Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Con el tanque de reserva

El Gobierno encara los meses previos a las elecciones con urgencias de todo tipo. El único motivo de tranquilidad para el ministro Axel Kicillof es que la economía no atravesará una crisis al estilo 2001 ni va a explotar. Pero las distorsiones son enormes y se vuelven imposibles de disimular. A esta altura nadie duda que todos los costos pasarán al próximo Gobierno.

La discusión en torno al tipo de cambio recrudeció en la última semana, coincidiendo con el récord de 16 pesos que llegó a tocar el blue. Por otra parte, otro mecanismo de acceso a la divisa como el “contado con liquidación” también mostró presión con niveles cercanos a los 14 pesos.

Uno de los debates que se introdujo esta semana estuvo referido a la adecuación del dólar oficial, cada vez más atrasado. El financista Alfredo Piano esbozó la posibilidad de que el Gobierno efectúe “una pequeña devaluación” tras las elecciones. Sin embargo, la mayoría cree que esto no sucederá y que, por otra parte, podría ser algo indeseable.

El aumento de la brecha cambiaria otra vez a más del 65% complica los planes oficiales para llegar con relativa calma al 25 de octubre. Semejante diferencia acelera la demanda de divisas por parte del público. El efecto sobre las reservas es muy significativo, al punto que el swap chino no para de crecer para compensar la caída de dólares “genuinos”. A este ritmo y con el vencimiento del Boden 2015 por delante, el nivel de divisas disponibles que heredará el nuevo Gobierno será mínimo.

Pero la presión cambiaria también viene por el lado de los pesos, ya que el enorme rojo fiscal requiere de una fuerte expansión monetaria. Se calcula que hasta fin de año se volcarán cerca de $ 150 mil millones, lo que agregará aún más nafta al fuego.

Pero esta herencia tan complicada que le quedará a la próxima administración contrasta con cierto repunte del consumo, producto de los últimos aumentos salariales y una inflación que se estacionó en un promedio del 2% mensual. El ancla cambiaria y el congelamiento tarifario fueron las claves de este año para evitar un mayor salto inflacionario. Ninguno de estos componentes estaría disponible el año que viene, por lo que todo hace suponer una mayor presión en los precios en los primeros meses del próximo Gobierno.

Si todavía existe algún modelo económico, llega exhausto al final de la gestión de Cristina Kirchner. Más allá del relato, los números son contundentes: cuatro años sin crecimiento, inflación promedio del 28%, un déficit fiscal récord, pérdida del superávit de la balanza comercial y un feroz atraso cambiario.