Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Justicia por Mica, el mejor regalo para Mónica

Después de 5 días de juicio, la familia de Micaela Ortega espera la condena para Jonathan Luna.
Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Por Sol Azcárate / sazcarate@lanueva.com

   Si te dicen “cepillo de dientes”, no te pasa nada. Si te dicen “cepillo de dientes de tu hija”, algo se te mueve. Si te dicen “cepillo de dientes de tu hija muerta”, te duele el corazón. ¿Y si te dicen que encontraron el “cepillo de dientes de tu hija de 12 años asesinada”?

   Durante los 5 días que duró el juicio por el femicidio de Micaela Ortega, su mamá Mónica Cid y su papá Claudio escucharon de todo: las pericias psicológicas del asesino de su nena, las declaraciones de personas allegadas a él, la reconstrucción del crimen, las declaraciones de otras nenas que se salvaron de sufrir lo mismo y el testimonio de quienes vieron a Mica caminando con Jonathan Luna, su femicida.

   Hasta tuvieron que hablar y convencer a 2 juezas y a un juez de que su hija era una nena dulce, buena y con berrinches, como cualquier otra, que no merecía ser engañada a través de Facebook para encontrarse con un violador, asesino y ladrón.

   También les recordaron la última carta que les dejó Mica: “Má, voy a estar bien, te amo. Soy una mala hija. Estoy con una amiga en White”. Y en ese momento no hubo consuelo para nadie en esa sala desbordada de familiares, amigos y gente que fue a pedir justicia por Micaela.

   “Un hombre se creyó con derechos de arrebatarle la vida a una niña de 12 años, Micaela Ortega. Ella es mi hija y portaré su voz por lo que reste de mis días. Soy Mónica Cid”.

   Repitió eso en la vereda del Tribunal cada vez que pudo. Por si pasaba algún despistado o indiferente, que se enterara de una vez que en Bahía Blanca no estamos todas: mataron a Micaela.

   Mónica también cantó y tocó con DesBandadas, un grupo de tamboras a las que tuvo de amigas y custodias esos 5 días y durante los más de 500 que ya lleva su lucha.

   Mónica llegó y se fue cada día con la entereza de una madre guerrera a la que le arrancaron su hija y vive sólo para encontrar justicia.

   Escuchó, habló, respondió, se le aceleró la respiración, se le quedó el pecho sin aire, miró al cielo miles de veces y otras tantas se apretó las lágrimas entre sus manos.

   Se bancó estar rodeada de policías encapuchados que cuidaban que no le pasara nada al hombre que mató a su hija.

   Mónica se bancó tenerlo a Luna ahí, a pocos metros, y que esos policías callen a sus familiares cuando la bronca los desbordaba en gritos e insultos, porque en esos lugares es más importante el “orden en la sala” que sacar el dolor de adentro.

   Mónica perdió el miedo cuando vivió lo peor que puede vivir una madre y entonces se le puso adelante al femicida de su hija, el primer día cuando se lo llevaban como 4 o 5 policías, y le dijo que no sólo mató a Micaela, sino que a ella también.

   Mónica quería que Jonathan Luna la mirara para que supiera que ella misma se encargaría de que pase toda su vida en una cárcel. Pero los tipos como Luna no se animan a mirar a los ojos a las mujeres como Mónica.

   La mamá de Micaela Ortega llevó adelante el primer juicio del país por grooming seguido de muerte, junto a su abogada Fernanda Petersen.

   Pidió perpetua para Luna y que nunca le den salida transitoria porque ya estuvo preso por robo y cuando le otorgaron ese beneficio, se escapó y mató a su hija.

   Luna era prófugo de la Justicia de Río Negro. Y nadie lo buscó.

   Por eso Mónica sabe que esto no termina el jueves cuando condenen a Luna: va por el juez que lo liberó y que no se hizo cargo, Juan Pablo Chirinos.

   Este es el segundo Día de la Madre que a Mónica le falta el abrazo de Mica. Aunque todos los días deben ser especiales cuando se extraña a una hija. Y todos los amaneceres, un nuevo comienzo de su lucha: por Micaela y por todas. Ni una menos, ni una muerta más.