Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Magalí Agnello y su mágica mirada del mundo

Única. La fotógrafa bahiense juega con el autorretrato, inventa seres fantásticos y recrea personajes de cuentos clásicos. Algunas de sus fotos fueron elegidas por la web de la revista Vogüe Italia.
La foto 42 , del proyecto Trotamundos, iniciativa que consiste en publicar una foto por día hasta el 31 de diciembre.

Por Anahí González

En el mundo de Magalí Agnello conviven dragones, princesas y hasta criaturas que manipulan tormentas o saben interpretar a las nubes. También es común encontrar caballeros andantes y modernas versiones de personajes de cuentos clásicos de la infancia como una tatuada Caperucita Roja.

Mujeres aladas y de larga cabellera despliegan su misterio en paisajes diversos y rara vez miran a la cámara, como si no se enterasen de la presencia de observadores.

Todo forma parte del universo paralelo que existe en la mente de esta fotógrafa bahiense autodidacta, de 21 años, que comparte sus creaciones con los casi 3.500 seguidores que supo reunir en Facebook y Flickr.

Además de exponer su trabajo en varias salas de nuestra ciudad como Forum, el Museo de Arte Contemporáneo, la Casa de la Cultura de la UNS y la Biblioteca Bernardino Rivadavia algunos de sus trabajos fueron seleccionados por la versión online de la revista Vogüe de Italia para que formen parte de su portfolio personal. Por estos días se encuentra trabajando en un proyecto que le demanda mucho trabajo y grandes satisfacciones.

La historia de un amor

Magalí descubrió su pasión por sacar fotos a los 14 años.

Buscaba tutoriales en la web para aprender a dibujar cuando dio con la plataforma Flickr. Allí conoció el trabajo de fotógrafos europeos y norteamericanos que la motivaron a investigar y a experimentar. Se compró una cámara y se lanzó a explorar.

Luego de un par de años de probar técnicas como autodidacta (mediante ensayo y error) en 2012, inició un proyecto que consistía en tomar una foto por día durante un año y compartirla en las redes sociales. Fue el período de mayor aprendizaje.

“Si se me ocurría una foto y no sabía cómo lograrla, debía aprender en el mismo día cómo hacerla. Cada una tiene su secreto. Eso me obligaba a aprender rápidamente. Era un desafío”, contó a La Nueva.

Como el proyecto quedó trunco, el 13 de marzo de 2014 inició otro, con el mismo objetivo, al que denominó “365 fotos, 365 días”. Y esta vez lo culminó.

Compartió en la web una imagen por día sin excepción, todo el año y luego realizó una muestras del material en Forum y en la Biblioteca Bernardino Rivadavia.

“Este proyecto me sirvió para generar un estilo nuevo. Las fotos ya no eran tan oscuras y estaba más segura de lo que estaba haciendo”, comentó.

La fotógrafa es también bastante escenógrafa. No solo edita su material sino que compone cada fotografía en base a una idea de lo que quiere lograr con los objetos que tenga a mano.

"¡Con una peluca, un objeto y un vestido, armo una historia!", cuenta.

Para ello dispone de un placard lleno de ropa y objetos que fue encontrando en casas de antigüedades. Las imágenes suelen contar con tules, galeras, farolas, libros, muñecas, relojes, dados, guadañas, calaveras, manzanas, espejos y muebles. La mayoría son al aire libre y no faltan los personajes en movimiento.

Para su último proyecto, llamado Trotamundos encargó al artista plástico y escultor Juan Ignacio Valenzuela el diseño de una armadura para cumplir el sueño de narrar en una secuencia diaria una particular historia con aires medievales.

Autorretrato

En su trabajo, además de contar con la ayuda incondicional de su hermana Mica, la fotógrafa utiliza en gran medida la técnica del autorretrato.

“Desde que empecé a hacerlo se volvió algo terapéutico. Cuando andaba con la cabeza en algo que no era grato, hacía un autorretrato y enseguida me despejaba”, confiesa Magalí, egresada de la Escuela Normal Superior Vicente Fatone.

Cada vez con mayor soltura aprendió a jugar con su particular look para explotar lo al máximo. Y hasta se animó a realizar desnudos.

Su cabello bien corto -ahora casi rapado- los tatuajes en brazos, piernas y espalda, los piercings en la boca y en la nariz y una piel que Blancanieves envidiaría, se convirtieron en aliados a la hora de crear estilos y personajes.

La comodidad también sumó en el momento de optar por el autorretrato.

"A veces me levantaba a las cinco de la mañana, se me ocurría algo y no podía llamar a una modelo para que se pusiera delante de la cámara. Y además yo sabía mejor que nadie lo que quería lograr. Disfruto mucho el proceso del armado", comenta.

Esta técnica también la ayudó a superar la timidez y a mejorar la autoestima.

"Era tan tímida que en los primeros autorretratos me tapaba la cara. Tenía una incomodidad conmigo que fue desapareciendo", relata.