Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Crimen de Cristian Carnotta: “la tristeza es que todo quedó en la nada”

Victoria Verónica Rocha, quien era novia del joven asesinado, recuerda el trágico episodio y manifesta su pesar por el desenlace de un hecho que quedó impune.
El volkswagen Polo en el que se movilizaban el joven ultimado y la mujer cuando fueron abordados por un delincuente.

Detrás de una vida trágicamente truncada, quedan otras por desarrollar. Son aquellas que, en la medida de lo posible, deben superar algún episodio traumático que acciona como condicionante en el futuro por recorrer.

La muerte de Cristian Raúl Carnotta (22), aquel joven que la noche del 22 de julio de 1999, en avenida Alem y Sesquicentenario, fue baleado por un ladrón cuando se encontraba junto a su novia en el Volkswagen Polo que había pertenecido a su padre Rubén, fue uno de esos casos.

El próximo jueves 10 se cumplirán 18 años de su fallecimiento, el que se produjo luego de permanecer internado 19 días en el Hospital Municipal, debido a las graves heridas sufridas en el intento de asalto.

“Dieciocho años después algunos recuerdos se borran. No digo que una ha tratado de olvidar, pero algunas cosas no puedo precisarlas... La tristeza es que todo quedó en la nada. A muchos, como su mamá, su hermano, a mi, y supongo que a un montón de amigos, les destrozaron la vida”, dice Víctoria Verónica Rocha, la novia a la que Cristián había conocido en Sierra de la Ventana, durante un viaje de fin de curso realizado por su hermano Germán con los compañeros de la Escuela Nº 18.

Al tiempo se pusieron de novios, relación que tuvo una impasse hasta dos años antes del terrible suceso, durante los cuales alimentaron un proyecto familiar común.

“La cosa estaba más o menos encaminada, tenían como proyecto formar una familia”, reconoce Germán, de 39 años y futbolista del club Bella Vista.

Como autor del crimen de Cristian fue sindicado Carlos César "El Chino" Alberti (29 años al momento del hecho), quien resultó absuelto por falta de pruebas, según el fallo dictado el 7 de mayo de 2002, por los jueces José Luis Ares, Daniela Fabiana Castaño y Gabriel Luis Rojas.

El tribunal había sido conformado especialmente para la oportunidad, luego que los tres tribunales criminales se excusaran de participar.

“No son buenos los recuerdos con respecto al juicio. Un año antes (del crimen de Cristian) había fallecido mi papá, yo tenía veintidós años y estaba medio crudo para un montón de cosas. Mi mamá venía de un año tremendo y no estaba capacitada para afrontar semejante situación. Y en Bahía no teníamos parientes, solo algunos amigos míos del fútbol y la universidad”, dice Germán, y pone en evidencia el sentimiento de desamparo padecido en aquel momento.

Detención y pericias

Alberti fue capturado el 1 de agosto de 2000, luego que una pericia balística determinara que el arma que le incautaron un año antes, durante el asalto a la farmacia Martínez, de Washington y Newton, era la misma que fuera utilizada en el crimen de Carnotta.

Una pericia posterior no permitió ratificar el primer informe, por lo que la falta de pruebas concluyentes posibilitaron su absolución; y si bien casi siete años después, en abril de 2006, peritos de la Policía Científica de La Plata aseguraron que la pistola calibre 9 milímetros había sido utilizado en el hecho de sangre, la situación de Alberti no se modificó, porque nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo hecho.

“Hubo dos pericias, con mucha diferencia de tiempo. Para mí siempre fue el arma homicida, por lo que me dijo un perito en la sala de testigos durante el juicio. Él me explico que la pericia (refiriéndose a la segunda prueba) que hicieron ellos no pudo determinar que fuera el arma, pero tampoco que no lo era, y que me quedara tranquila porque la (Policía) Bonaerense había dicho que se trataba del mismo arma”, comentó Victoria.

Alberti se negó a exponerse en una rueda de reconocimiento de personas y a otra de voz y, obviamente, tampoco declaró durante el juicio.

“No fue tomada como una presunción en su contra que se negara al reconocimiento de voz. Había muy pocas cosas, pero las que hubo fueron gracias al buen trabajo del fiscal (Guillermo) Petersen. Él es el único recuerdo que tengo de gente de la Justicia preocupada y ocupada realmente por el tema; el resto se dedicó a destruir”, agregó.

Germán coincidió con la mujer y sostuvo que “Petersen es el que más hizo por la causa y creíamos que iba a estar en el juicio, pero dos días antes me enteré que iba a ser otro, Julián Martínez. Intenté un montón de veces hablar con él, pero me atendió el día del juicio, un ratito antes. Estaba bastante nervioso y al momento del alegato se confundía los datos, hasta el nombre de mi hermano con el del que lo mató”.

También reconoce que luego de todo lo vivido “me refugié mucho en el fútbol y en el trabajo. Y en la familia que me quedó, porque siempre estuve de novio con la misma chica”.

Los hechos

Aquella noche, previo a estacionarse en el escenario de la tragedia, la pareja había salido para visitar a Verónica Genco, desde siempre y hasta la actualidad, la mejor amiga de la chica, pero no la hallaron porque se había ido a un cine.

Los más memoriosos recordaran a Victoria como la chica que condujo el auto, casi sin saber cómo hacerlo, trasladando a su novio en busca de auxilio hacia el mismo sitio donde habían estado poco antes.

“Aparentemente se le escapó el tiro. Me dijeron que, por las pericias, no tenía perfil homicida; pero no me interesa eso: él lo mató, eso es lo que dieciocho años después me dice mi corazón. Seguramente, si yo mato por miedo, voy presa. Y a mi no me sirvió como consuelo que muriera en la cárcel”.

“Yo llegué hasta el barrio Cooperación II sin saber manejar. En un momento Llegó la policía y supuestamente no podían levantar huellas digitales del tipo, cuando él había manoteado la puerta. Lo que pasó fue que estábamos con el seguro, por eso después disparó con el vidrio levantado”, recuerda Victoria.

La chica admite que siempre fue “temerosa” y que Cristian era un poco más confiado.

“El día que pasó lo que pasó, le dije 'viene un auto, vámonos; me da miedo', y él me dijo 'debe ser una parejita que debe buscar un lugar para estar'. Es más, como se lo pedí, él salió; pero volvió y me dijo 'no seas tan miedosa, no pasa nada'. Y a los dos minutos tuvimos al tipo en el auto”.

“Era un lugar al que le gustaba ir a Cristian. No hacíamos nada en particular y vale la aclaración porque en un momento, con todo lo que yo estaba viviendo, a la gente le preocupaba lo que estábamos haciendo. Como si hubiéramos estado haciendo algo le diera crédito o más derecho a ese hombre a matarnos. O cuestionaban dónde estaban los padres de esos chicos. Yo eso lo padecí mucho, porque el interés no pasaba por la muerte de Cristian, sino por saber qué estábamos haciendo”, concluyó.