Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Cómo intentar un blanqueo con varios objetivos

El escenario internacional está favoreciendo el retorno de capitales argentinos. El efecto Panamá Papers y la lupa puesta sobre los paraísos fiscales son claves.
Habrá que ver si, esta vez, el viento de cola desatado en los mercados favorece al país.

El anuncio de un proyecto que permitirá blanquear capitales no declarados llega luego de algunos pasos que eran imprescindibles para llegar a este momento: la salida del cepo cambiario y el acuerdo con los holdouts. Con esas restricciones cualquier intento de estas características estaba condenado al fracaso.

En parte, esa es la explicación para el pobre resultado del último blanqueo que estuvo vigente durante más de tres años, desde mayo de 2012 a diciembre de 2015. La suscripción de los famosos Cedines y BAADE apenas consiguió 2.500 millones de dólares.

Los inversores rechazaron ingresar en una operación lanzada por un gobierno que buscaba pesificar a la fuerza y con un discurso que ni remotamente invitaba a la inversión. Con confianza cero, ni siquiera un blanqueo totalmente gratuito consiguió captar una masa crítica razonable. Peor aún: la compra de Cedines era extremadamente sencilla, ya que el gobierno permitió que se hiciera en efectivo, sin tener que justificar cuentas off shore ni origen del dinero. Ni siquiera así consiguieron la adhesión.

Ahora hay algunos aspectos que jugarían a favor. Se trata de un gobierno más “amigable” con los mercados, pero sobre todo la persecución sobre las cuentas off-shore será mucho más intensa a partir de 2017. La Argentina firmó convenios con una gran cantidad de jurisdicciones que comenzarán a divulgar información de las cuentas en poder de argentinos, empezando por Suiza. Además, el escándalo desatado por “Panamá Papers” reveló lo sencillo que es la divulgación de cuentas que operan por afuera del circuito formal. Y antes había sucedido lo mismo con las filtraciones de las cuentas del HSBC en Suiza.

Con todos estos elementos el gobierno confía en que esta vez la aceptación del blanqueo será sustancialmente más grande. La cifra de u$s 60.000 millones parte de un análisis un tanto lineal. Si en Chile esta operación captó 20.000 millones de dólares el año pasado y la economía es un tercio de la Argentina, entonces podría esperarse una suscripción tres veces más grande en el caso argentino. Pero a priori resulta imposible determinar cuánto dinero finalmente será blanqueado. La contra de este esquema es que la tasa de penalidad para los que entren serán más altas y llegaría al 10% para los que sólo divulguen sus cuentas pero no apliquen los dólares a inversiones productivas (por ejemplo compra de inmuebles).

Si el blanqueo es exitoso y consigue una adhesión significativa, los beneficios serían múltiples, ya que el principal beneficio que obtendría el gobierno sería el de alcanzar una masa de dinero que hoy no está prevista en el presupuesto. Se trata de fondos que pueden ir a cubrir el gasto corriente, pero también a obras de infraestructura o a otras urgencias.

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Además de engrosar la recaudación con un aporte inesperado vía el blanqueo, el otro efecto concreto es que en caso de que ingrese un volumen importante de capitales ayudaría a dinamizar la actividad económica. Lo más probable es que esos fondos tengan como destino la construcción, ya que la alícuota sería la mitad de ese 10% de tasa. Por lo tanto, el blanqueo también tendría un efecto positivo sobre la actividad económica y la generación de empleo. Y todo eso sin contar el aumento de los recursos del sector financiero.

Pero más allá de estos beneficios teóricos que se pueden dibujar en el aire, en el fondo todo pasará por una cuestión de confianza. Si el gobierno consigue generarla, se habrá roto definitivamente el mito de que no hay argentinos con fondos en el exterior que confíen en los manejos políticos de sus connacionales, pero si la adhesión vuelve a ser despreciable, como ocurrió con el blanqueo de las mentes afiebradas que pasaron se escribirá una nueva historia de fracasos.