Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Encuentros cercanos con la realidad

No tiene más de 10 años, aunque su picardía denucie mucha más calle y vivencias de las que se pueden juntar en apenas una década de vida.

El pibe vende zoquetes, a "20, 30, 40 pesos el par". Y muestra una renguera algo extraña. Algo forzada. Sobreactuada. Se le hace notar y larga una carcajada. No importa.

La cosa es que el chico, finalmente, se llevó los 30 pesos por un par de medias algo descoloridas que dejó entre las dos copas aún vacías. En una de las tantas mesitas muy bien dispuestas sobre la acera, en plena avenida Alem.

Al ratito, nomás, el que se para delante es un hombre fornido. No habla. Se presume mudo. Solo deja un papel inundado de palabras que cuesta leer. Por lo oscuro del lugar, pero más que nada por la presbicia que avanza. Pide una colaboración por un tema de precarización laboral por su discapacidad. ¿Presunta? ¿Por qué dudar? Se le ayuda y listo.

A los cinco minutos asoma la figura de una nena, con una sonrisa imposible de dejar pasar. Su simpatía gana por goleada.

-¿Y vos que me querés vender?

-Esta flor para su novia.

No era momento para explicarle que la supuesta novia era la madre de tres de mis hijos. Pero bueno. No vino para nada mal ese clavel rojo y matizar así con un poco de romanticismo una noche bien de verano. Aunque cargadita...

Porque casi al unísono quien se presenta es una mujer muy joven, ¡con cuatro chicos! Más que la mamá, parecía la hermana de los niños, pero no... Juraría que se trataba de la mamá. Y a colaborar. Por cuarta vez en 20, 30 minutos. Una vez más.

Entonces la salida, pactada para charlar un rato de bueyes perdidos sin la irrupción de la minidemandante de 7 años, la maxidemandante de 13 y el mayordemandante, de 16, se tornó imposible. No hubo caso.

Sirvió, sí, para caer en la cuenta de que cada día estamos más lejos de la prometida pobreza cero. Y seguramente más cerca, mucho más cerca, de reencontrarnos con un escenario recurrente de esta Argentina que nos duele.

Siempre nos duele.

Más allá de Cristina o de Mauri.

Ya da lo mismo...