Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Macri ya tiene un problema: Cristina

Transición. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su sucesor electo, Mauricio Macri, se preparan para el traspaso de mando, previsto para el jueves 10 de diciembre.

Debiera sostenerse un dato de la realidad, detrás de la transición que arrancó con algo más que zancadillas sobre mitad de semana, después de aquel insólito primer paso entre Mauricio Macri y Cristina Fernández. Que llevó al mandatario electo, casi sin poder salir de su perplejidad, a decirle textualmente: “Señora presidenta, no me habrá convocado para esto...”, suspendiendo brevemente el tuteo que había imperado en la brevísima audiencia antes y después de ese comentario.

“Esto” no era otra cosa que las nimiedades que ella parloteó casi sin respiro sobre los detalles de la ceremonia de traspaso del mando, cuántos invitados, cuántas sillas, su propia disposición casi como extrema concesión de su graciosa majestad de colocarle la banda y entregarle el bastón.

Lo que vino después de esa escena casi kafkiana se acomodó. No ha sido ni tanto ni tan poco. Más allá de la parafernalia de superficie, la transición se puso en marcha. Siempre con ineludibles referencias a “ella”: Aníbal Fernández gastó más caracteres en Twitter para aclarar que recibía a Marcos Peña por expresas instrucciones de la doctora que a contar de qué hablaron con su sucesor; Lino Barañao reconoció que aceptó continuar al frente de Ciencia y Tecnología después de preguntarle a la doctora; y ella, como cuadra a una mujer que considera que hasta las personas le pertenecen, y no sólo el Estado, aclaró irónica que si no lo autorizaba, Lino se iba nomás de vacaciones con su familia.

El problema es la doctora, le han dicho a Macri sin que el futuro presidente haya debido sorprenderse por la advertencia. “Cristina no se la va a hacer fácil, porque no está en su naturaleza”, decía el viernes mientras limpiaba de papeles su despacho un secretario que habitó estos años la Casa Rosada.

Y no se equivocaba. Es además el dato más grave de esta transición que ni ella ni sus fanáticos terminan de asumir como algo más que una pesadilla de la que se ilusionan que en algún momento van a despertar. La presidenta que se va le promete la vida imposible al presidente que llega. Le va a poner todas las piedras en el camino que sea posible, y las que no también.

Cristina habla sólo para la tribuna cuando dice que jamás haría nada que afecte la gobernabilidad. Suya fue la orden a los funcionarios con mandato que excede el 10 de diciembre para que resistan en sus cargos. Se los transmitió personalmente “Wado” De Pedro a Sabbatella, Vanoli, Gils Carbó, Bauer y algún otro. Habrá que ver si cumplen, o si en algún caso prima la racionalidad, como sería el caso del titular del Banco Central. Pero el plan es claro: boicotear a la administración de Cambiemos desde adentro. Más los miles de nombramientos de militantes de La Cámpora en planta permanente.

De ella es la instigación a Hebe de Bonafini para que realice una “marcha de la resistencia” a Macri el día del traspaso de mando. O de imponer a Aníbal Fernández al frente de la AGN. Plan fallido antes de nacer porque en este caso lo vetaron los propios peronistas. Y la frutilla del postre: la escandalosa sesión en Diputados para sancionar cien proyectos de ley que estuvieron cajoneados durante años en el Congreso, que de movida tendrán para la futura administración un costo superior a los 9.000 millones de pesos.

Un corset de plomo para un gobierno que arranca con el desafió de enderezar una economía absolutamente desquiciada. No habría que desagregar de esa peligrosa lista los rumores que circulan entre los movimientos sociales más fanatizados del cristinismo sobre estallidos sociales que sobrevendrían en el siempre enigmático mes de diciembre para comprometer a Vidal y su arranque en la provincia. Alimentados desde el ejército de blogueros K y desde la militancia de la agrupación que conduce Máximo Kirchner.

Más allá de semejante desquicio, la doctora también da señales hacia adentro. Amenaza con no irse a ningún lado. “Si hay que estar en la lucha aquí me van a encontrar”, dijo en Morón. Supone que tiene margen para liderar el partido desde la oposición. No escuchó que por fuera, los gobernadores y el propio Daniel Scioli se reunieron para iniciar el proceso de renovación.

Hubo allí, cuentan, más atisbos de rebeldía que de la vieja sumisión que hacía que a todo digan que sí. Con algún exabrupto, un gobernador vetó la continuidad de Juliana Di Tullio al frente del bloque de Diputados. Allí irá Gioja. O algún representante de la naciente liga. Son los nuevos vientos que corren que ella se niega a respirar.

Macri ha generado fundadas expectativas con la designación de un gabinete más gerencial que político. Ha encontrado un fino equilibrio entre las promesas de campaña y lo que le impondrá una gestión que de arranque deberá estar orientada a salir del fondo del abismo. Lo que implicará, claro, aumentos de tarifas sociales, quita de subsidios, y alguna otra política con escasa buena prensa.

Los empresarios locales y extranjeros prometen inversiones. Las llamadas de Obama, Merkel, Cameron, Bachelet y algunos otros, son una invitación a regresar al mundo. Y la posibilidad de buscar endeudamiento a tasa razonable una vez que se vaya a un impostergable acuerdo con los holdouts.

Habrá que verlo andar porque los problemas que recibe son monumentales. Pero existe la impresión de que, si bien no tendrá cien días ni luna de miel, y tal vez ni un sólo día de respiro, el crédito ha sido extendido. Y no es menor en ese escenario la buena disposición de casi todo el arco de gobernadores peronistas. O la posición en la que se paró Sergio Massa. El problema mayor será ella, “desgarrada” al decir de Carta Abierta por su incierta vuelta al llano.