Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Tras el duro arranque, Macri pone el acento en lo social

La reunión del miércoles en el Centro Cultural Kirchner fue sustancial en definiciones políticas y de cara a lo que se viene. El presidente pidió que estuviesen presentes los dos gabinetes, nacional y bonaerense, además de unos 300 funcionarios de otras áreas, legisladores nacionales y provinciales de Cambiemos y hasta el exsenador Ernesto Sanz.

La síntesis del mensaje durante la parte privada de la reunión fue: “Ya hicimos en estos cuatro meses el trabajo sucio que nos dejó el gobierno anterior, y tomamos medidas dolorosas. Ahora hay que empezar a darles soluciones a la gente”.

Una de las más expresivas fue María Eugenia Vidal, que reclamó gestión y “preocupación a full”. Todos coincidieron en que el gobierno conserva una buena imagen y la gente aún comprende, dentro de sus diarias dosis de malhumor, el contrapeso de la pesada herencia recibida. Pero que llegó la hora de mostrar resultados propios.

Lo dijo Vidal casi en tono de reto: “Cada día que un expediente se demora en un despacho, es un día más para un ciudadano o para un millón que están esperando la solución”. Macri fue más allá: les dijo que si en cuatro años sigue habiendo tanta cantidad de gente que sólo depende de los planes sociales con los que el kirchnerismo hizo clientelismo “es porque habremos fracasado”.

En esa línea trazada habría que encuadrar la naciente etapa de la gestión. Con muchos anuncios de carácter social, más allá de las rabietas que -según dicen- suele agarrarse Macri por el hecho de que, en su mirada, no se está comunicando bien. “Estamos haciendo cosas pero parece que en los medios no se enteran”, habría sido una de sus quejas.

Aquella línea incluye gestos que están a la vista: visitas al interior, presencia y ayuda efectiva en las zonas que padecen el drama de las inundaciones, actos para inaugurar redes de agua potable, o la solución de uno de los conflictos emblemáticos del anterior gobierno como fue el de Cresta Roja.

El mismo Macri pareció querer ponerlo todo en ese contexto social cuando en uno de esos actos justificó la quita de las retenciones al campo. Dijo no entender las críticas a esa medida. “Me dijeron que estaba equivocado, y que yo gobernaba para los ricos”, se defendió. Ese es un sayo que le cuelgan sus enemigos y el cristinismo recalcitrante en especial.

El discurso del gobierno de aquí en adelante se reforzará con los beneficios de la superación del largo default que, para gusto y paladar de algunos macristas de la primera hora debió merecer algo más de expresión que la euforia -entendible desde que se jugaba su propia parada- del ministro Alfonso Prat- Gay. Otra vez los problemas de comunicación.

El mensaje que se pretende infundir es que ahora vendrán inversiones, que como consecuencia de ello y de la recuperación del crédito la inflación va a bajar y se ubicará en alrededor de un punto hacia fines de año, y que lo que hubo hasta ahora no es una ola de despidos sino casos puntuales en el Estado, y en nichos privados como la construcción, según reflejó el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Suena todo muy armadito pero debiera el gobierno extender su mirada. Toda la oposición en el Congreso se unió para meterle una ley que prohíba los despidos y obligue al pago de la doble indemnización. “No va a salir”, dicen con algún dato en la mano en los despachos de Peña. El propio funcionario no negó en privado que el presidente vetaría esa ley si llegase a salir.

La Rosada ya tiene algún indicio de que Macri no pagaría costos políticos por esa decisión en el actual contexto de acompañamiento social. Habrá que ver.

Debería saber el macrismo -aunque hay señales de que los trazos gruesos los conoce- que tendrá que atender otro frente no menor que ha decidido abrirle a cara de perro Cristina Fernández. De esto se habló en los despachos políticos. Allí escucharon lo mismo que en espacios del peronismo: que las instrucciones que dejó la expresidenta antes de volver al sur fue que le hagan “la vida imposible” a Macri, que boicoteen todo lo que puedan, y la verdad es que los que quedaron mucho no pueden, pero la capacidad de daño puede ser importante.

Al menos ese fue el mensaje, primero con los diputados, después con los intendentes (aunque no todos los que fueron siguen siendo leales) y finalmente con la mitad del bloque de senadores. Que es a la vez en el conjunto una muestra más de que ella ya no tiene el poder. Y si tampoco tiene la caja, en una de esas todo no es más que otro poco de relato y se agota ahí. Igual en esa línea de oposición dura se anotó Héctor Recalde, que prometió denunciar a Macri ante la Corte si veta la ley antidespidos. O que el bloque del FpV impulsará la anulación del decreto que eliminó las retenciones.

De todos modos y salvando la conmoción que provocan las nuevas revelaciones en torno a la ruta del dinero K y la cada vez más cercana ligazón de la doctora con esa montaña de corrupción estatal, en despachos del gobierno son mayoría los que apuntan a que Cristina siga en ese camino que decidió emprender desde el acto frente a Comodoro Py. “Que siga así, que vuelva cuando quiera”, se permite el chascarrillo un funcionario del ala política.

Si bien se mira la escena, en este frenético retorno todo lo que tocó lo rompió o dividió. La sensación es que generó más repudio social que adhesiones. Y dejó al peronismo más dividido que antes. Existe una impresión generalizada en el gobierno de que a la exmandataria le esperan tiempos duros en la Justicia.

Es en ese punto donde se entusiasman con el escenario: al presidente le cae como anillo al dedo tenerla como principal contrincante, mientras el peronismo se debate en su propia crisis de liderazgos. Sumado a la herejía de tener que calibrar bien entre ser críticos pero no perder de vista que Macri es el nuevo dueño de la lapicera y la chequera.