Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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El valor de la solidaridad en “Yo, Daniel Blake”

La película se estrenó el jueves pasado. El cineasta británico Ken Loach advierte sobre el valor de la solidaridad entre los seres humanos.
El protagonista debe optar por tomar el toro por las astas.

Agencia Télam

El cineasta británico Ken Loach estrenó el jueves pasado Yo, Daniel Blake, un poderoso drama sobre un carpintero que queda desocupado y enredado en una sinuosa burocracia estatal tras trabajar toda su vida, con el que ganó la Palma de Oro en Cannes y donde advierte sobre el valor de la solidaridad humana.

Con un estilo sencillo y directo, cercano al cine documental, Loach sigue los pasos de Daniel Blake, que acaba de quedarse sin trabajo luego de sufrir un ataque cardíaco y ahora, para seguir cobrando el seguro social mientras busca un nuevo empleo, debe lidiar con la apatía y la falta de comprensión de los burócratas de turno, que le hacen la vida imposible con encuestas, formularios y exámenes de todo tipo sin nunca resolver sus problemas.

En esa maraña de llamados sin respuestas, de obstáculos y maltratos permanentes, Loach encuentra sin embargo -a través de su protagonista- pequeños resquicios de humanidad en sus vecinos, en una joven madre soltera que hace lo imposible para alimentar a sus dos hijos, en algunos desconocidos o incluso en una empleada del servicio social donde asiste, que se expone frente a sus jefes para poder ayudarlo.

Ganadora de la Palma de Oro en 2016, además del Premio del Público en San Sebastián, I, Daniel Blake (tal su título original) se convirtió en una de las películas británicas más importantes de los últimos años, con varias nominaciones a los Premios Bafta y a los Premios del Cine Europeo, una candidatura como Mejor Película Europea de los Premios Goya, otra como Mejor Película Extranjera a los Premios César, y el premio David di Donatello al Mejor Filme de la Unión Europea.

Compromiso social

Si bien peca de cierta ingenuidad y hasta cae en algunos pequeños golpes bajos, la nueva película del autor de Kes (1969), Riff-Raff (1990), Tierra y libertad (1995) y El viento que acaricia el prado (2006), entre otras grandes películas en las que exhibe un fuerte compromiso social y político, pone en relieve el valor de la solidaridad humana, y de pequeños gestos de humanidad y colaboración, frente a gobiernos cada vez más indiferentes.

El cineasta británico denuncia y revela esa realidad tan acuciante y actual a través de la odisea de Daniel Blake (magistralmente interpretado por Dave Johns), un carpintero de casi 60 años que por primera vez en su vida se ve obligado a acudir a los servicios sociales tras sufrir un paro cardíaco y frente a la necesidad de pedir ayuda al Estado para poder subsistir, debido a que se quedó sin trabajo.

Loach revela hasta qué punto la maquinaria burocrática en Inglaterra puede ser tan o más terrible que el desempleo o que una grave enfermedad, ya que los ciudadanos quedan indefensos y deben enfrentarse a un sistema de seguridad social que, lejos de colaborar con ellos y ayudarlos, se fue transformando con los años en una trama cada vez más compleja de trabas y maltratos que acaban desanimando a aquellos a quienes debería proteger.

Frente a semejantes atropellos a la razón y la sensibilidad, en medio de un caos donde los que tienen la responsabilidad de ayudar son ignorantes, necios y egoístas, el protagonista del filme de Loach se rebela, defiende sus derechos, protege su dignidad y comienza a tejer -siempre con las dificultades que la desconfianza provoca entre las personas- pequeñas redes de contención y solidaridad con sus vecinos y con otras personas que, como él, también necesitan apoyo.

A pesar de estar atrapado como muchísimos otros ciudadanos de bajos recursos en un verdadero laberinto burocrático, Daniel Blake debe elegir entre rendirse frente a la indiferencia y crueldad de sus interlocutores o tomar el toro por las astas.