Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

De malas e insanas costumbres

No hay peor costumbre que aquella que se hace carne, que nos torna sumisos, impávidos, sin reacción. Y, la verdad, nos estamos acostumbrando a todo. A todo...

La lista es interminable. Pero como aseguran que nos hemos acostumbrado a leer cada vez menos, trataremos de que no sea tan extensa.

Nos recontraacostumbramos a tantas promesas incumplidas. Al funcionario que nos devuelve el voto de confianza con inacción, ineptitud. O peor todavía, con corrupción.

A medidas como las del “blanqueo” del poderoso que contrasta con semejante presión tributaria sobre el vecino común.

Nos estamos acostumbrando a todo.

A que un cura abuse sexualmente de un chico, al policía “recaudador”, al periodista que opera políticamente, al abogado “carancho”, al médico “comerciante”, al sindicalista coimero.

A todo eso.

Pero también al maleducado, al vocabulario “tinellizado”, tan burdo. “Che, boludo”, “¡eyyy, boludo!”, “¿cómo andás, boludo?”.

Al trámite engorroso, a los piquetes, a las calles cortadas, a los baches que se reproducen.

Nos acostumbramos a todo. A todo eso y más también.

Al ventajero en la cola, al “comepochoclos” que no para de rascar el cartón en el cine, al tipo de la 4x4 que se lleva al mundo por delante, al dueño del rottweiler que anda por ahí suelto, metiendo miedo a quien se le cruce.

Y ni hablar de la inseguridad, que nos somete con su manto aterrador. Y la oscuridad de sus orígenes.

Ya nos acostumbramos, por si fuera poco, a los cortes de luz, a quedarnos sin agua, a las boletas “infladísimas” de gas... Sí, claro, a la inflación que no para. A las remarcaciones. Una sobre otra.

A todo. A todo eso nos acostumbramos.

A decirle a nuestros hijos “mañana no hay clases”, a los paros de acá y de allá que nos tornan la vida cada día un poquito más complicada de lo que debería ser.

Y hay más, lamentablemente muchas más realidades severas o cuestiones nimias, cotidianas, pero que nos agotan. Y de las cuales nos vamos acostumbrando. Como si nada.

Sin embargo, frente a este escenario perverso y recurrente, de algo no nos podemos acostumbrar.

A valorarnos lo suficiente como para pedir con insistencia que nos rindan cuentas. Pero en serio. Las que correspondan. En el ámbito que sea y de quién sea.

Sería, esa, y para empezar a modificar nuestro semblante de “ciudadano-número-subestimado”, una buena y sana costumbre para combatir a aquellas dañinas y francamente intolerables.

Y si usted quiere sacar de esa nómina al “comepochoclos” del cine, está bien.

Un poco de tolerancia con el otro tampoco vendría mal...