Bahía Blanca | Miércoles, 17 de abril

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El día que el presidente se llevó nuestro Himno

La mañana del 2 de julio de 1987 había sido, por supuesto, bastante fría, pero el astro rey se desperezaba hacia el mediodía y a primeras horas de la tarde comenzó a embellecer a la ciudad, aún más de lo que ya estaba dada la importancia de quien la visitaba en un nuevo aniversario de su fundación. El presidente de la Nación, Raúl Ricardo Alfonsín. Nada menos.




 La mañana del 2 de julio de 1987 había sido, por supuesto, bastante fría, pero el astro rey se desperezaba hacia el mediodía y a primeras horas de la tarde comenzó a embellecer a la ciudad, aún más de lo que ya estaba dada la importancia de quien la visitaba en un nuevo aniversario de su fundación. El presidente de la Nación, Raúl Ricardo Alfonsín. Nada menos.


 Quien suscribe --con más cabello en la sesera, barba y lentes de armazón de carey a la usanza cortazariana imperante en esos tiempos en que la democracia era la razón de vivir-- vestía sus mejores galas: un traje marrón con chaleco, camisa amarilla y corbata roja. Hasta se había emperifollado como para fiesta.


 No era para menos, iba a compartir, en su carácter de presidente del desaparecido Círculo Literario 13 de Junio y con representantes de otras instituciones, el palco con el ilustre visitante. Frente al edificio de la Municipalidad, en la esquina de Rivadavia y Murature.


 De esa jornada histórica todos recuerdan --recordamos-- aquella frase final del discurso presidencial, cuando le prometió al intendente Gustavo Montero, a los rosaleños todos, que apenas regresara a su despacho firmaría la documentación pertinente para iniciar la reconstrucción de Puerto Rosales. Con lo cual se ganó una de las más largas ovaciones que se hayan escuchado por estos pagos bajo la Cruz del Sur.


 Pero esta evocación se referirá a un presente que se llevó el mandatario. El ex presidente guardó hasta sus últimos días, dos regalos puntaltenses de altísimo valor espiritual. Un diploma del Club 1 de Mayo (ver evocación del sábado anterior) y la partitura de nuestro Himno, con música de Rubén Lasdica y letra de monseñor Carlos Luis Montero.


 El citado profesor de música, entre otros invitados del completísimo listado protocolar organizado para la ocasión, se acercó hasta el propio presidente como pudo y entre apretujones con autoridades nacionales, provinciales, municipales, civiles, militares, eclesiásticas, escolares, representantes de todas las instituciones intermedias de la ciudad, además de curiosos y oportunistas.


 Llevaba en sus manos, aferrado a su pecho para protegerlo mejor, un ejemplar de su Himno, nuestro Himno, el Himno a Punta Alta.


 Como cabía esperar, uno de los tantos custodios le impidió el paso y entonces debió explicarle el motivo de su acercamiento, a lo que el guardaespalda --afortunadamente todavía no los llamamos bodyguard, pero es sólo cuestión de tiempo en esta perniciosa costumbre de incorporar extranjerismos a nuestra riquísima lengua--, una vez efectuada la explicación de rigor, accedió a acercarlo.


 El propio Lasdica recuerda la ominosa frase que el hombrote le espetó: "¡Sígame! No lo voy a defraudar", dijo, sin saber, por supuesto, que, para confirmar la circularidad de la historia que tanto apasionaba a Jorge Luis Borges, otro político de fuste diría eso mismo a manera de eslogan --perdón por el préstamo lingüístico-- y todos naufragaríamos en las bondades de un gobierno harto recordado.


 Lasdica pudo finalmente hablar con Alfonsín en el corredor del edificio comunal. "Señor Presidente, quiero hacerle entrega de este documento en agradecimiento a su visita a Punta Alta", expresó con cierto temblor en la voz inevitablemente impuesto por la figura presidencial.


 El propio Alfonsín se encargó de romper ese hielo introductorio y con toda la bohnomía que lo caracterizaba en sus apariciones públicas --afirman quienes lo conocieron que, en cambio, en privado solía manifestar sus rabietas sin ningún pudor--, al manifestarle: "¿Usted es el autor? Escuché atentamente la interpretación en el acto y me gustó mucho. Me pareció muy armónica su melodía". Esa felicitación, aún hoy, a más de tres décadas de ocurrido el incidente, resuena clara en la memoria del maestro Lasdica.


 "Se lo voy a dar a los chicos que me acompañan para, con más tranquilidad, volver a escucharlo. Pero le repito, me gustó mucho la melodía", agregó. Y, sin siquiera permitirle salir del asombro, lo invitó a musicalizar el Himno a la provincia de Buenos Aires sobre la base de nuestra canción puntaltense.


 Lamentablemente la idea no prosperó y el proyecto quedó --como la recordada promesa del puerto-- varado en el jardín de los senderos que se bifurcan, y volvemos a citar una frase de Jorge Luis...


 En ese momento, la partitura quedó en manos de un funcionario de segundo rango, y no del vocero presidencial, Ignacio López, quien se enfrascaba en conversaciones con otros presentes en el acto.


 Pero López, sí escucho la canción como lo había ordenado Alfonsín. Naturalmente Lasdica no pudo saberlo ese día. Lo confirmó muchos años después, aquí mismo.


 Se retiraba una tarde de abril de 2003 tras dictar clases en la Escuela 4, a media cuadra de su domicilio particular, cuando vio a Ignacio López bajar de un automóvil y tomar de la mano a un alumno. El ahora ex vocero de Alfonsín pasaba a recoger a su nieto, hijo de un oficial de marina casado con su hija entonces aquí radicada.


 Lasdica lo reconoció inmediatamente y lo abordó.


 - ¿Usted no es Ignacio López?.


 - ¿Cómo me reconoció?


 - Su cara fue muy conocida.


 - ¿Yo lo conozco a usted?


 - No, pero una vez le entregaron la copia de un Himno acá en Punta Alta.


 - ¡Claro!, --expresó López dándose una palmada en la frente en una reacción instintiva--, Alfonsín me la dio para que la escuchara.


 En la foto que registra la entrega se ven claramente los rostros de Gustavo Montero, Raúl Alfonsín, Rubén Lasdica, y parcialmente, Julio Armendáriz, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires.


 En ese mismo acto estaba un queridísimo ex intendente, Vicente Mario Curzi, casi del mismo palo político que Alfonsín, ya que provenía de las huestes de la Unión Cívica Radical Intransigente escindida por el "Bisonte" Oscar Allende para diferenciarse de los "radicales del pueblo", liderados por otro ricardito notable, Balbín.


 No tuvo nuestro Vicente la misma suerte que Lasdica. El se acercó para entregar una carpeta con datos e informes sobre el Puerto Rosales. Quién sabe qué aciago destino tuvieron esos papeles. Quién sabe donde estarán...


 A veces el azar impone sus vericuetos insondables...


Sergio Soler