Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Regreso forzado de Scioli al mundo K

La pretendida estrategia salvadora de los gurúes de Daniel Scioli, que le aconsejaban una paulatina apertura de las posiciones del cristinismo puro y duro tras su triunfo en las PASO, y un endurecimiento más visible a un mes de las elecciones para seducir el voto independiente, se ha quedado en amagues. Murió antes de nacer. Peor: el candidato del Frente para la Victoria fue obligado públicamente por chicanas varias, y hasta se cuchichea que con leves pero contundentes advertencias subterráneas, a volver manso al redil y retomar las banderas que había planeado dejar con escaso disimulo a un costado del camino.

El Scioli que debería estar hoy mismo dedicado a tiempo completo a capturar parte del electorado no kirchnerista que le permita sumar los tres o cuatro puntos que le faltan para asegurarse un triunfo en primera vuelta y evitar de ese modo el tan temido balotaje contra Mauricio Macri, le dejó otra vez la escena al candidato sumiso, cultor enervante del "sicristinismo" a ultranza.

Bastó, para empezar, que la propia Cristina lo llame una mañana para ordenarle que se deje de hablar de supuestos -para ella, claro- habitantes "estresados" por la coyuntura económica y tal vez política, a los que él también supuestamente vendría a salvar.

Después vino la consiguiente andanada de directas o indirectas. Todas encadenadas y sin ninguna inocencia, por si algún desavisado supone que fueron hechos aislados o fortuitos. Si hasta el propio Florencio Randazzo, tan maltratado el chivilcoyense en su pasado reciente y juramentado a sí mismo a no abrir la boca hasta después del 10 de diciembre para no agravar la incipiente interna sciolismo vs. cristinismo recalcitrante, lo retó en público por negarse a debatir con los otros candidatos. "Yo hubiera ido", dijo.

La escena anterior con Estela de Carlotto pinta al gobernador de cuerpo entero y alarma a aquellos consultores y asesores que se entusiasmaban con un pequeño rompimiento. La presidenta de Abuelas le aclaró que lo suyo era apenas un interinato de cuatro años, "guardarle el sillón" a Cristina hasta que ella reasuma en 2019. Algo que en otras palabras también había dicho un día antes Diana Conti, que debería cobrar derechos de autor por la frase "Cristina eterna".

El destino los juntó a Daniel y Estela horas después de aquel improperio. Scioli todo lo que hizo fue tomar las manos de la dirigente entre las suyas y le dijo: "No tenés que explicarme nada".

Tampoco, se descuenta, le pedirá explicaciones a “Wado” De Pedro, que en una fuerte arenga en Mercedes pidió a los pibes de La Cámpora trabajar duro para el regreso de la jefa tras el interinato de Scioli. Y menos a Axel Kicillof, a quien si alguien desea criticar primero deberá recibir autorización de Olivos, que por una radio lanzó textual: "Scioli sabe que el liderazgo será siempre de Cristina". Tampoco se le permitió ni chistar sobre la polémica norma de la Comisión Nacional de Valores sacada entre gallos y medianoche, que es un claro pelotazo en contra para los pequeños ahorristas.

El candidato deberá olvidarse, por último, de la peregrina idea que tiró al interior de la Casa Rosada, que suponía una suerte de "intervención" de sus equipos en ministerios y organismos como el Banco Central en el interregno entre el 25 de octubre al 10 de diciembre. Como si ya hubiesen ganado, por otro lado. "Tienen fiebre", les disparó un alto ministro.

Adiós votos independientes para Scioli, podría expresarse sin exagerar, aunque para algún analista eso signifique perder la chance de aquella captura y abandonar la idea de una consagración directa el 25 de octubre, como fue el caso de Rosendo Fraga. No le queda otra que volver a las fuentes, que es intentar pelearle a Sergio Massa parte del voto peronista disidente, o regresar al peronismo que habita en el Conurbano bonaerense o en plazas del interior que vía sus punteros, caciques o jefes territoriales, viene clamando por el fin a todo tramite del kirchnerismo y su versión más radicalizada del cristinismo.

Deberá hacerlo, para colmo de males que abonaría un plano más general, en un contexto electoral en el que todo está igual. Donde la idea tan extendida y corroborada por seis o siete encuestas de que los números no se han movido en el último mes y medio, por ahora consolida la figura del balotaje. Y sin que nada, en apariencia, permita indicar -salvo cataclismos de última hora- que el escenario se pueda modificar en estas cuatro semanas.

Todo ocurre con una constante que se registra a medida que se suceden los hechos o los tropiezos de los candidatos, digamos el revoleo de carpetazos de un lado a otro, que por ahora parece no afectar el escenario.

Tienen razón en el sciolismo: que el gobernador debata o no debata no mueve el amperímetro. El debate no le interesa al 70 por ciento de la ciudadanía, y al otro 30 que está politizado y los sigue o los mira, son como ellos mismos dicen "votos perdidos" (por lo bajo dicen que son votos "de la corpo", los que miran TN) que ya no hay forma de captarlos.

De manera que pocos creen en esos campamentos que la negativa entrañe riesgos, no lo registran las consultoras. Del mismo modo que las andanadas del Gobierno contra Macri o María Eugenia Vidal por los casos Niembro, Amadeo y el hospital Garrahan.

La realidad dice que los números casi no se han movido: que a Scioli no le alcanza, que Macri se asegura ir a la segunda vuelta, y que Massa crece pero no de manera significativa. 38, 31 y 20 son números más reales que el 40, 30 y 20 que intentan instalar desde algunas usinas de la Casa Rosada.

Los alcanza a los tres por igual un análisis de la más pura actualidad: que la sociedad está harta de elecciones y que la mayoría decidirá su voto en la última semana o camino al cuarto oscuro. Un escenario que ni ellos ni sus equipos subterráneos "rompe todo", parecen posibilitados de cambiar.