Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Un personaje y una historia que, por fortuna, terminan

Con muy poco para ofrecer de nuevo, se presenta en los cines la tercera "Búsqueda implacable".

Por María Inés Di Cicco / mdicicco@lanueva.com

Por fortuna, es la tercera y última entrega de la serie Búsqueda implacable, que inició en 2008, con una propuesta fuerte y efectiva, dirigida por el francés Pierre Morel, pero se extendió hasta la actualidad con dos entregas más, firmadas por Olivier Megaton, a cual más flaca.

La idea de un ex espía entrenado para resistir en cuerpo y alma al más duro de los desafíos, puesto a prueba cuando su hija era secuestrada por un delincuente peligroso, resultaba interesante de seguir, especialmente por la frialdad de Brian Mills para actuar y sus métodos nada piadosos y pasmosamente creíbles.

En 2012, su hacer se trasladó de escenario, pero no ofreció mayor novedad al espectador, aunque lo mantuvo entretenido con similares cuotas de tensión.

Este tercer capítulo, siquiera mueve la aguja cinematográficamente hablando.

Mills lleva una relación amistosa con su ex esposa que es bastardeada por el asesinato de ella en casa de él. Acusado del delito, el hombre escapa y se dedica a dar con los asesinos, a la vez de proteger a su hija.

Desde un argumento básico, con una puesta en escena sin fascinación alguna, la fuerza de la narración parece sostenida en la capacidad de Liam Neeson de mantener la estirpe de su personaje, una tarea que bien justifican los 20 millones de dólares de cachet, en un filme que dos años atrás, dijo, no veía posible.

Otro actor de tamaña investidura como es Forest Whitaker en el rol del investigador podría haber sido aprovechado para meter contrapunto. Pero nada más lejos de esto que su disminución a la altura de un cachorro fiel, castigado pero feliz de recibir una palmada en el lomo.

Una cámara histérica, al estilo de la serie The Office de NBC, quiere transmitir nervio aunque sólo logra producir mareos, mientras se producen los enfrentamientos de malos-malos con malos menores justificados por el bien de los incocentes, como es el caso de Mills.

Bien le habría valido a la dignidad del personaje y el título un poco menos de ambición de sus mentores. Pero se sabe que en cuestión de cine grande, eso de los títulos memorables dejó de importar en virtud de los números.