Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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"La droga me está robando a mi hijo"

Patricia Agüero se quiebra cuando rememora los tiempos en que Marcos, su hijo de 12 años, era un nene gracioso y travieso que pasaba largas horas en penitencia en el Jardín de Infantes Nº 950 del Bajo Rondeau. "Siempre se mandaba `macanas', pero era sano, buenísimo y solidario", evoca, y no puede dejar de llorar cuando relata en lo que se ha convertido: un adicto a sustancias de todo tipo, un precoz delincuente.
"La droga me está robando a mi hijo". Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

 Patricia Agüero se quiebra cuando rememora los tiempos en que Marcos, su hijo de 12 años, era un nene gracioso y travieso que pasaba largas horas en penitencia en el Jardín de Infantes Nº 950 del Bajo Rondeau.


 "Siempre se mandaba `macanas', pero era sano, buenísimo y solidario", evoca, y no puede dejar de llorar cuando relata en lo que se ha convertido: un adicto a sustancias de todo tipo, un precoz delincuente.


 Lagrimea mientras confiesa que lo último que deseaba hacer era recurrir a los medios, aunque el último fin de semana, cuando vivió una situación tan dolorosa como extrema, no le tuvo margen.


 "Después de ausentarse varios días, como suele hacer, llegó a casa. Estaba muy mal, alterado, con la nariz sangrando. No supe qué hacer. Decidí atarlo a la cama. Hasta él me lo pidió, pero luego, en un ataque de ira se arrancó todo y escapó otra vez. Hasta aquí llegué", relata.


 Patricia insiste en que necesita ayuda para rehabilitar a Marcos, pero no sabe quién puede brindársela, ni cómo.


 "Sólo sé que con psicólogos ya no funciona. Probé de todo, lo mandé al Centro Provincial de las Adicciones, incluso lo he denunciado, pero nada resultó. Me dijeron que en Buenos Aires hay clínicas muy buenas, con médicos y tratamientos prolongados", señala, resignada, mientras trata de calmar a Uma, la menor de sus seis hijos.


 Cuenta que la niñez de Marcos fue como la del resto de sus chicos --Kevin, de 15; Alan, de 13; Gonzalo, de 10; Franco, de 7 y Uma, de 2-- aunque la "junta" terminó por marginarlo.


 "Lo invitaban a salir con los carros, porque en esta zona hay muchos cartoneros, y yo lo dejaba, no le veía nada de malo. Pero fue así que empezó a atraerle la calle, más tarde se metió en la droga y, finalmente, empezó a robar para conseguir lo que sea, cigarrillos, marihuana, cocaína y cualquier mezcla barata que consiga, incluso analgésicos", confiesa.


 Ella se define como una "laburante", una persona rodeada de buena gente. De hecho, habló con los medios desde el domicilio de una vecina para evitar que su hijo se sintiera avergonzado.


 "Acá todos nos conocemos, la gente me entiende y siempre traté de solucionar los problemas dialogando. Pero todo tiene un límite. No tengo dinero ni celular, mi hijo se ha llevado todo, incluso acabo de separarme porque también a mi marido le ha robado una y otra vez", se sincera, y agrega que Marcos no está en condiciones de concurrir a la escuela, pese a que lo anotó en la ESB 321.


 "Es una lástima, porque es inteligente, no tiene grandes problemas de comprensión", asegura.

"Coraje impresionante"




 Violento y con un coraje impresionante. Así lo define Patricia a su hijo en los peores momentos.


 De lo contrario, cuenta, es solidario y de un corazón enorme.


 "En el barrio estamos armando un ropero comunitario y es el primero en querer ayudar. Es que yo les doy ese ejemplo a todos mis hijos", aclara, y cuenta que vive con 2.600 pesos al mes, mitad proveniente de un plan municipal y mitad de la asignación familiar.


 "Lo material no me importa. Es terrible ver a un hijo perdido. Además --añade-- a esta altura Marcos corre peligro. Roba cualquier cosa y hasta lo han corrido a tiros".

Hincha de Boca y de gran corazón




 Sólo para hacer la "contra", cuenta Patricia, Marcos se hizo hincha de Boca Juniors. Toda su familia es fanática de River Plate.


 "En realidad le gusta el fútbol, más allá del equipo. De hecho dice que quiere ser futbolista", relata esta madre-coraje mientras evoca una anécdota que pinta a su hijo de cuerpo entero.


 "A los ocho años le regalaron botines. Estaba feliz, pero lo primero que hizo fue obsequiárselos a un amigo que, encima, no los necesitaba. Ese es él, a ese hijo quiero recuperar", insiste.


 Hoy, según señala, está enojado y molesto porque la exposición mediática lo averguenza.


 "Pero ya le expliqué que no lo hago solamente por nosotros --aclara-- sino por otras familias que pasan por lo mismo".