Bahía Blanca | Jueves, 18 de abril

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Cerró el Patronato, pero abrió un corazón

Alejandro Otero creó hace 9 años el hogar “Rincón de nuestros sueños”.

Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Sol Azcárate / sazcarate@lanueva.com

      Belén Uriarte / buriarte@lanueva.com

   A unas cuadras de las vías, en el barrio Pedro Pico, hay una casa vieja con un portón negro. La puerta se abre y se cierra a cada rato: los chicos entran apurados para tomar la merienda.

   Después de un largo pasillo, lleno de perros y gatos, está el comedor-cocina de paredes verdes. Hay una mesa con dos bancos largos y un calefactor. Los chicos se sientan y enseguida empieza el ida y vuelta del mate. El cebador oficial tiene unos 12 años y le gusta servirlos dulces. Muy dulces.

   Confidencias, chistes e historias surgen entre mate y mate. Y de pronto un grito al unísono: ¡Es el dire!

Mirá el informe completo de La Nueva.

   Alejandro Otero es el “dire” del hogar “Rincón de nuestros sueños”, que nació hace 9 años por una emergencia: cerró el Patronato de la Infancia y 4 grupos de hermanos y hermanas no tenían adónde ir.

   Fue el último director que tuvo el Patronato y sintió el compromiso de que esos hermanos siguieran juntos. Por eso creó un hogar donde pudieran vivir chicos de cualquier edad, de cualquier género, juntos.

   Reconoce que a veces es un “lío”, pero eso también es lo que hace que los chicos sientan el hogar como su casa: ellos participan de las tareas junto a sus nueve cuidadores. Se pelean, se reconcilian y se divierten como hermanos.

   La mayoría de los chicos no está en estado de adoptabilidad, porque para eso no tiene que haber ningún familiar que se pueda hacer cargo, incluso aunque no viva con ellos. Y Alejandro destaca otra condición: que el chico quiera ser adoptado.

   El hogar funciona como una ONG y recibe un subsidio municipal para pagar alquiler, sueldos y gastos, y una beca provincial de $ 5.000 mensuales para cada uno de los chicos.

   La casa tiene tres dormitorios, tres baños, un patiecito y un ambiente largo que hace de living-comedor y cocina.

   Los directivos del hogar buscan un lugar más amplio para que los chicos tengan más espacio de juego. Y, sobre todo, un lugar propio. Que los $ 10.000 de alquiler se gasten en calidad de vida de los chicos y en mantenimiento y cuidado de un espacio que les pertenezca.

   Todos los trabajadores del hogar cobran lo mismo y necesitan de otro trabajo para complementar su sueldo, por lo que deciden sus horarios en asambleas.

   Alejandro es psicólogo y tiene un consultorio. Y antes daba clases, pero dejó la docencia para dedicarse a “Rincón de nuestros sueños”.

   El hogar tiene capacidad para 10 chicos. Hoy en día viven nueve y no pueden hacerle lugar a uno más, porque una pieza está clausurada por los hongos que hay en el techo.

   Reciben donaciones y tienen vínculo con la comunidad más cercana, pero los directivos prefieren preservar a los chicos y que no sean conocidos como “los pibes del hogar”.

   Los clubes, las escuelas, la biblioteca y hasta los vecinos más cercanos ayudan al trabajo en conjunto con los chicos. Los contienen.

   —No nos consiguen las cosas gratis, las acercan a nuestra realidad.

   Cuando los chicos cumplen 18 años, egresan. Y, generalmente, afuera no hay nadie esperándolos.

   —No hay un sistema, no hay un hogar, prácticamente nada. Hay algún sistema de becas, algún sistema de dispositivos que más o menos se arman, pero tampoco es que les dan una estabilidad para decir “hasta que termines la secundaria y sigas en la universidad, te vamos a seguir ayudando”.

   Alejandro sabe de eso. Hace unos 7 años adoptó a un chico de 11. Y para él lo importante es inculcarles valores.

   —Cuando se van de acá, nunca es lo que nosotros esperamos. El hijo no hace lo que el padre espera. Uno trata de darles herramientas para que hagan lo mejor que puedan. Y les vaya bien o les vaya mal, hay valores que mantienen.

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