Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Todas las acechanzas juntas, de cara al año que está por empezar

Malestar con Kicillof. Imágenes del futuro. Un rumor que crece en Comodoro Py. ¿Una grieta con La Cámpora? Se viene el armado de las listas. El panorama sindical. Encuestas con números que preocupan.
La presidenta Cristina Fernández, durante el brindis que ofreció el lunes pasado en la sala de prensa de la Casa de Gobierno, con todos los periodistas acreditados.

Por Eugenio Paillet / elpais@lanueva.com

No hay nada de impensado ni producto de temibles enemigos al acecho detrás de cada puerta que quieren impedirle el sueño de, además de actuar como una reina, retirarse como tal dentro de menos de un año.

Son apenas una suma impresionante de errores propios, de mala praxis económica en manos de un improvisado que hasta no hace mucho era “Gardel” y ahora es apenas un “chiquito”, y de una encerrona política edificada por ella misma que la lleva sin remedio a aprobar justo lo que no quiere aprobar, que es señalar con el dedo al hombre que le provoca los peores enconos y rencores.

Esta pequeña descripción permite sostener aquel interrogante y avizorar un tránsito hacia el abandono del poder: muy probablemente 2015 sea el peor año de Cristina Fernández. Ya sabe, y la mortifica a punto de sufrir recurrentes problemas de salud o extraños "accidentes" caseros, que lo suyo no será un retiro con gloria.

No será Lula ni Michelle Bachelet o Ricardo Lagos. Tampoco Tabaré Vázquez o Pepe Mujica. Una docena de encuestadores de todo pelaje y pertenencia como cuadra a sus empleadores de turno confluyeron en un numero que hasta se refleja benevolente: seis de cada diez argentinos la repudian y jamás votarían a un candidato apadrinado por ella.

La presidenta y su espacio, el tan derruido “modelo”, terminan el año que se acaba con tantas acechanzas sobre sus cabezas y hasta sobre sus libertades, que se proyectan irremediablemente sobre el año que se inicia, que la presidenta podría sentirse bien pagada si al final de su mandato -ese 10 de diciembre del fin de la “eternidad” que imaginó y sólo abandonó de mala gana tras la derrota electoral de 2013- la esperan sus aplaudidores y asentidores a las puertas de la Casa Rosada.

Para arrancar, el infierno tan temido podría cobrar formas concretas: es un secreto cada vez menos guardado en los pasillos de Comodoro Py que el juez Claudio Bonadío podría citar a declaración indagatoria a Cristina Fernández allá por marzo o abril, en el marco de la causa por corrupción y presunto lavado de dinero de la empresa familiar Hotesur.

Ella podría declarar por escrito, pero el impacto de la noticia sería demoledor. Se dice en esos recovecos de tribunales, pero también en algunos nichos del gobierno, que por aquello de que el miedo no es zonzo, y por alertas que empezaron a llegar sobre los nuevos movimientos del magistrado, que esa fue la razón principal por la que de buenas a primeras los abogados le aconsejaron adecentar el directorio de la empresa hotelera que ella le alquila a Lázaro Báez y colocar allí en regla a toda la familia directa. ¿Por qué no lo hicieron antes, si decían que todo estaba en regla?

No es ni de lejos la única acechanza. Muy cerca de la presidenta han llegado a considerar “un fiasco” la gestión económica de Axel Kicillof, a quien ella misma ha empezado a pedirle explicaciones. Exagerados que siempre existen incluyen ahora al “chiquito” en los nuevos cambios de gabinete que introduciría la doctora apenas arranque de lleno la campaña electoral.

Miguel Gallucio, que siempre desconfió de las bondades del ministro (académicas, económicas), acaba de hablar de la llegada de una tormenta fuerte y de un “año complicado”.

La CEPAL decidió rebajar a la Argentina al último puesto, entre trece países de la región, en materia de inversiones e inyección de dólares productivos. El saldo es negativo, se van más “verdes” que los que llegan, por primera vez en trece años. El “relato” no va a estar de acuerdo, pero eso se llama de una sola manera: desconfianza.

Se habla en el oficialismo por primera vez de una grieta entre la presidenta y La Cámpora. No es sólo el repiqueteo de gobernadores, barones del conurbano, legisladores con peso propio o caciques sindicales y territoriales. El entorno influyente también los considera “piantavotos” y recomienda dejarles apenas el rol de aplaudidores o reforzar el ingreso de miles de ellos a la administración para que condicionen desde adentro la gestión del próximo gobierno.

¿Qué dirá Máximo, más preocupado porque Bonadío le respira en la nuca que por esos simples menesteres de campaña electoral?

Esa descomposición remite a por lo menos dos nuevos escenarios que la doctora no sabe cómo parar. Aquellos mismos actores le envían mensajes sin doble lectura: quieren meter mano en el entramado electoral de 2015. Ellos reclaman tener participación en el armado de las listas, donde obviamente quieren meter a su gente.

Descreen de aquella premisa triunfalista, de tiempo atrás cuando se decía que Cristina decidiría todo, hasta el vice y la secretaria privada del candidato elegido. El otro no es menos dramático en términos de acotamiento de los márgenes de poder. Los sindicatos hablan de unidad para marzo o abril, un monstruo que la espanta de sólo mencionarlo.

Mañana mismo tendrá un anticipo de la CGT oficial más allá del saludo navideño: ellos quieren participar del mismo modo en ese entramado. Pero además van a hablar de inflación, salarios y deuda de obras sociales. Al final del camino siempre estará el fantasma de un paro nacional contra el gobierno de todo el mundo sindical.

Con Daniel Scioli la presidenta confirma, por si hacía falta, que es su peor pesadilla. No tiene más remedio que ungirlo el candidato del espacio porque es el que mejor mide, y apenas si le queda el triste recurso de chicanearlo en público cada vez que puede.

Sería el menor de los males: el grueso de aquellos encuestadores, y otros, coinciden en un escenario electoral para octubre del año que viene: el gobernador ganaría la primera vuelta con el techo histórico del 28/30% del peronismo de toda laya. Pero pierde inexorablemente en el segundo turno con Sergio Massa o Mauricio Macri.

Un tránsito de pesadilla parece, nomás, esperarla.