Bahía Blanca | Sabado, 20 de abril

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Cambio de pronósticos para 2007

E l proyecto de Presupuesto 2017 fue presentado, tal como marca la ley, el 15 de septiembre. Menos de dos meses después se transformó en ley, con un crecimiento previsto de 3,5%, un dólar promedio de $ 18 y un déficit fiscal de 4,2%. No hubo cambios, en realidad, respecto a la propuesta original elaborada por el equipo económico, en lo que constituyó el primer presupuesto genuino del gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, algo más que relevante sucedió en el medio desde la presentación original y la aprobación en el Senado: cambió el mundo.

Desde que Donald Trump ganó las elecciones, la tasa a diez años del Tesoro norteamericano pasó de 1,8% a más de 2,4% anual. El dólar reaccionó automáticamente y subió contra todas las monedas del mundo y los mercados emergentes se vieron afectados. Básicamente, si Estados Unidos comienza a pagar más por sus títulos, el resto del mundo debe darle un premio mayor a quienes desean invertir en ese tipo de papeles, considerados de mayor riesgo.

En la Argentina el impacto resultó inmediato. El dólar subió 5% en relación al peso, superando el nivel de $ 16. Pero no fue un movimiento muy diferente a lo que sucedió con otras monedas de la región, especialmente el real brasileño y el peso mexicano, que también perdieron terreno. Las sucesivas bajas de tasas dispuestas por el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, no hicieron más que alentar ese impulso del tipo de cambio, con lo que se evitó perder todavía más competitividad en relación a los principales socios comerciales de la región.

El impacto más importante estuvo relacionado con el riesgo país. El rebalanceo de portafolios de inversión a nivel global le pegó negativamente a los papeles locales. Así, la deuda de más largo plazo que rendía entre 6,5% y 7% anual en dólares pasó a más de 8%. En dos semanas, la Reserva Federal norteamericana definirá un incremento de las tasas de corto plazo, lo cual tiene un fuerte impacto no sólo para la economía de ese país, sino para todo el mundo. El secretario del Tesoro electo por Donald Trump, un ex Goldman Sachs y que fue una pieza clave en la campaña presidencial del republicano, reconoció que el aumento de tasas en su país es “inevitable” y que el nuevo gobierno deberá lidiar con esa situación en los próximos años. Entre las posibilidad, sugirió que podría emitirse deuda a más de 30 años (tal vez 50 ó hasta 100 años) para que el costo del financiamiento no se vea tan impactado.

Para Argentina el tema es bastante más delicado. A tal punto que el Presupuesto 2017 se apoya básicamente en el endeudamiento para mantener un elevado déficit fiscal. Se calcula que serán necesarios más de 35.000 millones de dólares para hacer frente al gasto público planteado. El problema es que hoy nadie puede dar certeza de cuáles serán las fuentes reales para conseguir ese financiamiento. Está claro que el mercado internacional luce mucho más limitado que antes (incluso que este 2016) para esos objetivos y habrá que conseguir más en el mercado interno, “pidiendo” préstamos al Banco Nación, a la ANSES o manoteando depósitos en dólares de los bancos. En ese sentido, el blanqueo también aportará recursos en forma excepcional. Será un alivio para enfrentar un año complejo en materia de financiamiento, pero de ninguna manera soluciona el problema de fondo, que es un gasto que no para de crecer y un déficit fiscal que tampoco cede pese a las promesas oficiales.

Con estas dificultades por delante, que impactan directamente en el plan original que el gobierno tenía para el 2017, prácticamente todas las consultoras económicas y bancos de inversión comiezan a recalcular los pronósticos para el año próximo.

Aun con matices, la coincidencia es que el año próximo tendrá algo menos de crecimiento, un poco más de inflación y un tipo de cambio más alto respecto a los postulados oficiales. Todavía nadie habla de un 2017 recesivo ya que el impulso del campo, la mejora de los ingresos en términos reales y el fuerte impulso a la obra pública deberían ser decisivos para la recuperación. Sin embargo, las incógnitas vinculadas al déficit y al resultado electoral del 2017 resultan variables que pesan negativamente en el ánimo empresario e inversor.

Además de las dificultades para acceder al crédito y financiar el déficit fiscal, aparece Brasil como otra de las complicaciones para la salida de la recesión. La economía del vecino país empezó a mostrar signos de recuperación tras la salida de Dilma Rousseff, pero le pasó algo parecido a la Argentina: los brotes verdes no consiguieron germinar como se esperaba y ahora se estima que el año próximo con suerte volverá a crecer no más allá del 1%.

Aunque todavía ningún analista salió públicamente a revisar sus pronósticos para el año que viene, por lo bajo reconocen que deberán hacerlo en breve. La caída más pronunciada del 2016 tiene dos caras: mejora la posibilidad de un rebote por la simple medición estadística (ya que el repunte sería mayor). Pero por otra parte el arranque viene mucho más demorado y le costará tomar envión, como ya se nota en esta última parte del 2016, cuando muchos preveían que la economía se encuentre en franca mejora.