Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Maridaje perfecto

Maridar vinos y comidas es encontrar armonía o matrimonio ideal entre las partes. Todo aquel que haya estado casado, al menos una vez, discutirá la noción de perfección marital con evidencia de platos rotos, pero creo que casi todos pueden encontrar en los buenos matrimonios ciertos conceptos que se transforman en reglas de oro. Potenciar las coincidencias, aprovechar las diferencias y complementarse, por caso.

Con el vino y la comida, sucede algo similar. Ciertas claves nos ayudan a mejorar la experiencia. La más básica nos dice que en el maridaje de los alimentos y el vino, lo común es utilizar vinos tintos o rojos para las carnes rojas y fuertes, y vinos blancos para las carnes blancas como el pescado y el pollo, o para vegetales. Esto tiene que ver con los ácidos y con los taninos del vino, y no con el color. Todos comprendemos el factor ácido pero, ¿Qué es un tanino? Es el componente astringente en el vino tinto que le da estructura. Esto es lo que puede provocar esa sensación amarga, rugosa en la parte posterior de la garganta.  Esto necesita de la grasa para mantener el equilibrio.  La grasa suaviza los taninos y traen un tacto más suave. De esta manera, en el juego de combinar y potenciar, podemos recomendar:

Vinos blancos de carácter seco, como un sauvignon blanc o un pinot grigio, para vegetales, vegetales asados, pescados, ensaladas, quesos frescos.

Vinos blancos dulces, como el gewurstraminer, semillón o moscato, para quesos blandos o duros, para embutidos o postres frutales.

Vinos blancos con cuerpo, como el viognier o el chardonnay para quesos suaves, frutos de mar, pescados grasos, carnes blancas.

Espumantes, champagnes o cavas, para pescados grasos, frutos de mar, quesos, vegetales, fruta fresca, pan, guarnición o postres.

Tintos ligeros como el pinot noir o rosé, con quesos, frutos de mar, embutidos, vegetales asados, paellas y carnes blancas;

Tintos intermedios, como el tempranillo, o el merlot, con carnes rojas, embutidos, quesos duros, carnes blancas, curries, vegetales al horno, humitas, empanadas, guisos.

Tintos fuertes, como el malbec, cabernet sauvignon o syrah, con embutidos, carnes rojas, corderos, guisos, empanadas, o quesos duros.

Vinos dulces, cosecha tardía o un sherry, con postres, quesos suaves o embutidos.

O lo que usted quiera, porque claro que de gustos no hay nada escrito, pero cuando uno tiene la chance de probar estas parejas, comprende porque se han establecido como tal, y porque funcionan en el paladar mejor que ninguna otra opción. También existen los "inmaridables", como el espárrago o las alcachofas, que realmente generan un efecto desagradable en la boca del desprevenido comensal que intenta buscarle una combinación amena. A la hora de planear una comida con vino, es bueno tenerlo en cuenta.

Palabras aparte, es que no hay mejor maridaje para un buen vino, que una buena compañía, y que no hay mejor razón para recordarnos porque estamos juntos, que una eterna sobremesa.