Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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Mike Wilson: "Estoy obsesionado con el frío, con la posibilidad de que desaparezca"

"Ártico" es el título de la más reciente obra del escritor estadounidense-argentino.
Foto: emol.com

   Ártico, el nuevo libro del escritor estadounidense-argentino Mike Wilson, se mueve entre la nouvelle en verso y el poema largo para contar, como en una triste canción de amor, la historia de una pérdida atravesada por la presencia implacable del invierno, la desolación, los recuerdos, la amenaza y la sangre que se expande en la nieve.

   Después de publicar su monumental novela Leñador, una obra enciclopédica que explora las posibilidades del lenguaje, Wilson presenta un trabajo que se lee como un largo poema de amor cargado de melancolía y cruzado por la fuerza de imágenes invernales, crudas, inquietantes.

   Wilson (Misuri, Estados Unidos, 1974) se educó entre la Argentina, Chile y su país natal. Es doctor en Letras por la Universidad de Cornell y se desempeña como profesor asociado en la Facultad de Letras de la Pontifica Universidad Católica de Chile.

   Publicó también los libros El púgil, Zombie y Rockabilly. En diálogo con Télam, el autor habló sobre su nuevo libro, publicado por editorial Fiordo.

   El libro se puede leer como un poema largo, una nouvelle en verso o una suerte de canción épica. ¿Cuál fue tu idea con la forma? ¿Cómo usás los géneros a la hora de escribir?

   El tema de géneros no es algo que piense mucho al escribir. Ya que son convenciones y sus formalidades son inventos, pienso que son formas que perfectamente pueden ser libres, fluir sin etiquetas. Me interesa más exteriorizar sensaciones y preocupaciones mías, encontrarle sentido a esas sensaciones y darles forma. En el caso de Ártico partí anotando ideas, como una lista de imágenes, o apuntes, que al final le dieron forma al libro. Me di cuenta después de unas cuantas líneas de que no eran apuntes, eran el texto en sí. Funcionaba para mí y no me detuve hasta terminar la historia.

   Después de una obra monumental como Leñador, que se lee como una gran enciclopedia, este libro utiliza el recurso de la lista para dar cuenta de una experiencia. ¿Sentís conexiones entre ambas obras?

   Es difícil para mí hacer esas conexiones. Hay conexiones inevitables entre mis textos porque claro, representan preocupaciones y obsesiones personales. Pero no diría que hay una conexión especial entre Leñador y Ártico. Hay imágenes y algunas ideas que quizá compartan, pero ese ejercicio se podría hacer con todos mis textos. Pienso que Leñador es mucho más una novela explícitamente sobre el lenguaje, sobre el despojamiento de las angustias existenciales provocadas por el ruido mental. Ártico es una historia de amor y memoria, dónde sí hay paisaje y despojamiento, pero de otro tipo.

   Más allá del registro poético, el libro impacta por sus imágenes: el frío, la nieve, la sangre, la desolación, la amenaza, como en películas de los hermanos Coen o de Jarmusch. ¿El cine forma parte de tu proceso creativo?

   Creo que sí. Mis puntos de referencia muchas veces son visuales. Ártico es un libro muy visual creo. El cine es parte de eso, pero también lugares reales. Pienso en los paisajes de desolación y frío, en los lugares en donde tengo familia, los inviernos de Wyoming y Montana. Estuvo muy presente Ushuaia en pleno invierno, lugar donde escribí Ártico. También el zoo de Buenos Aires y el abandono del Italpark. Y lugares como Montevideo en invierno. Tengo cierta obsesión con el frío, con la posibilidad de que esa temperatura vaya desapareciendo, de que nos olvidemos de lo que se siente, que los inviernos se vuelvan otoños y pronto primaveras, hasta que vivamos un verano continuo. Me parece muy triste eso, la pérdida del frío. En cuanto al cine, me acuerdo de ver el póster de una película, no me acuerdo cuál, algo medio infantiloide onda Scooby Doo, y en la imagen había personajes en un parque de diversiones, en el fondo una noria, creo que ese póster despertó algunas ideas que llevaron al libro.

   Hay también algo de la canción épica a la manera de Leonard Cohen o Nick Cave: la pérdida, el recuerdo, la memoria y el olvido. ¿Cómo funciona la música en tu escritura?

   Suelo escuchar música cuando escribo, pero en el caso de Ártico creo que no lo hice. No me acuerdo bien, estaba en una posada en el extremo sur durante el invierno y me acuerdo que cuando llegué estaba nevando mucho y hay algo del silencio durante una tormenta de nieve que me atrae, la forma en que la nieve absorbe el sonido y hay una quietud que me calma y a la vez inquieta. Creo que ese silencio y el frío también afectaba mi percepción del tiempo y a la vez de la memoria, me daba la sensación de que todo se detenía, como si la ausencia radical de sonido implicara la ausencia del tiempo y desplegara la memoria como si fuese una maqueta o diorama. Me acuerdo de eso más que de música.

   Algo de los proyectos poéticos de Raúl Zurita o Gonzalo Millán parece atravesar el libro por su cadencia hipnótica. ¿Cuál es tu relación con la gran tradición de la poesía chilena?

   Admiro mucho a los poetas que mencionás. Las obras de Zurita y Millán son tremendas, pero no me considero poeta. Hay muchos poetas chilenos que me parecen excepcionales, varios poetas más jóvenes también que están explorando distintas formas y sensaciones con las que me identifico y admiro. Pero al escribir, no pienso mucho en eso, sea narrativa más convencional o textos distintos como Leñador o Ártico. Me relaciono con estéticas, con tonos, y estos son transversales, el tema de género literario o artístico en general me da un poco lo mismo, no me preocupa. (Télam)