Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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De San Pedro a Bahía: pasó 7 años en un hogar y una pareja lo adoptó con sus 3 hermanas

Antes de venir preguntó dos cosas. ¿Hay yogur? ¿Voy a poder jugar al fútbol?
Fotos ilustrativas: Emmanuel Briane- La Nueva.

Por Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

      Sol Azcárate / sazcarate@lanueva.com

   Bahía no es como San Pedro. Hay shopping, canchitas de fútbol por todos lados y una playa cerca. Y lo mejor: tengo una familia y una casa, donde nunca falta el yogur en la heladera ni la fuente llena de milanesas.

   Cuando dejé el hogar para venir pensé en dos cosas: la comida que iba a elegir si me preguntaban y los partiditos que se iban a armar en el nuevo colegio.

   Julián pasó 7 años en un hogar: los primeros acompañado por sus hermanas de 10, 12 y 14, y el último, en un hogar de varones. A fin del año pasado supo que la bahiense Mariana López y su pareja querían adoptarlos y en diciembre conoció Bahía. No se quiso ir más.

    En San Pedro llegaba de la escuela y no podía elegir qué merendar. Tenía horarios para todo, incluso para entrar a su habitación. Y no había tantos lugares para pasear. Lo único que extraña son los partiditos de fútbol con los otros nenes del hogar.

    —Cuando sea grande quiero tener un hijo varón para jugar a la pelota —dice el hincha de River.

    Julián tiene 11 años pero parece más grande. Se sienta en un sillón y cuenta lo que le pasa. Sabe de su pasado y no se achica: habla, sonríe y siempre busca la mirada cómplice de Mariana, quien le enseña a ponerle humor a la vida.

***

   Julián va al Colegio Claret, pero quiere pasarse a la Escuela de Agricultura. Esa es su meta para el próximo año.

    Además de estudiar, hace taekwondo. Hasta hace poco iba a fútbol, pero lo dejó porque era muy demandante para su familia.

    —Va a volver, tenemos que organizarnos —dice Mariana.

    Julián hace el gesto de “vamos” con su brazo derecho y sonríe. Es que el fútbol es mucho más que una pelota en su vida. Es su cable a tierra. Su alegría.

Mirá el informe completo de La Nueva.

   A Julián le gusta Bahía. Y a sus hermanas también: ellas no llegaron motivadas por el fútbol ni por el yogur, sino por Abel Pintos.

    Cuando Mariana les contó que Abel es de acá y que su hermano vive cerca de su casa, les brillaron los ojos. Son fanáticas del cantante y ya tienen las entradas para su segundo show en Bahía, el próximo 17 de septiembre.

    —¿A vos te gusta?

   —Sí —dice Julián mientras come un caramelo, le convida otro a la mamá y guarda lo que queda en la bolsita para el recreo de la tarde.

   También le gusta mirar películas, jugar con sus cinco perros y deleitarse con las milanesas de Mariana.

   —Cuando llegamos nos comíamos todo —confiesa Julián.

   —Sí, engordaron —agrega Mariana y Julián no aguanta la risa.

   —Cuando [ella] va al supermercado compra 5 cajas de comida y no alcanza, solo dura una semana —dice Julián, que ya es un experto en compras.

   Ahora entiende que no tiene que desesperarse: el plato está hoy y también va a estar mañana. Y entiende que no solo es un plato. Es un mimo, como cuando van a buscarlo a la escuela, le preguntan cómo le fue o lo acompañan a alguna actividad.

***

   El reloj marca las 11:35. Julián se levanta del sillón y mira a Mariana.

   —Sí, te voy a llevar a comer como te prometí. Y después vamos a la escuela —le dice ella.

    Julián sonríe. Ya lo imaginó todo. Cita a solas con la mujer que lo eligió. Charla íntima y complicidad con la mujer que él eligió. Sentimientos, historias y un gran almuerzo. Todo, todo, sobre la mesa.

* Julián es un nombre ficticio, pero la historia es verdadera. El nombre fue cambiado en la nota para preservar la identidad del menor.

Amor a primera vista

   Mariana tiene 33 años y su pareja, 45. Se conocen desde hace 15 y después de perder un embarazo, empezaron a pensar en la adopción.

   En agosto del año pasado se anotaron directamente para el caso de Julián y sus hermanas. Fue una convocatoria pública y casi no hubo tiempo de adaptación: los conocieron y al mes se vinieron con ellos.

   —Mientras vas llenando papeles, hay posibilidad de marcha atrás, pero cuando los conocés ya no. Los vimos y nos enamoramos. Son unos bombones —dice Mariana con orgullo.

   Para ella, la cuestión pasa por querer ser padres y no querer ser padres de un bebé. Cuando fue a los hogares para conocer a Julián y sus hermanas, se le partió el corazón al ver cómo los chicos se peleaban por un poco de afecto.

    —Hay dificultades para adoptar, pero si uno levanta un poco la edad que pretende de los chicos por ahí tenés muchas más posibilidades.

   En diciembre del año pasado su vida cambió por completo: la mesa que por años solo compartió con su pareja colmó su capacidad, las salidas con el auto se multiplicaron y la heladera se llenó de imanes con reglas de convivencia.

   Ya no son dos, son seis. Y mucha gente le pregunta cómo hace.

   —Me vuelvo loca, pero lo hago. Ser padres no es fácil, pero tampoco imposible. Y si los ponés en la balanza, son más los momentos buenos que los malos.

   Desde que la familia se agrandó, todos empezaron a hacer terapia. Al principio Mariana no quería saber nada, pero después entendió que contar hace bien.

   Ahora se está tramitando la guarda preadoptiva de Julián y sus hermanas y después de unos meses se hará el juicio por la adopción. Son los plazos de la Justicia y a Mariana no le parece mal. Sí le hubiese gustado tener más tiempo de vinculación.

   Hoy, después de 9 meses, siente que el vínculo está pero hay que fortalecerlo cada día. Y dice que es importante luchar por la identidad de los chicos y mantener los lazos que quedaron en San Pedro.

   —Criar chicos está en serles sinceros y quererlos, no hay mucho más misterio. Que sepan la verdad: de dónde vienen y quiénes son.

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