Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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El mensaje demoledor de los Juegos

“Ganar no lo es todo, es lo único”, nos quieren hacer creer. Con un poder de convencimiento que intenta trastocar lo esencial del deporte. La maravilla de superarse y competir.

“El segundo es el primero entre los perdedores”, sostienen. Y así desprecian los valores de quienes no pueden alcanzar la cima, como si ello fuera lo único.

Tanta estrechez intelectual quedó desnuda, a la intemperie, con sus cultores en voz baja durante estos Juegos Olímpicos que acabamos de disfrutar.

Ver al básquetbol del mundo rendido a los pies de uno de los mejores artífices de la disciplina durante las últimas dos décadas, tras caer en cuartos de final ante Estados Unidos, y es obvio que se trata de Manu Ginóbili, es empezar a entender que aún en la derrota el gladiador merece respeto. Y admiración.

Escuchar a Cahito Vigil tras la perfomance menos convincente de Las Leonas en mucho tiempo. O a Hugo Conte desgranando los motivos por los cuales el voley no pudo atravesar la barrera que le impuso Brasil en cuartos. O a Javier Frana analizando, con indisimulada emoción, las razones del oro que no fue para Juan Martín Del Potro tras su batalla ante Andy Murray, resultó gratificante frente a tanto existismo que suele envolvernos a los argentinos.

Y un toque de atención a quienes equivocan el mensaje, en especial desde los medios habituados a hablar, debatir y vociferar sobre fútbol.

El deporte, su estética, las enseñanzas que pregona, los valores que promueve y las enormes similitudes con la vida misma, sigue siendo la mejor salida para miles de jóvenes que sueñan con trascender en el entorno en el que se desenvuelven.

Argentina, como pocas naciones, debería comprender que quizás allí estribe una de las soluciones a su debacle moral.

A que tantos de sus hijos que hoy habitan fuera del famoso "sistema" bien podrían insertarse en él gracias a una pelota, una raqueta o una jabalina.

Quizás la mejor síntesis de lo expuesto sea esa cordobesita de 16 años, Fernanda Russo, quien en tiro deportivo emocionó a todos al enterarse de su puesto final en la entrevista con Gonzalo Bonadeo, tras la cual rompió en lágrimas y abrazó a su mamá.

No fue oro, ni plata ni bronce.

Terminó vigésima.

Y desde ese lugar, nos hizo sentir grandes.

Muy grandes.