Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Un salvaje crimen que alteró la tranquilidad de Villa Ventana

El único crimen del cual se tenga registró se produjo en la fecha en que la localidad serrana cumplía el 52º aniversario de su fundación. Una mujer fue hallada degollada en su cabaña.
Fotos: Archivo LN. y Agencia Sierra de la Ventana

   El 25 de julio de 1999, cuando la localidad de Villa Ventana celebraba el 52º aniversario de su fundación, quedó marcado a fuego en la memoria de las personas que por entonces habitaban el lugar.

   El cierre de la jornada registró el único crimen ocurrido hasta el momento en ese lugar, cuando Nilda Hebe Giusti (68) fue hallada degollada en su cabaña, en la que vivía sola desde el fallecimiento de su marido.

   El feroz asesinato se produjo entre las 19.30 y 22, y por el caso fue condenado Aldo Daniel Calderón.

   En un fallo dividido, el imputado fue sentenciado a quince años de prisión por el Tribunal en lo Criminal Nº 1. Los jueces Hugo Alberto De Rosa y Enrique José Montironi lo consideraron culpable, mientras que Mario Lindor Burgos sostuvo que debía ser favorecido por el beneficio de la duda.

   Posteriormente, el 5 de diciembre de 2005, el mismo cuerpo, pero con las firmas de las magistradas subrogantes Daniela Fabiana Castaño y María Eloísa Errea de Watkins (en reemplazo de Hugo De Rosa y Montironi), le concedió la excarcelación a Calderón en los términos de la libertad condicional, beneficiado por el cómputo privilegiado de la actualmente derogada ley del “2x1”.

   El hombre, quien había sido sentenciado a principios de diciembre de 2000, estuvo alojado en la Unidad Penal Nº 4, de Villa Floresta, egresó de la cárcel bajo caución juratoria y fijó domicilio en la localidad de Glew, en el conurbano bonaerense, donde había sido arrestado meses después del crimen.

   Durante el debate Calderón fue defendido por el actual fiscal general Juan Pablo Fernández, quien, para alegar la inocencia de su asistido, aludió sobre un presunto complot.

   El cuerpo de la víctima fue hallado en la cabaña que poseía en calle Misto, entre Cruz del Sur y Pillahuincó, por el carnicero Raúl Alberto Martínez, quien tiempo después murió en un accidente y a quien la mujer le alquilaba parte de su vivienda.

   En su momento, el hombre declaró que “me extrañó, antes de abrir la puerta de calle, ver la luz de la cocina encendida y, en el piso, una sombra. Pensé que la había encendido alguien de mi familia y que la imagen era de una campera caída”.

   Fernández, quien cumplía funciones como defensor de juicio, consideró por entonces que la prueba contra el procesado no resultaba suficiente para un veredicto condenatorio.

   Consideró que la investigación había estado direccionada para inculpar a Calderón, ya que la sentencia se sustentó, esencialmente, en una abundante prueba testimonial, integrada por declaraciones de vecinos de la villa serrana y policías.

   Al margen de cualquier especulación, quienes tuvieron que intervenir ante semejante situación tienen grabadas las imágenes de esa tragedia.

   Uno de ellos es Mario San Martín, quien junto a los también bomberos Marcelo Echegoyen y Jorge Esquivel, estuvo encargado de retirar el cuerpo de la víctima y trasladarlo hasta la morgue de Tornquist.

   “Fue sorprendente ver a la mujer degollada, tirada en el piso de la cocina y con mucha sangra derramada. Fue tétrico y escalofriante por la magnitud de la herida; algo que nunca vi ni siquiera en las películas”, afirmó.

   Mario reconoce que sobre lo ocurrido hubo “muchas versiones. Primero se dijo que había sido violada, después dijeron que era para robarle una plata que tenía debajo del colchón”.

   En este sentido, sin poder precisar, asegura que se trataba de “una cantidad regular” de dinero y que la vivienda no se hallaba desordenada.

   San Martín recuerda que “durante el proceso fui dos veces a Bahía Blanca para declarar en Tribunales, porque al juez no le cerraba alguna cosa. Incluso, me pidió que mirara al procesado, a quien tuve sentado a dos metros, pero yo no lo conocía”.

"Era un señor muy callado y educado”

   Para Juan Alberto Bustriazo, quien se desempeñó como delegado municipal durante el período 2009-14, lo sucedido también resulta difícil de olvidar.

   “Recuerdo que ese 25 de julio coincidió con la mitad de las vacaciones de invierno y, por estadística, es el fin de semana de mayor movimiento turístico en la Villa. Ese día en particular gran parte de la población asistió primero a los actos conmemorativos y después compartió un almuerzo en la sociedad de fomento”.

   Incluso, afirma haber visto a Giusti durante la comida.

   “En el almuerzo la señora había estado a dos mesas de la que ocupaba yo y mi señora. Nosotros nos fuimos pronto porque administrábamos casas y era día de recambio. Sé que después alguien la llevó (a Giusti) en coche hasta su casa... Era una mujer muy sociable y tenía un pequeño vivero”, señaló.

   Señala que tomó conocimiento de lo sucedido por una familia que estaba de visita en el lugar.

   “Me enteré al otro día, a la mañana. Ya había estallado la noticia y me lo dijo una familia que había alquilado una casa y venía de Coronel Dorrego”.

   Bustriazo también recuerda al imputado.

   “Era un albañil que llevaba varios meses acá. Un señor muy callado y muy educado. Había estado en nuestra casa un par de días antes no recuerdo si fue porque buscaba una casa o un hospedaje, pero fue muy poquito antes (del hecho)”.

   Es más, asegura que ese 25 trágico “fui a una casa ubicada sobre Misto, pero como yendo hacía la calle del arroyo, y cuando estaba cerrando la casa recuerdo que lo vi pasar, y venía desde la casa de Giusti y en dirección a la suya, en una horario coincidente con el del crimen”.