocurrido le consigue al presidente algo que andaba necesitando: un poco de tiempo. Con jueces apurados, todo indica que las investigaciones sobre la corrupción sistémica del kirchnerismo van a seguir por un largo tiempo, y de no mediar trapisondas inesperadas, continuará “hacia arriba”. Es decir que en la mira de los magistrados están ahora mismo otros personajes de esa trama. Como Julio de Vido. Y más al sur, la propia Cristina.

Para más datos: la saga que ya tiene presos a cinco protagonistas de la “década ganada” (Jaime, Vázquez, Chueco, Báez y López) seguirá ocupando por largo rato la primera plana de los diarios. Mal que le pese a los lastimeros kirchneristas arrepentidos o en vías de serlo.

Ni Jaime Durán Barba lo podría haber hecho mejor.