Bahía Blanca | Martes, 23 de abril

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Andrés Binetti celebra la popularidad en su tierra

Bahiense, de 39 años y excelente trayectoria en Buenos Aires, dirige por primera vez la Comedia Municipal de la ciudad, con La patria fría, que escribió junto con Mariano Saba.
Andrés Binetti celebra la popularidad en su tierra. Aplausos. La Nueva. Bahía Blanca

Textos: María Inés Di Cicco / mdicicco@lanueva.com

Fotos: Facundo Morales / fmorales@lanueva.com

Andrés Binetti goza de una bien entendida popularidad.

Actor, docente, dramaturgo y director, este bahiense de 39 años ha logrado ser profeta en su tierra, donde sus obras son elegidas por los grupos independientes y el elenco oficial de la Comedia Municipal de Bahía Blanca.

En los dos últimos meses, Binetti se dedicó a ultimar detalles del estreno para el primer semestre de 2015 del grupo que depende de la comuna con La patria fría, un material de autoría compartida con Mariano Saba.

En el mismo lapso se produjo la temporada de El peor de los públicos, un unipersonal escrito por Binetti, dirigido por Jorge Bedini y actuado por Viktor Mansilla, que esta noche realizará su última entrega, desde las 21, en el Centro Cultural La Panadería, en calle Lamadrid 544.

"¡Es cierto, lo de las coincidencias...!" repara el autor. "Hace unos años dirigí Llanto de perro, mientras Andrea Borello ponía en escena La piojera que no había sido elegida en el concurso de la Comedia. Además, en 2012 hice Nadie mejora, que presentamos en el Museo de Arte Contemporáneo.

"Siempre estoy dando vueltas por la periferia y por el centro", bromea y celebra la adopción de sus libros en el circuito local, más allá de la realización de varios de sus títulos en otros puntos del país, incluida la enorme Buenos Aires.

"¡Es lindo que hagan mis obras! Me encanta la idea de ser popular", asegura.

Explica que entiende el término en su sentido positivo, el que refiere a la aceptación de sus obras por un público amplio, que exige empatía con compromiso y calidad de argumento, guión e interpretación.

"Lograr eso, viniendo del off de Buenos Aires, lleva lucha. El teatro allá es muy selectivo y pretencioso, mientras que yo tengo una vocación por un teatro que llegue e importe al común de la gente".

Había una vez... un circo

La patria fría se estrenará el próximo fin de semana largo --viernes 3, sábado 4 y domingo 5, a las 21--, en la carpa del Microcirco de Memo Galassi, que será instalada en la Plaza Rivadavia para la ocasión.

"Fue divino que me propusieran hacer el debut en ese espacio, porque la obra transcurre en el coreto de un circo, esa carpita que se instala al lado de la carpa principal y que funciona como camarín para los artistas".

La tienda, describe, "cuenta con capacidad para poco más de un centenar de espectadores en un espacio circular que permite proximidad con el público, que es lo que pide el libro. Claro que si hubiera una demanda mayor agregaremos funciones. Para eso estamos", ofrece.

"Por supuesto, tuve que pensar la puesta en escena para otros ámbitos, y de hacerla en el Teatro Municipal, estimo que la armaríamos sobre el escenario", indica en función de la intimidad requerida.

Detrás de las máscaras

La patria fría pertenece a la Trilogía argentina amateur, cuyos relatos parten de un principio similar: un grupo de creación amateur, en un contexto sociopolítico de mucha condensación.

En el coreto de este circo decadente hay un lanzacuchillos alemán tuerto, una contorsionista paraguaya embarazada, un payaso alcohólico, un enano que creció, un león hambriento y un dueño antiperonista que reclama una gloria que nunca tuvo. Recorren pueblos perdidos en la llanura pampeana buscando espectadores que paguen su entrada.

"Es 1948, están en Basavilvaso y el día de la función la gente del pueblo está esperando la llegada del Tren Solidario de Evita. Lo que allí sucede pivotea entre dos escenarios ausentes: la pista del circo, donde cada número es peor que el anterior y el público se va, y el afuera, donde el pueblo espera la llegada de Evita.

"El espectador presencia lo que nunca ve. Lo importante es lo que se sugiere y lo que construye la platea con esto: un circo a la medida de su mirada y la idea del fracaso de esos números tan mal hecho”, compara.

"Las preguntas que disparamos con Mariano fueron, por ejemplo, qué pasa con el amateurismo en el arte; qué, con la política en el arte; cómo se puede reelaborar un discurso político en un contexto complejo; cómo nos corremos de la noción didáctica del teatro político según la cual `yo sé algo que vos no sabés y te lo voy a enseñar a través del teatro´...".

"Pusimos en escena esas y otras preguntas y están las que agrega el público y las respuestas que el espectador resuelve.

"No teniendo, como nos sucede hoy, un mundo polarizado ni certezas, priman los interrogantes que son generales, porque todos vivimos en esta ensalada, donde cada quien interpreta según su saber y entender", propone para quien quiera aceptar el juego de su obra.

"Tengo que remarcar el nivel actoral de Bahía Blanca y lo mucho que trabajamos con el elenco sobre la idea de entretener, de no darnos el lujo de que el espectador se aburra, uno de los desafíos más técnicos del teatro actual, que compite con el vértigo de Breaking bad.

"El propio teatro suma propuestas y uno, salvo que esté investigando, no tiene permitido tomarse demasiados tiempos y ponerse solemne. La solemnidad, hoy más que nunca, atenta contra la atención", subraya.