Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Un acuerdo que todos celebran

Un arreglo, dos versiones. Para Sergio Palazzo, titular de La Bancaria, el incremento salarial conseguida para el 2017 supera el 24 por ciento.

El gobierno y los banqueros, en cambio, prefirieron hablar del 19,5%, más en línea con la expectativa de inflación del año. Ambos tienen razón.

La diferencia es que el 4% pactado para el arranque del año se toma con “compensación” por la pérdida que sufrió el salario de los empleados bancarios a lo largo de 2016 producto de la inflación acumulada del 40%.

El ministerio de Trabajo ya había advertido a las cámaras bancarias que no estaba dispuesto a homologar un acuerdo salarial que supere el 20%.

Por eso se encontró la fórmula de desdoblar el incremento, que así puede ser exhibido como una victoria para ambos.

Obviamente que para el gobierno también significó un alivio después de una semana cargada de tensión por el acuerdo con el Correo y el recálculo de jubilaciones, que obligaron a dar marcha atrás al Presidente Mauricio Macri.

Si a estos episodios se hubiera sumado el paro bancario por 72 horas, el malhumor social hubiera crecido todavía más.

Palazzo, por otra parte, precisaba una cifra que se aleje lo más posible de la referencia que procura imponer el gobierno y lo logró.

A lo largo del año profundizará su perfil, buscando diferenciarse del triunvirato que hoy dirige la CGT, que hasta ahora se mostró algo más amigable con la Casa Rosada.

Caso testigo

Es indudable que el acuerdo con los bancarios representa un “caso testigo” para el resto de las paritarias del sector privado, tal como en su momento sucedía con el arreglo con camioneros en los primeros años del gobierno kirchnerista.

Uno de los componentes del acuerdo es la “cláusula gatillo” en caso que la inflación supere ese 19,5%.

Aunque con algunos matices, también figura este ajuste en la negociación que se cerró a fin de año con los estatales bonaerenses (excluídos los docentes) y es en definitiva el mecanismo elegido para evitar aumentos que se alejen demasiado de la meta del 17% de inflación que se fijó el BCRA para este año.

Ese nivel fue relativizado por el propio Macri, que habló de un incremento de precios “por debajo del 20 por ciento” para el 2017.

Justamente el repunte de la inflación de febrero y marzo (se estima que el piso en ambos meses estará en el 2%) será un escollo para cerrar las negociaciones colectivas en los niveles deseados por el oficialismo.

Este repunte inflacionario no hará otra cosa que sumar ruido a la hora de cerrar las paritarias en los distintos sectores, que se cierran en el arranque del segundo trimestre.

La recuperación del poder adquisitivo de los sueldos será uno de los datos más relevantes del 2017 y uno de los componentes claves de la recuperación económica que se avizora.

Justamente fue la pérdida del salario real en el contexto de una elevada inflación lo que profundizó la recesión del año pasado hasta niveles cercanos al 2,5%.

Ahora también algunos aumentos tendrán su impacto en los bolsillos como los ajustes de las tarifas de luz, gas, o colegios privados. Sin embargo, se nota mayor estabilidad en los precios de los supermercados.

Alimentos y bebidas fue un rubro que sufrió un fuerte impacto de la devaluación en 2016 y lo que más se sintió a la hora de medir el poder de compra.

Pero esto año, que muestra mayor estabilidad en el valor del dólar, los aumentos serán muy inferiores.

Rebote lento

Esta vez el consumo rebotará más lento que en otros períodos de recuperación económica.

La política más restrictiva del Banco Central, que intenta mantener a raya la cantidad de dinero en circulación, termina poniéndole un límite al incremento de la demanda interna.

Se trata, en definitiva, de un balance delicado: que la necesaria reactivación del consumo no se consiga a costa de un rebote inflacionario,más allá de estos aumentos puntuales.

La expectativa es que también el crédito muestre un crecimiento en términos reales, al revés de lo sucedido el año pasado.

Esto significa que crecería por encima de la inflación, por lo que agregará poder de compra a las familias, ya sea a través del uso de la tarjeta, préstamos personales o mediante los incipientes créditos hipotecarios con ajuste UVA.

El círculo de paritarias, reactivación del consumo y más crédito cierra con una tendencia al incremento del empleo, que contrasta con la pérdida neta del año pasado. Pero el aumento de la obra pública aspira a dejar de lado la “sensación de desempleo” como describió el año pasado el diputado del Frente Renovador, Felipe Solá.

De hecho, la mayoría de los especialistas coinciden en que el consumo posiblemente registre una recuperación moderada el año que viene, aunque no volverá a los niveles de 2015, cuando se encontraba artificialmente elevado por el atraso cambiario.

Pero esta mejora todavía sigue demasiado atada a los esfuerzos del Estado, pero todavía con una presencia tímida de iniciativas privadas en inversiones productivas.