Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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En la Rosada, las especulaciones sobran

Los dos únicos aspirantes presidenciales del oficialismo para las PASO, Daniel Scioli y Florencio Randazzo, junto a la presidenta, que no pudo lograr digitar al candidato de su preferencia.

Hay en los laboratorios del kirchnerismo al menos dos conclusiones o interpretaciones de lo que ha pasado con las precandidaturas del Frente para la Victoria, tanto en el orden nacional como en la vital, electoralmente hablando, provincia de Buenos Aires, tras aquel "baño de humildad" reclamado por Cristina Fernández desde el Chaco.

En primer lugar, advierten con no disimulado entusiasmo la existencia de una "formidable demostración de poder" de la doctora, de que todavía maneja todos los hilos y las marionetas que cuelgan de ellos, en momentos en que aparecieron algunos tibios cuestionamientos internos.

Por un lado, desde gobernadores y barones o dirigentes sindicales afines, ante la inminencia del fin de ciclo.

O directamente hacia la condición de piantavotos de La Cámpora, justo la fuerza de choque con la que ella piensa llegar a diciembre y después controlar al Gobierno que venga, no importa del signo que sea, desde adentro mismo de la administración.

Notorios sumisos

La otra conclusión refiere al enorme nivel de sumisión de dirigentes con más o menos peso político y la loca carrera de casi todos para ver quién era el primero en ofrendarle su postulación.

De los primeros fueron Sergio Urribarri, que prometía hasta dejar el mismo gabinete de ministros si le tocaba ganar, hasta Diego Bossio, que no medía mal y que ni siquiera estaba en la lista de los que serían llamados a bajarse tras aquel reclamo de la jefa disfrazado de humilde ruego.

N o hay que confundir: ellos dos y todo el resto de los que se arrodillaron piensan más en la supervivencia a futuro de un modelo que podría desbandarse y dejarlos a la intemperie, que en las reales chances -ninguna, en la mayoría de los frustrados postulantes- de éxito electoral nacional o provincial.

A salvo la inacabable saga de Daniel Scioli y los oprobios o vejámenes a que ha sido sometido, impresionaron algunos gestos.

Sergio Berni podría ser el abanderado, pese a que hasta estas horas mantenía a pie firme su candidatura: dijo que iría gustoso a servir café a la gobernación si la doctora se lo demandase.

Aplicaría aquí una vieja leyenda que circula por los pasillos, que asegura que semejante nivel de felpudismo se explica porque ellos saben que los Kirchner siempre tienen a mano una carpeta de cada uno, oportunamente provista por los servicios de inteligencia, que podría comprometerlos ante el menor amago de resistencia al culto a la reina.

No todo es ganancia o motivo para festejos. La verdad que subyace tras aquella demostración de poder que pregonan no deja bien parada a la presidenta.

Sin candidato propio

El hecho que haya forzado que en la escena sólo queden Scioli y Florencio Randazzo, si bien desnuda la preocupación por evitar que ocurra lo de las PASO porteñas, mostraría que pese a todo ese poder no pudo imponer un candidato propio, de su exclusiva invención.

Tal vez creyó que no era necesario porque supuso que nunca se iría del poder.

La mandataria odia a Scioli casi tanto como detesta a Randazzo. Su hijo y La Cámpora detestan a los dos por igual porque los consideran a uno "de derecha" y al otro "demasiado pejotista".

El problema es que Scioli la está doblegando a golpe de encuestas, y todo lo que ella podía hacer era oponerle al ministro de Transporte.

A fin de cuentas, dicen en el Gobierno que lo peor que podría pasarle a Cristina, pensando en su liderazgo partidario una vez que deje la Casa Rosada, es que el gobernador gane la interna de agosto por cifras contundentes.

"El verdadero Scioli"

Ahí es cuando en el sciolismo prometen que desde allí a las elecciones de octubre empezará el operativo despegue o se verá -como ellos dicen- "al verdadero Scioli".

Ya se ha visto como prueba que cuando al exmotonauta le van con cuestionamientos o ideas rupturistas, los despacha con la misma frase: su obsesión es ser presidente, y aguantará lo que tenga que aguantar para lograrlo.

Por ejemplo -y allí habría que ver otra demostración de aquel poder y el temor que genera-, que Cristina imponga a dedo el candidato a vicepresidente, que será Axel Kicillof, y el resto de todos los cargos nacionales y provinciales.

Mientras tanto, la estrategia del Gobierno, como se ha visto, es llegar a las elecciones de octubre con la economía en el formato que se está observando: Kicillof, imponiéndole a los sindicatos ajustes salariales por debajo de la inflación, lo que compensa y disimula con el enorme festival de consumo, cifras sobre costo de vida y niveles de empleo o desocupación y pobreza que desmiente cualquier otro dato de la realidad.

Y la doctora, subida al triunfalismo de una gestión que para difundirla necesita de una cadena nacional por semana, porque ni la montaña de medios adictos o pautadependientes la reflejan.

Están convencidos de que con ese plan llegan a octubre y tienen garantizado, de mínima, el paso a la segunda vuelta.

Después se las tendrá que arreglar el que venga, sea quien fuere.

El plan para garantizarse impunidad cuando se vayan del poder mediante una Corte Suprema adicta ha superado esta semana todo lo imaginable.

Cabe preguntarse, al límite del asombro, si el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández , es consciente del daño a su posible candidatura bonaerense que le provoca el triste papel que le han ordenado cumplir.