Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Ricardo Darín se cuelga la banda presidencial en “La Cordillera”

El actor se pone en la piel del mandatario argentino Hernán Blanco, quien vive una encrucijada entre una cumbre latinoamericana y la sorpresiva crisis de su hija.
Ricardo Darín.

El actor Ricardo Darín, que en el próximo Festival de San Sebastián, en septiembre, recibirá el prestigioso premio Donostia a la trayectoria, encarna en La Cordillera, el nuevo filme de Santiago Mitre que se estrenó el pasado jueves, a un presidente argentino necesitado de construir poder en una cumbre que dura cuatro días y donde se cruzan los juegos de la alta política internacional, el cotilleo mediático y los dramas personales.

Rodada en un hotel de la cordillera chilena y con un reparto actoral monolítico que reúne a figuras argentinas como Érica Rivas, Dolores Fonzi y Gerardo Romano e internacionales como los chilenos Paulina García y Alfredo Castro, el mexicano Daniel Giménez Cacho y el norteamericano Christian Slater, el filme de Mitre (El estudiante y La patota) es un logrado thriller político con suspenso atrapante, que rinde homenajes a Hitchcock y Polanski.

A Darín, que en La Cordillera hace del presidente Hernán Blanco, le dicen últimamente que en el afiche de lanzamiento del filme se parece a Mauricio Macri, pero él lo niega.

“Es peor, me parezco a Franco”, dice entre risas y, al mismo tiempo, interrogado sobre la experiencia de haber interpretado a un presidente, comenta que “es imposible llegar a la intimidad de esos personajes”.

“Creo que nunca llegás a entender en profundidad cómo se manejan figuras de tan alta exposición y de quienes dependen asuntos de tanto peso. Justamente lo que me resultó atractivo de la propuesta fue meterme a investigar cómo son estos tipos en la intimidad, cómo es un funcionario de alto rango en su casa, en la cocina, preparándose un café o tomando decisiones familiares, eso fue lo primero que me atrajo, aunque en realidad no llegás nunca a enterarte cómo funciona. Quizás sea casi imposible conocer la verdadera intimidad del poder sin ser parte”, asegura Darín.

--¿Tomaste alguna referencia concreta para construir el personaje?

--En general, si vos lográs averiguar cómo piensa y siente un personaje estás cerca de andar en la zona del eje, si a eso le sumás datos importantes de su historia le aportás condimentos que te pueden ayudar a arrimarte más a ese centro que lo podría definir. Este personaje, según el guión, es alguien que fue intendente de una localidad pequeña de La Pampa, después gobernador, y que no tiene un partido fuerte que lo respalde. Lo que utilizamos para formarlo fue esa cosa medio campechana de ir manejándose dando la imagen de un ciudadano común, que es la cara visible que el personaje elige para mostrar, para cautivar. Después está lo que al tipo le pasa por dentro.

--Entre un político y un actor hay zonas de cercanía, comparten algunas cuestiones del oficio.

--Teniendo en cuenta que intentamos potenciar las características más amables y ocultar defectos y falencias podría haber ciertas similitudes entre un actor y un político. La gran diferencia está otorgada por la trascendencia de las acciones, en un caso son menos nocivas que en otros. La otra cuestión es que para los actores es un ejercicio bastante habitual ver maniobras y uno nota los piolines, porque es parte del oficio. Para mí los mejores políticos son a los que se les notan menos piolines, pero todavía no encontré ninguno al que no se le note ninguno, el día que venga un tipo y te hable de sus vulnerabilidades, de sus fragilidades, de los miedos que tiene, ese día nos enamoramos todos. Pero es difícil que aparezca, pareciera que todos necesitan mostrarte su contundencia, su solidez, su claridad para mirar la vida propia y la de los demás.

--¿Y hubo estrés, tensión, envejeciste abruptamente después de estar 40 días haciendo de presidente?

--No, para nada, más allá de lo estricto y de lo protocolar, salvo cumplir con las formalidades que sabíamos por investigación que había que cumplir y de cuatro o cinco escenas en las que sí tuvimos que estar tensos porque lo requería la situación, fue divertido, tuvimos mucha libertad para trabajar y movernos con tranquilidad, no estábamos ceñidos a ningún plan estricto.

--La película tiene mucho ritmo, un nivel de suspenso que arranca desde el primer segundo y no se detiene hasta los títulos.

--Yo creo que parte del potencial de la película es que transcurre en cuatro días y ahí el personaje dibuja un arco muy pronunciado, la cumbre lo pone en una encrucijada y el tipo sabe que de ahí sale potenciado o muerto, eso es lo que lo lleva a decidir las cosas que decide y de la forma en que lo hace. Eso sumado a todo lo que sucede en relación con su hija. Para mí fue importante ese cruce y tratar de despejar cómo hacen estos tipos para lidiar con estas cuestiones donde hay una inmensa tensión política y una inmensa tensión familiar, porque uno intuye que deben enfrentar esos dilemas varias veces. Dónde está lo que es público y nos atañe a todos y lo que es personal, familiar.

--En ese cruce crece la película, porque el personaje de la hija introduce una complejidad muy interesante.

--Da la impresión de que en estos casos quedan todos afectados por el poder, el caso de la hija lo podés reconocer fácilmente, son personas que están en un nivel de exposición que no eligieron, que no les hace ningún bien, que generalmente los afecta y los pone en peligro. La película habla de la estructura política en general, sobre cómo ocurren las cosas más allá de lo que vemos”